Doce tecnologías que cambiarán el mundo

En la historia sobran ejemplos de tecnologías que en su momento parecieron revolucionarias y después dejaron de usarse. Ya bastante irritante es para los consumidores descubrir que, por decir algo, uno se compró un estéreo cuadrafónico para nada. Pero para una empresa, apostar a una tecnología errada puede ser desastroso.

Por ejemplo, a fines de los noventa, se creía que los portales interempresariales B2B serían La Superaplicación (con mayúsculas) del ámbito comercial, lo que llevó a que se crearan más de 1.500 de esos portales. Pero después, la mayoría de ellos desapareció, llevándose consigo miles de millones de dólares invertidos.

Casi cualquier tecnología nueva despierta al nacer expectativas exageradas. Para ayudar a separar el trigo de la paja, el McKinsey Global Institute examinó más de cien tecnologías que están evolucionando rápidamente y logró identificar doce que casi seguramente cambiarán el statu quo en los años venideros. El MGI estima que en 2025, el impacto económico anual colectivo de eso que llaman la “docena disruptiva” (un conjunto de tecnologías que atraviesa campos tan diversos como la informática, la industria mecánica y automotriz, la energía, la biociencia y la ciencia de los materiales) alcanzará entre 14 y 33 billones de dólares. Y es probable que buena parte del valor creado (en muchos casos, la gran mayoría) vaya a parar a los consumidores.

Pensemos en la Internet móvil, cuyo impacto económico anual se prevé alcanzará los diez billones de dólares en 2025. Mientras los consumidores de países avanzados siguen acumulando los beneficios del acceso constante a una cantidad creciente de información, aplicaciones y servicios en línea, es posible que el avance tecnológico en el resto del mundo ponga esos mismos beneficios al alcance de más de dos mil millones de ciudadanos de países en desarrollo. El valor para los consumidores será mucho mayor que la parte que probablemente se quedarán los proveedores de dispositivos móviles y servicios de Internet.

Esta transferencia de valor hacia los consumidores se está produciendo en todas las tecnologías relacionadas con Internet (y no solo dentro de la docena disruptiva). Por ejemplo, del billón de dólares que valen los servicios de búsqueda en Internet, es de prever que solo una pequeña cuota irá a parar a los proveedores.

Pero las perspectivas no son tan buenas para los trabajadores; se pronostica que las máquinas reemplazarán a los seres humanos en cada vez más áreas (que no se circunscriben a la realización de actividades físicas y administrativas de rutina). El aumento del poder de cálculo de las computadoras y los avances en inteligencia artificial traen consigo una mayor capacidad de las máquinas para ejecutar tareas complejas que demandan pensamiento abstracto, por ejemplo inferir significados y emitir juicios.

Como resultado de estos cambios, está comenzando a darse en muchas empresas una mayor automatización del trabajo intelectual especializado (por ejemplo, en áreas como la medicina o la abogacía). Si bien este proceso producirá una importante cuota de valor (según las estimaciones del MGI, más de cinco billones de dólares en 2025), este no se distribuirá equitativamente entre los trabajadores, y muchos se verán obligados a volver a capacitarse para desempeñar otros puestos de trabajo.

La misma incertidumbre aqueja a empresarios, ejecutivos y accionistas, ya que las tecnologías disruptivas les cambian las reglas del juego, al eliminar barreras contra el ingreso de nuevos actores y reducir la escala de producción eficiente (el volumen mínimo de producción a partir del cual una empresa puede obtener economías de escala). Por ejemplo, la impresión 3D permite a empresas pequeñas o recién creadas “imprimir” prototipos, moldes y productos de alta complejidad en una variedad de materiales, sin maquinarias especializadas o costosas inversiones iniciales.

Del mismo modo, la computación en la nube ofrece a las pequeñas empresas acceso barato a capacidades informáticas que antes solo tenían las grandes compañías, además de un surtido creciente de servicios internos (back-office). Este cambio perjudica a los proveedores de software cuyos modelos de negocios se basan en licencias y tarifas anuales de mantenimiento, en vez de en el consumo de electricidad. De hecho, no hay casi ningún sector de actividad donde las grandes empresas no sean vulnerables: ahora las competidoras nuevas pueden contar con mejores herramientas, ganar competitividad y lograr el mismo nivel de acceso a clientes y usuarios de todo el mundo que tienen las empresas más grandes.

Además, las tecnologías disruptivas producirán transferencias de valor entre sectores económicos, como ocurrió cuando la televisión desplazó a la radio o, más cerca en el tiempo, cuando los medios electrónicos adquirieron predominancia sobre la publicación impresa. Ahora, en todos los sectores las empresas deben invertir en comprender las nuevas tecnologías, para saber aprovechar las oportunidades o montar rápidamente una defensa eficaz.

De hecho, los CEO y otros ejecutivos de alto nivel tienen que ser tecnólogos o, al menos, entendidos en tecnología, para estar todo el tiempo evaluando de qué modo las innovaciones afectarán el statu quo y, más en concreto, sus fuentes de ganancia. Pero al diseñar las estrategias pertinentes, los directivos empresariales deben entender que el potencial económico de la docena disruptiva no es más que eso: potencial. No deberían dar por sentado que el valor está allí, listo para ser tomado, sino desarrollar modelos de negocio innovadores para monetizar el potencial de la tecnología e impedir que el valor vaya a parar a sus competidores o a jugadores de otros sectores, que serán cada vez más libres de participar en cualquier sector (y muchas veces, con más eficiencia y menos restricciones obsoletas).

La experiencia demuestra que desarrollando modelos de negocio innovadores, las empresas pueden ganar. Por ejemplo, Google sigue sin cobrar los servicios que ofrece en Internet (servicios de búsqueda y otros), pero usa la información que obtiene sobre los intereses y otros datos conductuales de sus usuarios para vender publicidad dirigida, un modelo que ha resultado altamente rentable. Este tipo de modelo de negocios “multilateral” también comienza a verse en otros sectores, donde las empresas usan el análisis de grandes volúmenes de datos para hallar modos de monetizar información que de todos modos tienen que reunir.

Aunque es probable que las tecnologías disruptivas beneficien a los consumidores, para los trabajadores y las empresas no hay nada seguro. Los trabajadores deberán hacerse a la idea de tener que seguir aprendiendo toda la vida, conforme sus habilidades vayan quedando obsoletas cada vez más rápido; y las empresas deberán anticiparse y adaptarse a la rapidez del cambio.

También los gobiernos deberán estar preparados para hacer frente a los efectos de la revolución tecnológica. Los formuladores de políticas deberán satisfacer nuevas demandas educativas y formativas; también tendrán que implementar mecanismos eficaces para regular (por ejemplo) el uso de autos sin conductor o la aplicación de datos genómicos al desarrollo de medicamentos personalizados. En la economía de la innovación, solo servirán las soluciones innovadoras.

Erik Brynjolfsson is Professor of Management at MIT’s Sloan School of Management, Director of the MIT Center for Digital Business, and a research associate at the National Bureau of Economic Research. James Manyika, a non-resident senior fellow at the Brookings Institution, is a director of the McKinsey Global Institute and of McKinsey & Company. Andrew McAfee is Principal Research Scientist and Associate Director of the MIT Center for Digital Business. Traducción: Esteban Flamini.

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