Doha hizo los deberes

La Conferencia sobre el clima de Doha no fue un acontecimiento espectacular en que se tomaran decisiones sobre el acuerdo mundial sobre el clima de 2015, lo que parece haber sorprendido a algunos comentaristas y grupos de defensa del medio ambiente. Pero nadie debería asombrarse. Todos los países acordaron el año pasado, en Durban, que las conferencias sobre el clima desde aquella hasta 2015 prepararían el terreno para el gran acuerdo de 2015.

Antes de Doha, la UE presentó su lista de tareas para avanzar hacia un nuevo acuerdo sobre el clima en 2015. Ahora podemos marcar las casillas de esta lista, y gracias entre otras cosas al papel activo de España.

La UE deseaba que Doha señalara la transición del antiguo régimen climático, en que solo los países desarrollados tenían la obligación jurídica de reducir las emisiones, al nuevo sistema, en el que todos los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, asumirán por primera vez compromisos jurídicamente vinculantes en virtud del nuevo acuerdo mundial.

En Doha se ha modificado la estructura misma de nuestras negociaciones. Antes teníamos diferentes grupos de trabajo basados en una distinción radical entre los países desarrollados y los países en vías en desarrollo. Ahora tenemos un único foro de negociación, la plataforma de Durban, para todos los países.

El mundo no puede luchar contra el cambio climático sin un compromiso de los países de economías emergentes

No es un logro pequeño. Hoy en día, la emisión media per cápita en China ya es de 7,2 toneladas y va en aumento. La de Europa es de 7,5 toneladas y está bajando. El mundo no puede luchar contra el cambio climático sin un compromiso de los países de economías emergentes. Por eso era tan importante atravesar el puente entre el antiguo sistema y el nuevo, cosa que hemos hecho.

Están construyendo este puente la UE y un puñado de otros países desarrollados que se han comprometido a un segundo período del Protocolo de Kioto. Se habrían perdido demasiados años de duro trabajo si no se hubiera prorrogado Kioto, que sigue siendo el único tratado vigente que exige reducir las emisiones. No podíamos permitirlo, simplemente.

Hemos garantizado la continuidad hasta el nuevo pacto mundial de 2020 y la UE ha logrado negociar una prórroga del Protocolo por ocho años.

Hemos resuelto finalmente el problema del "aire caliente", es decir, el superávit de créditos de carbono no utilizados del primer período de Kioto. Se limitará a los compradores la cantidad que pueden adquirir. La legislación europea no autoriza su utilización y todos los posibles compradores han declarado que no los comprarán de todos modos. Además, las nuevas normas impiden la creación de "aire caliente" adicional. Esto constituye un buen resultado para el medio ambiente. Y la delegación española contribuyó enormemente a llegar a este acuerdo.

A pesar de las dificultades económicas que sufre Europa, también hemos seguido ofreciendo en Doha financiación para luchar contra el cambio climático. Varios Estados miembros de la UE y la Comisión Europea han ofrecido unos 7000 millones de euros en fondos para el clima en 2013 y 2014, lo que representa un aumento frente a los dos últimos años.

La UE también solicitó que Doha fijara un calendario de lo que debe hacerse de aquí a 2015. Ahora tenemos un plan de trabajo.

Sin embargo, antes de que el futuro régimen jurídico se ponga en marcha en 2020, la UE ha insistido en determinar nuevas medidas para reducir las emisiones a fin de mantener el calentamiento mundial por debajo de 2 °C. Y los objetivos de todos los países, sujetos o no al Protocolo de Kioto, se reexaminarán a más tardar en 2014 con vistas a considerar la posibilidad de hacerlos más ambiciosos.

La intención de Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, de convocar una cumbre de líderes mundiales sobre el cambio climático en 2014 puede añadir impulso político a esta tarea.

En Europa no estamos esperando para actuar que haya un acuerdo mundial. Aunque hay legislación vigente por la que deben reducirse las emisiones en un 20 % de aquí a 2020 y podemos aumentar ese objetivo al 30 % si las otras grandes economías cumplen su cometido, vamos a superar, en realidad, el 20 % de reducción.

Nuestra legislación sobre la eficiencia energética, aprobada hace poco, añadirá unos pocos puntos porcentuales a nuestra reducción y las recientes propuestas legislativas de la Comisión Europea, una vez adoptadas, van a disminuir aún más las emisiones. Algunas estimaciones apuntan a que podríamos reducir las emisiones hasta un 27% en 2020.

Es verdad que no se obtuvieron resultados maravillosos en Doha, pero hemos avanzado de cara al acuerdo de 2015. Por supuesto, es fácil sentirse frustrado por el lento ritmo y el bajo denominador común de las negociaciones internacionales, pero esto no significa que nos debamos dar por vencidos. ¿Se lo podría permitir el mundo? ¿Dónde proseguiría el diálogo?

Aunque la frustración sea una fuente renovable, no reduce las emisiones. Para superarla, debemos seguir centrados en el objetivo final de que todas las partes suscriban un acuerdo mundial sobre el clima de aquí a 2015. En Doha se dieron los primeros pasos.

Connie Hedegaard es comisaria europea de Acción por el Clima.

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