Domingo de luto para Nicaragua

Hay tragedias que golpean súbitamente, sin dar tiempo a sus víctimas para prepararse. Otras, en cambio, tardan años en gestarse, desplegando sus tentáculos de forma inexorable, y a la vista de todos.

El nuevo capítulo que se abre en el drama nicaragüense es una tragedia que podríamos haber evitado si hubiéramos tenido la voluntad política para ello.

Nicaragua, un país tan bello como desdichado, vive desde hace tres años sometido a la crueldad del presidente Daniel Ortega y de su mujer -y vicepresidenta-, Rosario Murillo; un matrimonio despótico que ha asesinado, encarcelado u obligado a exiliarse a todo aquel que ha osado plantar cara a su crueldad.

Conscientes de que abandonar el poder les obligaría a responder por sus muchos crímenes, Ortega y Murillo han preparado durante un año la farsa electoral que este domingo se representa en Nicaragua: unas elecciones sin competidores y sin el más mínimo atisbo de transparencia.

La coda a esta pantomima también es predecible. El lunes se sucederán las declaraciones internacionales de condena, las amenazas de nuevas sanciones y una cascada de no-reconocimientos por parte de los países que aún se toman en serio la democracia en América Latina.

Ortega despertará el lunes como un paria internacional, pero un paria satisfecho, porque habrá logrado su objetivo: tomar a Nicaragua como rehén, para negociar la impunidad y los privilegios de su familia. Este crimen jamás se habría consumado si la comunidad internacional, y la UE en particular, hubieran querido impedírselo.

La red con la que el régimen atrapó a la disidencia comenzó a tejerse a finales de 2020, cuando la Asamblea Nacional orteguista dictó las leyes con las que se ha silenciado el debate, asfixiado económicamente a la sociedad y la oposición encarcelado a docenas de rivales de Ortega.

Si la contundencia que hoy promete la UE la hubiera mostrado entonces el Alto Representante Josep Borrell quizá podríamos haberle torcido el brazo al déspota antes de que consumara el fraude. En julio me dirigí a Borrell desde la tribuna del Parlamento europeo para preguntarle en qué ayudaría a los nicaragüenses las sanciones si este lunes Ortega se mantenía en el poder. Aún espero una respuesta.

Pero quienes más la aguardan son los miles de nicaragüenses que volverán a enfrentarse a la represión, la cárcel y el exilio, y que han visto marchitarse la posibilidad de devolver la libertad a su patria por medio de las urnas. Su historia podría haber sido distinta si Europa no hubiera cerrado los ojos cuando el régimen mostraba su rostro más cruel. Y si el gobierno de España no hubiera abandonado a un pueblo hermano cuando más necesitaba de nuestra ayuda.

Pero la esperanza es tozuda y el pueblo nicaragüense es valiente. Por ello, sé que un día recuperarán su libertad.

Hasta que ese día llegue, Europa y España deben ponerse decididamente, y de una vez por todas, del lado de cuantos desafían la tiranía.

Y porque ningún régimen es eterno si la voluntad de su pueblo es firme, hoy quiero gritar junto a ellos: ¡Viva Nicaragua libre!

José Ramón Bauzá es eurodiputado de Ciudadanos y miembro de la Comisión de Exteriores del Parlamento europeo.

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