Dorothea Siems

La idea de una Europa unida sigue siendo popular en Alemania. Las cuatro libertades básicas del mercado interior —la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales— son muy apreciadas y se consideran un hecho natural, sobre todo entre los jóvenes. La mayoría de la población sabe que, a pesar de ser el mayor contribuyente neto, Alemania se beneficia de la integración europea. No obstante, a muchos alemanes les preocupa la dirección en la que se está moviendo Europa a gran velocidad con la crisis del coronavirus. Efectivamente, el camino que pretende emprender con los fondos de reconstrucción financiados con deuda implica importantes riesgos financieros que, de hecho, afectan a toda la Unión.

Es evidente que los países más castigados por la pandemia sin tener culpa alguna merecen apoyo solidario. Las horribles imágenes de Italia y España a principios de año conmocionaron a toda Europa. La adopción de medidas iniciales acordada en mayo por los jefes de Estado y de Gobierno, como el fondo de 100.000 millones de euros destinado a financiar la protección del empleo, entre otras ayudas de emergencia, fue un acierto. En la cumbre de julio siguió una demostración de fuerza mucho mayor: se prevé que la Unión ponga a disposición 750.000 millones de euros de los fondos de reconstrucción para mitigar las devastadoras consecuencias económicas de la pandemia y, al mismo tiempo, aumentar la resistencia a las crisis y la competitividad del conjunto de Estados miembros. La novedad consiste en que, por primera vez, la propia UE va a endeudarse a gran escala. En origen, los tratados de la Unión excluían explícitamente las competencias en materia de endeudamiento. La decisión de los Gobiernos europeos de permitir que Bruselas disponga de sus propias fuentes de financiación, como un impuesto al plástico o un impuesto digital, rompe asimismo las reglas vigentes hasta el momento.

El acuerdo, que aún tiene que cumplimentarse en detalle en las próximas semanas y, por último, recibir el visto bueno de los Parlamentos nacionales, representa sin duda un paso histórico. El hecho de que nada menos que la mitad del dinero se vaya a entregar en forma de subvenciones, y el resto en créditos a muy largo plazo, demuestra la voluntad decidida de solidaridad. En consonancia con su capacidad financiera, Alemania aporta una cuarta parte de la suma total. Es verdad que la República Federal también puede reclamar recursos del nuevo fondo, pero, a fin de cuentas, su contribución financiera vuelve a aumentar significativamente. Y como los británicos dejarán de ser el segundo contribuyente neto tras su salida de la UE, los alemanes cargarán también con una parte mayor del presupuesto general de la Unión.

Con todo, la magnitud de los pagos a los que se ha comprometido el Gobierno federal para los próximos años no representa un problema si se mide en función de la fortaleza de la economía del país. Las empresas alemanas están ligadas tan estrechamente a sus socios europeos que la reactivación del mercado interior no puede sino beneficiar al propio país. Los Estados miembros de la Unión solo tienen la posibilidad de responder a la competencia china y estadounidense si se mantienen unidos. Y sin embargo, el asunto tiene un poderoso inconveniente: el endeudamiento común. Los primeros ministros de Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia no son los únicos en advertir del peligro de que la Unión Europea se convierta en una comunidad de deuda. Muchos ciudadanos alemanes no creen a la canciller federal cuando dice que se trata de una medida excepcional. Después de todo, la experiencia en Bruselas desde que estalló la crisis financiera hace ya una década proporciona a los adversarios buenos argumentos para su desconfianza.

Sin embargo, la crisis del coronavirus ha despertado el deseo de contraer deudas también en Alemania. Es probable que la vuelta a la vieja disciplina presupuestaria sea cada vez más impopular a la vista del rápido envejecimiento de la población del país y el correspondiente aumento del gasto social. En especial, hemos aprendido que los países más sólidos acaban dando más a los más débiles de la Unión Europea. Tarde o temprano, Alemania dejará de ser un refugio seguro. Entonces, a la UE le esperarán malos tiempos.

Dorothea Siems es la redactora jefa de Economía de Die Welt. Traducción de News Clips.

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