Hace dos años, los partidos políticos nos presentamos a las elecciones al Parlamento de Andalucía prometiendo mejorar la sanidad, contratar más profesores, aumentar el empleo, bajar los impuestos o construir infraestructuras. Si alguno de los candidatos hubiera osado hablar en los mítines o debates de la necesidad de estar preparados para una pandemia, seguramente lo habrían tachado de alarmista, agorero o populista, cuando no de ser un alucinado. Y, sin embargo, aquí estamos ahora.
Lo que está aconteciendo en el mundo es la constatación de que en la vida pocas veces ocurre lo que prevemos sino más bien lo inesperado, como tantos pensadores han advertido a lo largo de la Historia. Esa gestión de la incertidumbre de la que se ocupa muchas veces la política se ha convertido en un escenario de imprevistas y, en muchos casos, imprevisibles consecuencias.
El 2 de diciembre de 2018, los andaluces votaron mayoritariamente por el cambio político tras casi 40 años de autonomía, y las fuerzas políticas que pudieron hacerlo posible reaccionaron como se esperaba de ellas, conforme al mandato electoral. PP y Cs, conformando un Gobierno de centro-reformista; Vox, prestando el apoyo parlamentario indispensable para hacerlo viable.
Hasta que llegó la pandemia, el nuevo Gobierno andaluz implementó las reformas más acuciantes. Con una clara hoja de ruta de reformas necesarias. Se decretó una bajada progresiva de impuestos que incluía la bonificación al 99% del Impuesto sobre sucesiones y donaciones, se aprobó la simplificación administrativa de centenares de trámites burocráticos y se desbloquearon proyectos económicos que llevaban mucho tiempo varados, retenidos u olvidados en un cajón y los declaramos estratégicos para Andalucía.
Todo ello, además, reduciendo el gasto público hasta los límites de lo estrictamente necesario, con el Gobierno que tiene menos consejerías por habitante de España, prueba de que la sobriedad no está reñida con el entusiasmo, de que se puede gobernar sin estridencias.
Apenas iniciada la legislatura, lo que parecía imposible comenzó a ocurrir: Andalucía empezó a crear más empleo y a crecer por encima de la media de España; la inversión extranjera aumentó en Andalucía hasta un 82% en 2019 mientras en España se desplomó un 55%; las exportaciones arrojaron saldo positivo frente al déficit exportador de 2018 y Andalucía se consolidó como la segunda comunidad más exportadora de España, sólo por detrás de Cataluña, un dato que estoy seguro que muchos españoles no sólo desconocen sino que ni se lo imaginan.
Todo ello era posible en un marco de estabilidad política que permitió aprobar en apenas unos meses dos presupuestos, los de 2019 y los de 2020, mientras el Gobierno socialista de España seguía prorrogando las últimas cuentas del Gobierno de Mariano Rajoy. Una apuesta por la confianza y la estabilidad que pretendía trasladar la idea de una Andalucía pujante, comprometida y llena de oportunidades. Dispuesta a cumplir sus objetivos y marcar un nuevo camino.
Se empezaba a hablar del «modelo andaluz» cuando estalló la pandemia, que vino a trastocar los planes de todos, en España, en Europa y en el mundo entero. Todos hemos tenido que adaptarnos a una nueva situación en la que las prioridades han cambiado.
Estamos ante una situación imprevista y, como tal, llena también de oportunidades. La reacción de Andalucía ante la Covid-19 ha sido una apuesta decidida por los servicios públicos, destinando más recursos que nunca a la sanidad pública, a la educación pública –incluida la concertada– y a las políticas sociales.
Mi empeño y el de mi socio de coalición es dotar a Andalucía del mejor gobierno posible en el peor momento imaginable. Y ello pasa por mantener siempre la principal base del cambio: gobernar para todos, sin distinción. Porque sólo de esa forma podremos avanzar sin defraudar a la alianza de votantes que nos dio su confianza hace ahora dos años.
Prometimos un cambio en las formas de gobernar, y entre las oportunidades que nos brinda este momento fatídico está la de demostrar a la sociedad que la moderación, la búsqueda constante del acuerdo y la mesura no eran simples eslóganes sino una forma sincera de actuar.
Tengan clara una cosa: Andalucía sigue aquí, tan fuerte, tan activa, con tanto potencial como siempre. La Covid-19 ha puesto a prueba a nuestra sociedad, pero no va a frustrar nuestra voluntad de avanzar, porque somos una tierra de talento, con una larga historia y un futuro prometedor. Con grandes capacidades que nos harán superar también esta dura prueba. Nuestra fortaleza se incrementará día a día, porque no está basada en apreciaciones superficiales ni en eslóganes, sino en la voluntad de un pueblo consciente de que el futuro se escribe ahora con confianza.
La tercera oleada de contagios por coronavirus llegará antes que la vacuna… y quién sabe si habrá cuarta o quinta. De nada sirve engañarnos a nosotros mismos y mucho menos arrastrar en ese engaño a la sociedad en su conjunto, porque sólo contando la verdad y siendo conscientes de a qué nos enfrentamos podremos prepararnos para hacerle frente.
Y parece de sentido común que, en una situación en la que hemos tenido que despedir a decenas de miles de compatriotas fallecidos por la Covid-19, los gobernantes dejemos a un lado nuestras diferencias para tratar de sacar adelante este país de la mejor y más digna forma posible.
Pero, al igual que proclamo y practico la lealtad con el Gobierno de España, llegaré hasta el final en la defensa de los intereses y la libertad de los ocho millones y medio de españoles que vivimos en Andalucía.
Digo intereses porque a nuestra tierra deben llegar los fondos que nos corresponden para combatir la pandemia y para la reactivación económica; digo libertad, porque haremos todo lo que esté en nuestra mano para que las madres y padres de Andalucía puedan seguir eligiendo sobre la escolarización de sus hijos; y digo, de nuevo, intereses, porque nadie nos va a obligar a aceptar una subida de impuestos a las clases medias y con menos recursos y, por tanto, negativa para Andalucía.
¿Hay algo más incoherente que un partido separatista exigiendo que se centralicen las políticas para limitar la gestión de las comunidades autónomas? Lo dije hace unos días y me reafirmo para que los andaluces tengan esa tranquilidad: no vamos a subir los impuestos o a restablecer el de sucesiones y donaciones porque lo diga un político independentista o quien quiera contentarlo.
Una vez que han comprobado que en un Estado de Derecho el delito se paga con multa o prisión salvo que se huya al extranjero para eludir la Justicia, esos pescadores en río revuelto que son los separatistas quieren dinamitar el sistema desde dentro. ¿Qué coste va a tener para España y los españoles el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado de 2021?
La cogobernanza que el presidente del Gobierno nos prometió a las comunidades autónomas cuando el agua de la pandemia le llegaba al cuello es una insignificancia en comparación con las cesiones a partidos como Bildu o ERC, que si algo tienen en común es una estrategia pública y notoria para destruir España.
Andalucía es y será un dique de contención ante cualquier ataque a nuestro modelo de Estado y a la igualdad entre españoles. Y lo haremos sin estridencias, fieles a ese modelo de cambio tranquilo que salió de las urnas hace hoy dos años, sin otra fuerza que la de la ley y la Constitución. Nada más y nada menos que eso.
Juanma Moreno es presidente de la Junta de Andalucía.