Dos candidatos, dos líneas políticas

En las primarias del PSOE y en su Congreso el debate sobre los «por qué», las razones de lo que postula y defiende cada candidato va a ser inevitable. Nos encontramos ante un proceso político en el que los candidatos traen consigo proyectos políticos diferentes para un PSOE que se enfrenta a una coyuntura crítica, y esto ya comienza a aflorar.

De un lado está la candidatura de Susana Díaz, apoyada por una parte muy importante de los líderes socialistas del pasado, que tantos éxitos trajeron a España entre 1982 y 2011. Los que la defienden, acentúan por encima de todo que puede ser una líder ganadora. Independientemente de si esto es una realidad contrastable, la tesis implícita es que los problemas de fondo que tiene el socialismo español se reducen a la falta de un liderazgo capaz de ganar a la derecha. En esta visión todo es relativamente sencillo: con un liderazgo fuerte, con empuje para ganar por ímpetu, por falta de complejos y por entusiasmo, el PSOE iniciará una remontada. Dentro de esa tesis no se ve con excesivo dramatismo la crisis del socialismo español: hay que cambiar, sí, pero con tranquilidad, no improvisando recetas mágicas; hay que ser 100% PSOE, como se ha sido en el pasado, como -sin solución de continuidad- se volverá a ser en el futuro. Un corolario de esta posición es que la crisis de la socialdemocracia, como ideología política, no es tan terminal. Para algunos, es incluso contraproducente profundizar en esa reflexión autocrítica

Del otro lado está la candidatura de Pedro Sánchez. Algún día se estudiará el fenómeno inédito de una base militante que, en muchos lugares de España, está ya eligiendo por aclamación espontánea a Sánchez como su líder. En esa reacción cuenta que muchos afiliados no están de acuerdo con el modo con el que se derrocó a un secretario general elegido en primarias, que piensan que el talento y la capacidad de los militantes no es tenida en cuenta en la organización, o el desacuerdo con la política de abstención que la Gestora decidió respecto al partido conservador más corrupto de Europa. Implícito en todo ello, lo que ocurre es que la candidatura de Pedro Sánchez aporta una línea política diferente a la de Susana Díaz.

El proyecto político de Sánchez expresa que la socialdemocracia está en declive en toda Europa, y también en España, porque se ha acomodado y no ha hecho las cosas bien durante demasiado tiempo; que el declive electoral es reflejo de un declive político, y éste, a su vez, de un declive ideológico. En consecuencia propone una toma de distancia con ese pasado, sin olvidar lo glorioso que fue, pero llamando a ampliar el sentido crítico socialista a un capitalismo que se ha venido arriba y ha dañado el juego democrático, que hay que poner bridas a unos poderes económicos y financieros desbocados, y que hay que ofrecer una alternativa al descarnado modelo económico y social actual. Propone que hay que tomar muy en serio y ya desde ahora el cambio climático, el envejecimiento o las migraciones masivas. Afirma que la digitalización de la economía marca un antes y un después respecto al trabajo asalariado. Y es muy explícito en que este reposicionamiento se debe basar en seguir empuñando los principios socialdemócratas de siempre -reformismo, igualdad, libertad y solidaridad-, pero aplicados a una realidad que ya no es ni la de los años 60 en Europa ni la de 1982 en España.

Parece bastante claro que los socialdemócratas europeos están más de acuerdo con el diagnóstico de Pedro Sánchez que con la teoría del «liderazgo arrollador» de la candidatura de Susana Díaz. Citaría como ejemplo lo que vierte en su documento de conclusiones el proyecto Next Left de la Fundación Europea de Estudios Progresistas (FEPS), donde se dan cita los equipos de pensamiento socialdemócratas europeos: «Los partidos socialdemócratas europeos están siendo desafiados política, organizacional y electoralmente de un modo sin precedentes. En este contexto no sirve de nada embarcarse en un proceso ritual de renovación, al que los partidos han recurrido tradicionalmente en momentos de zozobra electoral (...) Lo que se necesita es un nuevo comienzo». Y añaden: «La nueva agenda deberá ser prueba de que la socialdemocracia tiene capacidad de transformarse (...) porque su nueva definición hace relevante la lucha contra las fuerzas neoliberales que hasta ahora han ido moldeando el siglo XXI».

Naturalmente, una nueva definición de la línea política socialista lleva aparejada otros aspectos relevantes:

a) La nueva política (politics) implica la formulación de muchas nuevas políticas (policies) que no están en los manuales, ya que se dirigen a resolver problemas de desigualdad y dominación que hasta ahora no existían. No; no es correr al bazar y coger las últimas novedades, sino debatir con seriedad si hay que dar un empujón fundamental a la redistribución del tiempo de trabajo, si hay que conectar con perspectivas como la renta básica universal, si hay que pensar en nuevas formas de organización del precariado, cómo quebrar el actual modelo salarial y crear oportunidades para millones de jóvenes expulsados del sistema, o cómo aseguramos la transición energética frente a los oligopolios, etc.

b) La nueva política implica una concepción diferente de las alianzas: el repudio de las grandes coaliciones entre derecha y socialdemocracia, la búsqueda de nuevas alianzas con los sindicatos y las organizaciones progresistas, y la construcción de una Coalición Progresista en Europa con los Verdes y las nuevas izquierdas. Y no; esto no es podemizar al PSOE sino situarlo en el único terreno en el que puede forzar la mano del resto de la izquierda para ganar cuanto antes a la derecha.

c) Por último, las nuevas tareas suponen una organización socialista capaz de acogerlas: más ciudadana, más participada por sus genuinos dueños que son los afiliados, y mucho más abierta a los sectores de la sociedad que simpatizan con este discurso y este proyecto. No: esto no convertir al PSOE en un partido asambleario, sino enriquecer la democracia representativa con la participativa dentro del PSOE, como predicamos también hacia fuera para regenerar España.

En esta reflexión se ha mencionado solamente a dos candidatos, aunque hay tres. Patxi López tiene el mérito de haber presentado también un documento sobre su proyecto político, que tiene coincidencias notables con algunas propuestas de Sánchez, así como otras propuestas valiosas. Pero lo cierto es que, con referencia al terreno donde se juega el futuro, los aspectos antes señalados y que marcan las diferencias entre estas dos líneas políticas, apenas aterriza, y por ello difícilmente puede ser un elemento determinante en la encrucijada en la que se encuentra el PSOE.

Por debajo del ruido y de las banderas, por debajo del apoyo mediático desigual, el proceso de primarias y el Congreso que le sigue habrá de definir qué línea política, encarnada en un líder, va a dirigir los destinos del PSOE, con una trascendencia probablemente similar al histórico Congreso de Suresnes. Y en tal encrucijada no estaría mal que los que tanto bien hicieron a España desde el socialismo en el inmediato pasado, se interroguen en su fuero interno sobre con qué opción quieren, realmente, que se identifique su legado.

Manuel Escudero es economista.

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