Dos culos y un destino

Hemos comparado. No lo hemos podido evitar, la foto ha salido publicada en casi todos los diarios, y el ejercicio era inevitable. El objeto de la comparación, dos culos moviéndose sincopadamente al ritmo de los flases de más de cien cámaras subiendo la escalera del palacio de la Zarzuela. Dos culos forrados con las mejores telas de los más afamados modistos de Francia y España. Dos culos alzados y estilizados por los mejores tacones y tacones de gatita (kitten heel) fabricados por los más prestigiosos zapateros del mundo. Dos culos, si es que el protocolo no impide que sigamos llamándolos así, que son notables y comparables porque comparten orígenes y destino. Los dos dejaron de calentar una silla en sus respectivas esferas mediáticas profesionales para ocupar por vía matrimonial las más altas poltronas reales y presidenciales.

Dos culos y un destinoLa comparación, como decía, se ha convertido en inevitable por una coincidencia, curiosa y sintomática: la mayoría de diarios --en portada-- ilustraron el primer día de la visita oficial del presidente francés con una foto de Letizia Ortiz y Carla Bruni de espaldas subiendo unas escaleras. Casi nadie las mostró de cara. Todos de espaldas. Querían, consciente o inconscientemente, que comparásemos las curvas y los estilos de dos estrellas rutilantes del papel cuché. Todos coincidieron en que aportaba más información y era más atractiva la imagen de las dos figuras cuando iban a posar para los fotógrafos que su imagen posando. A diferencia de las reglas de honor del Far West, en este caso y por una buena foto, se puede disparar por la espalda.

Puedo imaginar las discusiones en los consejos de redacción de los distintos diarios que decidieron apostar por publicar la imagen. Una decisión siempre cuestionable por razones éticas y estéticas. ¿Es una foto sexista?, se preguntaba EL PERIÓDICO ayer trasladando la pregunta a un grupo diverso y cualificado de personalidades que se debatían entre el y el no. No saqué nada en claro: tan buenos argumentos tenían los que la defendían como los que la condenaban. Tal vez porque, en el fondo, no es este el dilema que a mí me provoca la fotografía. Volviendo a la metáfora del Far West, hay que recordar que allí, para que te disparen por la espalda, te lo tienes que haber buscado. Si no, que se lo pregunten a Bill Hickock. Me explicaré. Así como intuyo el debate periodístico en los diarios, me imagino también otro debate previo a las fotos. Es el que debió de surgir en las reuniones que presumiblemente mantuvieron Letizia y Carla con sus respectivos equipos de asesores para decidir qué modelos lucirían en los actos en los que tenían previsto participar.

Cada vez más, en las apariciones públicas y en las visitas oficiales de las grandes damas de la política, los medios de comunicación dedican más espacio a indexar, con los nombres y apellidos de los creadores, todas y cada una de las prendas que llevan, excepto la ropa interior. Con la visita de Carla Bruni --si hacemos caso de algunos medios, puede parecer que es ella la que lleva a Sarkozy de acompañante, además de los fornidos mozos de cuerda que le llevan los vestidos-- la política pasa por la alfombra roja.

Ya sabemos que la política tiene mucho de teatro: un acontecimiento como la visita de Sarkozy, más allá del fondo y del contenido directamente político, es una gran puesta en escena, una oportunidad única de lucir y generar imagen pública. Letizia y Carla son dos mujeres que, por venir de donde vienen, tienen vocación, e incluso diría pasión, por comunicar. Una pasión que, por lo que se ve, canalizan más a través del vestuario y del lenguaje no verbal. Es una lástima, porque su nivel de influencia es lo suficientemente alto como para que las escucháramos más. Si no lo hacemos, es porque casi no hablan. Vivimos un momento histórico trascendental, las relaciones con Francia son vitales para el futuro económico y político del país, es ridículo que hablemos más de las fotos que de la cumbre y, puestos a escuchar voces autorizadas, por qué también no las suyas.

Francamente, me gustaría mucho más que la discusión y el debate público fueran más por lo que dicen y por lo que piensan, que por lo que se ponen o por cómo las sacan. Me resulta más familiar la voz de Agnès Busquets haciendo de Letizia en Polònia que la de la princesa de verdad. Estamos en el siglo XXI, un buen momento para enterrar viejos protocolos y tradiciones que valoran más el silencio que la transparencia. Volviendo a la foto y a las muchas comparaciones que se hacían, el diario Libération hablaba del encuentro de la Barbie Première con la Barbie Princesa, y otros medios las comparaban con la figura mítica de Jackie Kennedy. Ojalá el destino de Carla Bruni y de Letizia Ortiz sea el de romper moldes, de forma similar a lo que hizo en su época Jackie Kennedy cambiando la imagen pública que debía tener la mujer de un presidente de EEUU.

Pero el tiempo ha pasado y los modelos de hace 40 años tienen que servir como estímulo y no para ser imitados. Ahora es el momento para que mujeres como Carla Bruni, Michelle Obama y también, por qué no, Letizia Ortiz definan un nuevo modelo de sus figuras institucionales y políticas. Espero que pronto sea así y la foto en cuestión se convierta en una rareza del pasado tan improbable en el futuro como lo sería ahora una foto de los paquetes de Zapatero y Sarkozy.

Francesc Escribano, periodista.