Dos 'errores' que nos crucifican

Nuestro ínclito presidente de Gobierno en su primera aparición solemne posvacacional soltó dos cargas de profundidad que conviene tener muy en cuenta para preparar nuestro futuro o para protegernos contra el futuro que nos prepara. No sería inteligente tomar su show televisado a la ligera ni tratarlo como una chanza más, ni centrarse en lo superficial o en animadversiones o adhesiones epidérmicas.

La menor de las cargas surgió cuando Pedro Sánchez conminó una vez más a la "oposición", sea lo que sea eso, a admitir el resultado democrático de las últimas elecciones. Es decir, a admitir su perpetuación en el Gobierno con los apoyos actuales, todos, porque a todos necesita, de aquí a Teruel, ya que eso votaron la mayoría de los españoles, y a dejar de oponerse (tarea de la oposición) para apoyar al engendro caleidoscópico, o a él mismo, porque, si no, "no se es demócrata". Si realmente eso piensa, comete un tremendo error que, precisamente, atenta gravemente contra el espíritu de una democracia libre moderna. A un presidente de Gobierno de una Nación occidental mediana y del grupo de las más prósperas mundiales se le presupone el nivel cultural y de inteligencia para saber que una democracia es mucho más que un sistema de elecciones periódicas con más o menos libertad de expresión e información. Por ejemplo, requiere un método electoral racional en la representatividad y, mucho más importante, una masa de votantes con libertad plena de elección, pero siempre desde la información y el conocimiento razonable de lo que se le propone, nunca radical y groseramente engañados. Pues bien, un número indeterminado pero nada despreciable de votantes votaron a Pedro Sánchez, y decimos bien Pedro Sánchez, pues personalizó la campaña, porque prometió que jamás pactaría con Podemos ni se apoyaría en los destructores de España y el bien común. Y lo hizo con frases innecesariamente tajantes y definitivas (como que le quitaba el sueño la mera idea de gobernar con Podemos, ahí están hemerotecas y youtubes). Pocas promesas, pocos compromisos fueron tan contundentemente adquiridos ante los votantes... en la historia de la Democracia española. Pero la misma noche del día electoral ya tenía preparado el plan para crear un Gobierno de coalición con Podemos. Grandiosa estafa democrática, la más burda que recordamos. Creó un Ejecutivo antitético a lo prometido con los apoyos que había repudiado solemnemente. Como resultado de ello, el Gobierno actual no representa la realidad democrática de la sociedad, ni muchísimo menos. Cuantitativamente, tan sólo un 38,18 % del cuerpo electoral figura en este Ejecutivo. De muchos de los cuales se puede dudar, democráticamente, que hubiesen tenido la misma actitud de no haber existido el compromiso trascendental del presidente Sánchez que resultó ser un gigantesco engaño atrapa-votos. También muchos abstencionistas hubieran actuado distinto de saber que Pedro Sánchez engañaba radicalmente, por eso los tenemos en cuenta. Pero además existe el agravante de que la creación de este Gobierno ha permitido dar poder, no a alternativas ordinarias en una dinámica democrática, sino a grupos muy minoritarios de enclave territorial radicalmente atentatorios al bien común de los españoles y que provocan un rechazo absoluto y transversal de los votantes demócratas (secesionistas, protoracistas, protogolpistas, filoterroristas, etc...). En resumen, la visión de nuestro presidente de la democracia española es que la única vía demócrata es aceptar su engaño táctico, pero brutal, y que la sociedad masivamente respalda el engaño. Si aceptamos eso estamos poniendo un clavo de oro en el ataúd de una real democracia en España, y entramos en un régimen antidemocrático con puertas abiertas hacia el totalitarismo. Un sistema de libertades necesita de un mínimo respeto a la verdad y a los compromisos.

La segunda carga de profundidad, que pasó bastante desapercibida, fue cuando definió la labor de Gobierno. Ésta consistiría, según Sánchez, en orientar, apoyar, ayudar y colaborar con las decisiones que tomase cada región por su cuenta. Justo lo que hace la Comisión Europea con los Estados miembros de la UE, con sus enormes fallos (¿euroorden?) y limitaciones. Pero la UE es un acuerdo entre Estados mientras que España es, o fue pero debe ser, una entidad política compacta que es obligado gobernar.

El presidente Sánchez, con esa declaración, su apelación a la nueva cantinela de la cogobernanza, y las decisiones aberrantes sobre el Estado de Alarma o la entrega del uso del ejército nacional, estaba profundizando enormemente en el desguace de España, en la desaparición casi total del Estado en muchas regiones, y avanzando a pasos de gigantes en la ingobernabilidad de España y en la desigualdad en prosperidad y libertad de sus ciudadanos. No era un anuncio de "no medidas" coyunturales ante la crisis sino una declaración de camino de Gobierno hacia una España de cacicatos. Un posible entierro definitivo de una España de ciudadanos unidos, libres, iguales y solidarios. Para el que esto firma anunciaba una vía de destrucción hasta el colapso final.

Enrique Calvet, presidente de ULIS y exeuroparlamentario

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