Dos jóvenes tratan de subvertir el significado de ‘disidente’ en Cuba

Luis Manuel Otero y Yanelis Núñez Leyva crearon el Museo de la Disidencia en Cuba. Credit Hannah Berkeley Cohen para The New York Times
Luis Manuel Otero y Yanelis Núñez Leyva crearon el Museo de la Disidencia en Cuba. Credit Hannah Berkeley Cohen para The New York Times

“Disidente” es un término cargado en Cuba, una etiqueta usada para desacreditar y castigar. Quienes han sido calificados así pueden ser rechazados de empleos en el sector público y suelen ser sometidos a golpizas y detenciones arbitrarias.

Este año, viendo que las expectativas de los cubanos han sido recalibradas tras la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, Luis Manuel Otero y Yanelis Núñez Leyva, una pareja de La Habana, consideraron que era el momento propicio de redefinir lo que significa ser un disidente. Crearon el Museo de la Disidencia en Cuba, un sitio web que reseña a las personas que se han opuesto al gobierno a lo largo de la historia.

Entre los disidentes están el presidente Raúl Castro y su hermano, Fidel, quienes tomaron el poder a través de una revolución armada, junto con destacados líderes de algunos de los grupos opositores que han sido reprimidos por el gobierno cubano. El proyecto lleva un mensaje implícito: la clase que gobierna actualmente, aunque parezca estar arraigada en el poder, probablemente será remplazada algún día.

Otero, quien es escultor, ya había empujado los límites la libertad de expresión con su trabajo artístico. Pero la participación de Núñez en el proyecto es un gesto particularmente valiente porque cuando lanzaron en abril, ella trabajaba como escritora para una revista publicada por el Ministerio de Cultura.

“Intentamos desmontar el significado peyorativo que tiene la palabra disidente en Cuba”, explicó Núñez en una entrevista sobre el museo. “Pretende ser un espacio de diálogo”.

Hace algunos años, una iniciativa como esta habría marginado inmediatamente a sus creadores. Sin embargo, Núñez tenía la esperanza de que, ante la disminución del miedo y la autocensura, sus supervisores quizá lo dejarían pasar. A fin de cuentas, la página no está vinculada con los grupos disidentes ni desafía directamente a las políticas gubernamentales.

No obstante, a fines de mayo quedó claro que Núñez tendría problemas. Después de reunirse con el vicepresidente de cultura, su jefe le dijo que le convenía renunciar debido a su participación en este proyecto. Ella se rehusó, así que le dijeron que se tomara dos semanas de vacaciones. Antes de que su permiso se terminara fue suspendida sin pago durante un mes, a la espera de los resultados de una investigación que buscaba determinar si, durante su horario de trabajo, ella visitó sitios web que no eran relevantes para sus labores profesionales.

Fue despedida el primero de julio. Muchos empleados del Estado cubano que han tenido pleitos similares con el gobierno han elegido irse discretamente. Esto no ocurrió con Núñez, quien decidió impugnar la decisión.

“Aunque no gane, de alguna manera, yo pienso que hay que luchar”, explicó. “Lo que se vende es que aquí se respeta la libertad de expresión. Lo que estoy haciendo puede ser presión para que ellos cumplan las leyes”.

Luisa Campuzano, editora de Revolución y Cultura, la revista en la que trabajaba Núñez, no quiso hacer comentarios sobre el despido. “Es algo de lo que no vale la pena hablar”, opinó Campuzano en una breve conversación telefónica.

El mes pasado, un órgano de justicia laboral rechazó la impugnación del despido que interpuso Núñez. Ahora está apelando el caso ante un tribunal municipal, con la esperanza de que le asignen un juez dispuesto a desafiar el sistema. “El propósito del museo es noble”, declaró. “Con esa nobleza estamos seguros de que no podemos tener miedo”.

Ernesto Londoño es miembro del Comité Editorial de The New York Times.

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