Dos Rosalías

Hay dos Rosalías sonoras en nuestra cultura, la una ya lejana, muerta en 1885, y la otra muy reciente, casi una adolescente. La una poetisa y escritora y la otra cantante. ¿Qué las une, además del nombre? Las une su creatividad, aunque sea en campos distintos, pero, en el fondo, no tan distintos, y menos en un tiempo como el nuestro en el que diversos esfuerzos teóricos, empezando por los del impagable Raymond Williams, han intentado reducir las diferencias entre ámbitos culturales en apariencia muy separados: la cultura “seria”, por un lado, y la cultura “popular”, por otro. La concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan fue la confirmación de ese síntoma al que me refiero y yo mismo lo argumenté para esa ocasión en este mismo diario (EL PAÍS, 8-12-2016).

Rosalía de Castro, la escritora, fue una excelente poetisa en gallego y en castellano y en esta última lengua escribió un libro extraordinario titulado En las orillas del Sar, que apareció en 1884, un año antes de morir de un dolorosísimo cáncer. A pocos les caben dudas de que Rosalía, la cantante, sin apellidos, es una excelente compositora e intérprete y que acaba de publicar un disco aclamado en todo el mundo. Así que estamos ante dos creadoras, las dos sobresalientes, las dos mujeres, pero, ¿hay alguna cosa que las separe, más allá del hecho de que la una muriera hace siglo y medio y la otra sea casi una adolescente?

Sí, hay una cosa que las separa drásticamente y que tiene mucho que ver con uno de los temas cruciales de nuestro tiempo, y que no es otro que la segregación de las mujeres en la historia y, por tanto, su invisibilidad pública producto de esa marginación. Con toda seguridad, a la Rosalía de nuestro momento no le gustará saber la suerte que corrió su tocaya como poetisa en castellano, la lengua en la que escribió probablemente su mejor libro y el mejor de la poesía en español del siglo XIX, junto con las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer.

Cuando el capitoste Juan Valera organizó una vasta antología de la poesía española del siglo XIX —Florilegio la llamó—, no contó con ella. Cuando hizo un balance crítico de la poesía de ese mismo periodo, tampoco. Solo se refiere a ella de pasada, y más bien con indisimulado desdén. ¿Qué le llevó a tratarla así? No hay que darle muchas vueltas a la cabeza: lo que ocurrió, sencillamente, es que Valera no contó con Rosalía de Castro porque era una poeta mujer y, además, inclasificable por multicultural (escritora en gallego, escritora en castellano y, más aún, auténtica y verdadera, si se la compara con quienes, también mujeres, le arrebataban un puesto en ese escaparate de la época). El perfil mujer, por un lado, y el perfil escurridizo de la doble lengua y doble cultura, junto con el aval del que gozaba en Galicia, enorme, hicieron que Valera sacara a relucir la horrible vara de medir que dejó fuera de la poesía española de la época a la única poetisa de verdad de esa época.

En la misma línea, cuando el historiador de la poesía española del siglo XIX, José María de Cossío, publicó un tocho monumental sobre esa materia, también dejó en la estacada a Rosalía de Castro. Buscas y rebuscas en ese océano de páginas donde tienen cabida miles de mindundis de toda laya, y ni rastro de la poetisa más grande por ser autora del libro más grande, junto con el otro gran libro de la época, las mencionadas Rimas de Bécquer. ¿Por qué lo hizo? No hay secretos, no hay hermetismos, no hay más razón que la misma que le llevó a Valera a excluirla y desdeñarla: sencillamente, Rosalía de Castro era mujer y, además, era buenísima y verdadera, mezcla absolutamente explosiva, todavía hoy, creo.

Rosalía, la cantante, con un éxito tan descomunal, no ha sufrido por el hecho de ser mujer, al menos que nosotros sepamos. No creo que se le haya cerrado ninguna puerta por su condición femenina, y además cuenta detrás de ella a grandes cantantes —Ella Fitzgerald, Dusty Springfield, Cecilia, Rocío Jurado, Jony Mitchell, Mina, Barbara, Miriam Makeba, Mercedes Sosa— que han dejado una estela monumental en la historia de la música reciente y que han abierto para siempre esas puertas, las que podríamos llamar las puertas de la igualdad entre géneros en el ámbito de la creatividad artística.

Es evidente que ninguna poetisa de nuestro tiempo sufriría la exclusión que sufrió Rosalía por el hecho de ser mujer, pero no está de más recordar la penosa y escandalosa historia que he recordado aquí, y no por capricho, sino por mera dolorosa pedagogía: hace no mucho tiempo, pasaron y pasaban esas cosas, y, en cierto modo, esa vergüenza, aunque aparentemente lejana, todavía proyecta su sombra sobre nosotros.

Ángel Rupérez es poeta y escritor. Su último libro es Morir en Hiroshima (Evohé Ediciones)

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