Dr. Sánchez, climatólogo

El Ejecutivo aprobó (21/01) una «declaración de emergencia climática» demagógica de popa a proa. De treinta perlas declaradas evaluaré cuatro. Y llega.

Primera: Las ciudades de más de 50.000 habitantes deberán contar con zonas de bajas emisiones.

Andan algo despistados quienes se preocupan obsesivamente por la calidad del aire exterior en las ciudades siendo el verdadero problema la polución de interiores (profesionales o habitacionales) en los que pasamos el 80% de nuestra vida. EPA (United States Environmental Protection Agency) sitúa la polución del aire interior entre los cinco principales riesgos para la salud pública. Además, incluso manteniendo en las grandes ciudades la actual concentración de CO2 representará un riesgo menor que habitar una casa de piedra en la Sierra (emanaciones de radón) y calentarse al hogareño fuego de chimenea (nocivas micropartículas provenientes de la combustión de leña).

Segunda. El 100% de la energía que se consuma en el 2050 deberá ser renovable.

Según la International Energy Agency, teniendo en cuenta el parón nuclear e independientemente de las medidas que se adopten en Europa (que solo emite el 9% del CO2 mundial) en el 2050 las fósiles representarán aún el 68% de demanda global de fuentes primarias de energía.

El transporte aéreo doblará en volumen, aumentando las emisiones de CO2 entre 300% y 600%. El recurso a biocarburantes, no es fácil, reduciría escasamente al 50% las emisiones. China proyecta construir doscientos aeropuertos en diez años sin privarse de la tecnología clásica de keroseno. Financiaremos su enriquecimiento con nuestro empobrecimiento. La flota mundial de transporte marítimo podría emitir en ese horizonte temporal el 15% de gases con efecto invernadero. Teniendo en cuenta que la vida media útil de un barco es de 35 años, la reconversión acelerada se prevé ruinosa. Sustituir fuel pesado por gas licuado (solución de transición) o hidrógeno (solución definitiva) es una revolución que no todos los países están dispuestos a encarar en los plazos europeos.

En cuanto a fuentes energéticas, la creciente oposición, incluidos ecologistas, impide poner demasiadas esperanzas en los aerogeneradores, de suministro intermitente y bajo rendimiento de la capacidad instalada en tierra, doble cuando offshore (con la excepción danesa, solamente 11% de la potencia eólica instalada en Europa es marina). No es viable convertir el territorio en un parque de aerogeneradores, los pleitos por impacto medioambiental se multiplicarán. Sin olvidar que, al ser intermitentes, tanto eólicas como fotovoltaicas obligan a los usuarios a almacenar electricidad, por seguridad, en baterías y pilas pesadas y caras condicionadas por la disponibilidad de materias estratégicas.

Aconsejo al doctor Sánchez, metido a climatólogo, que empiece por enterarse de la ley de Jevons y, ya puesto, lea los fáciles libritos «Éoliennes: chronique d’un naufrage annoncé» -autoría de P. Dumont y D. de Kergolary- y «Éoliennes: la face noire de la transition écologique» de F. Bougle.

Tercera. Presentación de una senda para eliminar totalmente emisiones de gases con efecto invernadero de origen antrópico.

Hay correlación pero no prueba de que el cambio climático se deba a la concentración de CO2. El principal gas con efecto invernadero es el vapor de agua, condensable. El aumento de concentración de CO2 genera vapor de agua, vía calor-evaporación (fórmula de Clausius-Clapeyron), que retroalimenta positivamente (feedback loop). Las retroacciones positivas son explosivas al ir de más a más. Si no hubiera en la dinámica climática alguna variable de control natural que compensara negativamente la retroactivación positiva la vida ya habría desaparecido de la Tierra.

En media, el CO2 puede permanecer un siglo en la atmósfera al tiempo que el vapor de agua se disipa rápidamente. No obstante, con distribución espacial desigual, la cantidad global permanece prácticamente constante con ligera tendencia al alza (irrigación) y, al ser condensable, algunos aerosoles lo transforman en nubes que ejercen el doble papel de enfriar y calentar la Tierra. En cualquier día del año, entre el 50% y el 70% de la superficie del planeta está recubierta de nubes. Los aerosoles, a su vez, intervienen en el calentamiento/enfriamiento (desde los trabajos de Bjorn Stevens, menor enfriamiento del que se creía). Vapor de agua y nubes son bolsas de aerosoles. Estos tres elementos interactúan crucialmente pero de forma imprecisa, o ad hoc, en el parametrado de los modelos climáticos (ver mi artículo en Claves, enero-febrero 2020, «La difícil modelización sin una teoría más sólida del clima»). Resumiendo sintéticamente, CO2 y vapor de agua calientan la Tierra; es dudoso el resultado neto de las nubes; los aerosoles la enfrían.

Actualmente, aunque no carecen de coherencia interna gracias a las ecuaciones de la termodinámica y mecánica de fluidos, no hay ni un solo modelo capaz de realizar proyección fiable tomando en cuenta las retroacciones dinámicas de la secuencia calentamiento -CO2-calentamiento -vapor de aguacalentamiento-aerosoles-nubes- calentamiento / enfriamiento (por no hablar de la interacción océano-atmosfera o el ambiguo papel de los bosques). La mayoría de las proyecciones catastrofistas (hasta +7°C en el 2100 dependiendo de la concentración de CO2) se basan en parametrado de modelos climáticos que sobre-reaccionan amplificando la retroalimentación del vapor de agua en el calentamiento global, incapaces de proyectar correctamente el impacto de enfriamiento de cierto tipo de sistemas nubosos y otras dinámicas de retroacción negativa (las nevadas están aumentando la cantidad de hielo en el centro del Ártico). En fin, no sabemos en el futuro, pero, en el hemisferio norte, las ventajas del ligero calentamiento constatado, superan a los inconvenientes, que también hay.

Cuarta. Transformación hacia la neutralidad climática (sic).

España no necesita ninguna transformación hacia la neutralidad climática (sic) pues teniendo en cuenta la baja emisión relativa por habitante de los gases referenciados en Tokio junto con abundantes bosques, mares, orografía y cierres de centrales de carbón (que funcionan a fondo en Alemania, China, etcétera) capturamos aproximadamente 30% más CO2 del que emitimos. No perderé ni un minuto en demostrárselo a La Moncloa (ver mi artículo en Expansión, «¿Urgencia energética o climática?» 17/12/2019) pero, insisto, las medidas propagandísticas de emergencia climática que impulsa Europa, y este Gobierno acepta sumisamente sin chistar, significan exportar aire limpio, PIB y empleo e importar aire chino y paro.

Juan José R. Calaza es economista y matemático.

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