Dudas alemanas

Por Juergen B. Donges. Director del Instituto de Política Económica de Colonia, Alemania (ABC, 22/01/06):

POR primera vez en mucho tiempo, las previsiones económicas para Alemania, la mayor economía de la Eurozona, están siendo revisadas al alza. A finales del año pasado, los analistas esperábamos para 2006 un crecimiento del PIB, en términos reales, en el orden de un modesto punto porcentual. Ahora, las previsiones se sitúan en una banda del 1,5 por ciento al 2,0 por ciento (2005: 0,9 por ciento). Únicamente el nuevo ministro de Finanzas es más cauteloso, al vaticinar en el presupuesto federal de 2006, actualmente en elaboración, un incremento del PIB del 1,4 por ciento. Se conoce que Peer Steinbrück, a diferencia de su antecesor en el cargo, prefiere trabajar con una hipótesis prudente en vez de voluntarista, y de este modo asegurarse de que la realidad solamente pueda darle una sorpresa agradable; pues de haber un mayor ritmo de actividad, los ingresos impositivos en este ejercicio aumentarían más de lo proyectado y el abultado déficit público se reduciría.

Las previsiones son más optimistas por varias razones. Una es que la economía mundial mantiene un fuerte ritmo expansivo, a pesar del alto nivel de precios del petróleo, de unos desequilibrios globales por cuenta corriente notorios y de la incertidumbre continuada sobre la evolución de los tipos de cambio, especialmente la del euro frente al dólar y la del dólar frente al yuan chino. De este dinamismo mundial se beneficia la industria exportadora alemana, que gracias a los procesos de reconversión de plantillas y de relocalización de partes de la producción al extranjero, llevados a cabo en el pasado junto con innovaciones de productos en diversos sectores, goza de una excelente competitividad internacional.

Ahora bien, la exportación ya no es el único cilindro sobre el que revoluciona el motor económico alemán. Parece ser que va a entrar en función el cilindro de la inversión en bienes y equipo, que durante mucho tiempo renqueaba. Esto se debe a que las empresas exportadoras tienen que ampliar capacidades para poder atender la demanda, pero también a que las condiciones de financiación son holgadas, a que el nuevo Gobierno de la gran coalición ha introducido un tratamiento más favorable de las amortizaciones (hasta 2008) y a que además tiene previsto aumentar sustancialmente la inversión pública en las infraestructuras del transporte en los próximos cuatro años.

Lo más novedoso para el panorama favorable que se nos presenta es que el consumo privado, en estancamiento persistente desde hace varios años (nótese la diferencia con España), podría retomar alguna fuerza hacia finales de año. El motivo es que el Gobierno tiene decidido aumentar el 1 de enero próximo el IVA en tres puntos (del 16 por ciento al 19 por ciento) nada menos, y que cabe esperar que los particulares adelantarán la compra de artículos de consumo duradero con el fin de evitar el encarecimiento. Según una fórmula empírica en la economía alemana, un punto porcentual de incremento del IVA conduce a una subida del índice de precios de consumo del 0,45 por ciento.

Esta medida impositiva, por cierto, sin precedentes en la política fiscal de este país, pone en entredicho la continuidad del ciclo expansivo a ritmo acelerado. Lo que los consumidores gasten en el último trimestre de este ejercicio reducirá la demanda en el siguiente. El riesgo es que con el repliegue del gasto de consumo se vuelvan a deteriorar las expectativas de venta de las empresas y con ello su propensión a invertir. El motor de la coyuntura, en vez de descansar en tres cilindros, lo haría entonces de nuevo en uno. Alemania volvería a depender excesivamente de la evolución de la demanda exterior. Las previsiones de los institutos ya anuncian una clara desaceleración de la economía alemana, situando la tasa de incremento del PIB en 2007 por debajo del 1 por ciento; esto equivaldría a la actual velocidad de crucero, la más baja en Europa.

Sea como fuere, las mejores perspectivas coyunturales para el año en curso no nos deben tentar a echar las campanas al vuelo. Una cosa es que la demanda agregada se acelere este año, otra que los impulsos cíclicos coloquen la economía alemana en la senda de un crecimiento elevado y sostenido y la conviertan en una locomotora para la economía europea. Para conseguir esto es imprescindible profundizar en las reformas estructurales. Pero el Gobierno de Angela Merkel aún no ha diseñado un programa integral de reformas. Tampoco cabía esperar que lo hiciera enseguida, estando formado por una coalición contra natura, en la que los planteamientos conceptuales de cristianodemócratas, por una parte, y socialdemócratas, por otra, en diversos ámbitos de la política económica y social son muy distantes. No se vislumbra intento alguno de desregularizar el mercado de trabajo, de establecer unos pilares sostenibles para el maltrecho seguro social de la sanidad y de crear un sistema de impuestos moderno, eficiente y respetuoso respecto a la fiscalidad sobre las inversiones y el ahorro, que es de donde emana la creación de empleos y de riqueza en la sociedad. La tan necesaria consolidación presupuestaria arranca con el freno de mano echado. En este ejercicio, Alemania volverá a infringir con un déficit público excesivo el Pacto europeo de Estabilidad (por quinto año consecutivo), y no será hasta 2007 cuando se consiga reducir el déficit por debajo de la norma del 3 por ciento del PIB. Se tratará de un logro un tanto cuestionable, porque provendrá más que nada de la mencionada subida del IVA (un punto porcentual genera una recaudación tributaria adicional de unos 7.000 millones de euros), cuando se sabe que una consolidación presupuestaria creíble debería poner el énfasis en la reducción y la reestructuración del gasto público. Si el Gobierno no cambia de curso, me temo que habrá que esperar hasta que Alemania nos dispense alegrías económicas duraderas.