Echar al entrenador

La derrota de Nicolas Sarkozy muestra que la crisis económica en Europa tiene malas consecuencias tanto para los gobiernos de izquierdas como para los de derechas. El hecho es que los partidos de gobierno están perdiendo elecciones con mayor frecuencia que en periodos anteriores. En nuestro análisis de 63 elecciones en 29 estados-miembros y candidatos oficiales de la Unión Europea desde enero de 2004, los resultados electorales del partido del jefe del gobierno aparecen claramente relacionados con los resultados económicos inmediatamente antes de la elección, medidos por las tasas de crecimiento y de desempleo. En el conjunto del periodo, el partido del jefe del gobierno ha visto reducido su porcentaje de votos en cinco puntos, como media, en relación con la elección anterior. Pero desde que la crisis se hizo más visible con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, la pérdida media de votos es de 7,3 puntos porcentuales.

Las derrotas de los gobiernos se pueden explicar sobre todo por la situación económica en que se encuentran, más que por su ideología. Los partidos de izquierdas, que han sido derrotados con una frecuencia relativamente alta, han competido por su reelección en unas condiciones económicas relativamente malas. Queda abierta, sin embargo, la discusión sobre si la peor situación económica en la que se han encontrado se debe en parte a su previa gestión gubernamental.

Este tipo de tempestades no es completamente nuevo. En las democracias modernas las nuevas crisis financieras siempre han tendido a provocar alternancias de gobierno, con un punto alto durante la Gran Depresión del decenio de 1930. También la crisis de los noventa y el aumento paralelo de la integración europea concurrieron con el fin de largos periodos de dominancia de ciertos partidos, como los socialdemócratas en Suecia o los cristianodemócratas en Italia. Pero no fue inmediatamente evidente que la actual recesión perjudicaría a los partidos en el gobierno de turno. Hace solo unos pocos años algunos conjeturaron que la dimensión internacional de la crisis podría generar un giro a favor de los gobiernos, ya que los votantes podrían considerar que, dada su impotencia, no merecían ser castigados y buscarían refugio en los gobernantes como en otras situaciones de emergencia. Así, se podría haber esperado una reacción parecida a la que se observa con los desastres naturales, los ataques terroristas o las agresiones externas.

Pero contrariamente a esta hipótesis, los electores europeos parecen estar reaccionando a la frustración de unas expectativas largamente acumuladas acerca de los beneficios de la gestión gubernamental. En el periodo más reciente la creciente transnacionalización de las relaciones económicas ha debilitado aun más la capacidad de los gobiernos estatales de hacer frente a las dificultades económicas. Al mismo tiempo, los partidos tienden a converger en sus políticas económicas, en gran parte como resultado del poder creciente de las instituciones de la Unión Europea sobre los gobiernos estatales. Todo ello hace que las elecciones a nivel estatal sean cada vez menos relevantes para la decisión de políticas públicas y erosiona la confianza y el apoyo de los votantes a los gobiernos y a los partidos.

En esta situación los votantes europeos, en vez de refugiarse en lo malo conocido, parecen estar aplicando la táctica de echar al entrenador típica de los clubes deportivos tras las derrotas en partidos y campeonatos. Como se analiza en la emergente disciplina de la economía del futbol, el entrenador tiende a ser tomado como un chivo expiatorio. Los directivos, socios y seguidores de un club deportivo, como los electores a nivel estatal en nuestro caso, pueden ser conscientes de que el mal desempeño del equipo o de la economía se debe a múltiples factores que no pueden ser justamente reducidos solo a la mala gestión. Pero los entrenadores y los jefes del gobierno son castigados ritualmente precisamente porque los votantes ya no pueden creer en las promesas de futuro y el funcionamiento democrático regular requiere que los gestores y gobernantes den cuentas de sus resultados y alguien pague por las culpas.

Como suele ocurrir en los deportes cuando el fichaje de un nuevo entrenador produce solo un golpe de efecto, las elecciones de nuevos jefes de gobierno no parecen estar cambiando los resultados económicos en la mayor parte de los países europeos. De hecho, una mayor inestabilidad política puede incluso añadir un nuevo elemento de desconfianza y perturbación a los numerosos factores de la recesión económica y el alto desempleo. En muchas elecciones en los países europeos en los últimos años los electores han ofrecido al jefe del ejecutivo en sacrificio ritual. Pero si los cambios de partidos en el gobierno no mejorasen la capacidad gubernamental de hacer frente a la crisis de un modo efectivo, las ulteriores decepciones podrían aumentar aún más la frecuencia de las alternancias y la inestabilidad política e institucional.

Josep M. Colomer es catedrático visitante Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown, en Washington, y Pedro Magalhaes es catedrático visitante de la Fundación Luso-Americana en la misma universidad.

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