Si no estalla una guerra este verano en el Lejano Oriente o en Oriente Medio - improbable pero no imposible-,la situación económica mundial eclipsará los restantes acontecimientos del panorama mundial. E, incluso en el caso de que estalle una guerra, se tratará únicamente de una interrupción temporal del actual problema esencial, la crisis económica mundial. Los días 26 y 27 de junio, los países del G-20 se reunirán en Toronto, Canadá. Las fuerzas de seguridad han adquirido cañones acústicos antidisturbios (long-range acoustic devices,LRAD) que emiten un sonido infernal y pueden neutralizar a los manifestantes.
Ante el encuentro en ciernes, merece tal vez resaltarse otra cuestión: los ministros de Economía del G-20 han preparado diversas propuestas tendentes a la creación de un fondo de estabilización para futuras emergencias cuando los bancos deban ser salvados de nuevo de la bancarrota.
Es relativamente fácil recuperar dinero prestado a los bancos, pero ¿qué cabe hacer cuando hay que salvar a los países?
De todos modos, la cuestión más importante - sobre la cual será difícil alcanzar incluso un mínimo acuerdo-estriba en qué política general debe seguirse. Alemania, los Países Bajos y otros países europeos insisten enérgicamente en la necesidad de aplicar recortes presupuestarios y ahorrar para, al menos, no aumentar la deuda nacional y, si es posible, reducirla. Washington, por otra parte, cree en el gasto: un excesivo ahorro ralentizará la recuperación de la economía mundial. Y sólo si aumenta el PIB será posible reducir la deuda. Es lo que sucedió tras la Segunda Guerra Mundial. El gran error al hacer frente a la depresión mundial de 1929 fueron la deflación y la reducción del gasto, que paralizaron la economía mundial durante el decenio subsiguiente, hasta el estallido de la segunda guerra mundial.
¿Quién tiene razón, quién yerra? La respuesta breve es que ambas posturas aciertan; el problema consiste en encontrar el equilibrio adecuado entre ahorro y gasto. Y, en este punto, resulta patente que no existe una respuesta válida para todo; lo que puede ser acertado para un país podría ser un mal remedio para otro. El Gobierno alemán ha argumentado que su situación no se puede comparar con la de Estados Unidos, que su población envejece y disminuye y que, a menos que se ponga el acento en ahorrar para el futuro, el Estado de bienestar estará en peligro. Debe fortalecerse el euro, pero al tiempo los países de Europa deben estar en condiciones de competir en los mercados mundiales. ¿Cómo alcanzar tal objetivo?
Hay otros problemas que ni siquiera pueden debatirse en detalle en Toronto, a falta de tiempo y preparación. Uno de ellos se refiere a la regulación de la banca, privada y pública, para evitar una excesiva especulación. Europa (salvo Gran Bretaña) quiere adoptar medidas más estrictas que Estados Unidos.
Los últimos pronósticos sobre la economía mundial para el 2011 han sido mejores de lo que temían numerosos economistas. Afirman que el PIB de EE. UU. crecerá un 2,8% y el de la eurozona, un 1,5% (Alemania y Francia, un 1,7%; Italia, un 1,1%; España, un 1%, etcétera). No son cifras maravillosas, pero al menos las economías no se contraerán, excepto en Grecia.
Pero tales pronósticos no revelan la totalidad del panorama. La producción puede crecer, pero la situación del paro no mejora. Oscila en torno al 10% en Estados Unidos y lo propio ocurre en Europa...
El autor de estas líneas es suficientemente viejo como para recordar los días terribles de la última crisis económica mundial importante: calles con largas colas de parados, hambre y violentas manifestaciones, desmoronamiento de regímenes democráticos. Este verano, quien visite Europa no verá tales imágenes. Aunque han cerrado tiendas y comercios en calles y avenidas principales, la crisis ha tenido lugar en un estadio más elevado de desarrollo económico. Resulta tranquilizador, pero políticas económicas equivocadas podrían aún reservar desastrosas consecuencias en el futuro, tal vez en un futuro próximo.
Las decisiones vitales no se adoptarán en Toronto, sino antes y después, aunque Toronto constituirá una oportunidad para coordinar las políticas entre las principales economías.
La siguiente reunión del G-20 después de Toronto tendrá lugar en Corea del Sur, en noviembre de este año. Tal vez Corea del Sur podría enseñar una lección a las economías occidentales. El país fue golpeado, como otros, por el último bajón. Sin embargo, la economía ha seguido creciendo este año un 5% y crecerá el año próximo un 4%. Cuando la población advirtió la crisis, no atacó al gobierno sino que ofreció ayuda y voluntariado. La gente hizo cola para dar dinero y oro que tenía guardado a las autoridades. Las escenas eran conmovedoras aunque, desde el punto de vista económico, cabe dudar que los anillos de boda de los esposos Rhee y los demás se noten en términos macroeconómicos y en el hecho de que Corea del Sur tenga muy pocos multimillonarios y pocos pobres en el umbral más bajo de pobreza.
Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.