Economías en desarrollo y déficit financiero de largo plazo

Desde que se desató la crisis financiera global, la «banca» se ha convertido prácticamente en una mala palabra. Pero, aunque los bancos indudablemente tienen capacidad para infligir graves daños a las economías y el sustento de las personas, un sistema financiero bien administrado puede ofrecer importantes beneficios. Un creciente cuerpo de evidencia, resaltado en el reciente Informe sobre el desarrollo financiero mundial del Grupo del Banco Mundial, muestra que las instituciones y los mercados financieros tienen una profunda influencia sobre el desarrollo económico, el alivio de la pobreza y la estabilidad de las economías en todo el mundo, y que se justifica una evaluación pragmática del rol del estado en las finanzas.

Entre los aspectos visibles, la característica más inusual de la crisis financiera en curso es que las economías desarrolladas se han visto afectadas mucho más dura y directamente que las economías en desarrollo, muchas de las cuales han aprendido de crisis anteriores, ordenado su situación fiscal, avanzado en las reformas estructurales, y mejorado la supervisión y la regulación.

Pero esta distinción pierde de vista una cuestión más importante: la calidad de las políticas es mucho más importante que el nivel de desarrollo económico. Algunos sistemas financieros en las economías desarrolladas –por ejemplo en Australia, Canadá y Singapur–han mostrado una capacidad de recuperación encomiable, mientras que otros están en problemas.

Al mismo tiempo, concentrarse en la reforma financiera en las economías desarrolladas, si bien tiene su justificación, ha contribuido a fomentar la autocomplacencia en las economías en desarrollo. Por ejemplo, muchas enfrentan sus propias versiones del problema de las instituciones «demasiado grandes para caer» –reforzado por la crisis– pero han hecho poco para ocuparse del asunto.

Además, las medidas tomadas durante la crisis pueden haber ayudado a mitigar el contagio financiero, pero algunas no favorecen el desarrollo robusto del sector en el largo plazo. Muchas economías en desarrollo capearon la crisis, pero a costa de una enorme intervención estatal directa, mientras que sus sectores financieros carecen de amplitud y acceso.

La crisis financiera ha tenido un impacto especialmente profundo sobre la oferta de financiamiento con vencimientos de más largo plazo. En alguna medida esto es comprensible, teniendo en cuenta el foco en la liquidez y los flujos de capital de corto plazo. Pero la abrupta caída en la disponibilidad de financiamiento de más largo plazo está acentuando las vulnerabilidades del sector financiero.

Mientras que la participación en el mundo de las economías en desarrollo ha pasado de aproximadamente un tercio a la mitad durante la última década, las economías desarrolladas continúan dominando la oferta de financiamiento de largo plazo. El desajuste entre el horizonte temporal del financiamiento disponible y el de los inversores y emprendedores, en especial en las economías en desarrollo, es una fuente de vulnerabilidad que supone un impedimento al crecimiento.

Varios factores han disminuido la predisposición de los inversores a otorgar créditos de largo plazo. La crisis financiera redujo el apetito por el riesgo de los financistas privados, reduciendo el atractivo de la exposición de largo plazo. Los flujos netos de capital privado, en especial hacia las economías en desarrollo, han aumentado su volatilidad.

El capital privado, que constituye más del 90 % de los flujos de capital hacia las economías en desarrollo, continuará siendo la principal fuente de financiamiento de largo plazo. Pero la disponibilidad de capital de largo plazo parece haberse visto limitada, ya que los proveedores tradicionales de capital accionario para proyectos de infraestructura, por ejemplo, son menos capaces o están ahora menos deseosos de invertir. El financiamiento de los bancos también se ha visto restringido debido al desapalancamiento, en especial en los bancos europeos.

El nuevo paquete Basilea III de reformas bancarias mundiales puede aumentar aún más los costos para algunos prestatarios y reducir la disponibilidad de financiamiento, en especial para deudas de largo plazo. Los inversores institucionales, como los fondos de pensiones y las empresas de seguros de vida, con activos por más de $70 billones, son una importante fuente adicional de capital de largo plazo. Si bien esas inversiones en activos productivos de largo plazo, como la infraestructura, son esenciales para generar los ingresos que exigen estos inversores, menos del 1 % de los activos de los fondos de pensión se asignan directamente a proyectos de infraestructura.

Mientras tanto aumenta el ahorro neto en las economías en desarrollo y los menores rendimientos en las economías desarrolladas están proporcionando un incentivo a los inversores para canalizar más recursos hacia inversiones productivas en las primeras. Recientemente, varios bancos han logrado emitir bonos de largo plazo a tasas accesibles.

Otro desarrollo promisorio es el crecimiento de los mercados de bonos en moneda local. Estos mercados pueden convertirse en una sólida fuente de financiamiento para la inversión local de largo plazo, incluida la infraestructura, reduciendo así el riesgo para los prestatarios e inversores. Pero el desarrollo sólido y sostenible de estos mercados no puede tener lugar sin reformas institucionales y regulatorias que garanticen un entorno atractivo, además de la construcción de capacidades, tanto en el sector público como en el privado, para facilitar un mayor desarrollo del mercado.

La predisposición de los inversores a ofrecer capital durante plazos mayores para el desarrollo de infraestructura, la creación de empleos y el crecimiento económico depende de sus percepciones de los distintos tipos de riesgos. Los responsables de políticas pueden manejar estas percepciones mejorando la gobernabilidad en el sector público, garantizando una gestión macroeconómica sólida, promoviendo un marco legal transparente y que brinde apoyo a la actividad del sector privado, mejorando la capacidad para la gestión de la deuda, y protegiendo a los inversores contra las expropiaciones.

Alejarse de los enfoques estandarizados para las reformas financieras implica comprometer el tiempo y los esfuerzos necesarios para entender la economía política, así como para establecer asociaciones con representantes del gobierno, la sociedad civil y el sector privado. Estas soluciones a medida son fundamentales para impulsar el desempeño económico tanto en las economías en desarrollo como en las desarrolladas.

Mahmoud Mohieldin is Managing Director at the World Bank Group, and was formerly Egypt’s minister for investment. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *