Ecuador puede recuperar la democracia con su voto

Rafael Correa, al centro, flanqueado por Lenín Moreno y Jorge Glas, candidatos a la presidencia y la vicepresidencia, durante la convención del partido Alianza País en octubre. NYTCREDIT: Dolores Ochoa/Associated Press
Rafael Correa, al centro, flanqueado por Lenín Moreno y Jorge Glas, candidatos a la presidencia y la vicepresidencia, durante la convención del partido Alianza País en octubre. NYTCREDIT: Dolores Ochoa/Associated Press

Hace 10 años, una ilusión colectiva de alcanzar una democracia más participativa llegaba al poder en el Ecuador de la mano de Rafael Correa, un joven que sedujo a los votantes con su imagen de tecnócrata y su discurso de justicia social. Pero al poco tiempo de tomar posesión, el gobierno de Correa devino en un presidencialismo que cooptó todas las instituciones del Estado.

El modelo que está en juego se construyó más o menos del mismo modo que en otros países de la región afines al llamado Socialismo del siglo XXI: las instituciones propias de la democracia liberal fueron socavadas a través de sucesivas elecciones para ponerlas al servicio incondicional del liderazgo populista, mesiánico y autoritario de Correa. Con las elecciones generales de este domingo, el Ecuador se encuentra ante la posibilidad de enterrar este modelo político y restaurar una democracia plena.

Durante casi todos estos 10 años, el enorme ingreso de recursos generados por los altos precios del petróleo sostuvo con éxito al modelo. Se invirtió en espectaculares obras públicas y en generosos programas sociales enfocados a los sectores más pobres. Correa fue un caudillo que hizo prácticamente todo lo que se propuso en virtud de su inmensa popularidad y del apoyo de todas las instituciones que jamás pusieron límites a su poder ni fiscalizaron su gobierno, pero que le dieron una apariencia plenamente democrática.

El inmenso poder que amasó Correa le permitió también cumplir con su obsesión: acallar a la prensa independiente y crítica, lo que consiguió a través de una Ley de Comunicación hecha a la medida de su estilo agresivo de amedrentar a los medios y periodistas con insultos y demandas judiciales.

Pero ese modelo perdió su brilló y, por primera vez, existe la posibilidad de que se venga abajo precisamente de la misma forma en que subió al poder: en las urnas.

Según las más recientes encuestas, es muy probable que el candidato de Correa, Lenín Moreno, se vea forzado a participar en una segunda vuelta electoral. Según las leyes electorales ecuatorianas, el candidato que obtenga el 40 por ciento de los votos válidos —en los que se incluye a los nulos y blancos—, y una de ventaja de 10 por ciento sobre su inmediato seguidor gana automáticamente la presidencia. Hasta hace seis meses, ese escenario era perfectamente posible para Moreno.

Sin embargo, cuando apenas faltan dos días para que se abran las urnas, las predicciones son diferentes. Casi todas las encuestadoras independientes sostienen que existe una inmensa posibilidad de que haya segunda vuelta, en la que Moreno tendría que competir ya sea con Guillermo Lasso o con Cynthia Viteri, ambos derechistas.

¿Que pasó con el exitoso modelo donde el Estado asumió muchas de las necesidades de la sociedad a cambio de la renuncia de los ciudadanos a ciertas libertades y derechos? Lo primero fue el fin de la bonanza petrolera que provocó un bajón en la economía y el aumento del desempleo. Pero no ha sido la economía, como pensaron muchos analistas, lo que ha puesto contra las cuerdas al proyecto correísta, sino los escándalos de corrupción que han estallado en los últimos meses.

Los más importantes han sido el descubrimiento de un sistema de sobreprecios en los trabajos de modernización de la refinería de combustibles Esmeraldas y el develamiento de un esquema de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, que confesó haber pagado al menos 33,5 millones de dólares en sobornos a funcionarios del gobierno de Rafael Correa, incluyendo a Jorge Glas, actual vicepresidente y compañero de fórmula de Moreno.

Este hastío social, exacerbado por la evidente falta de independencia de los organismos supuestamente fiscalizadores, ha hecho que la popularidad de la candidatura de Moreno se desplome llevando al gobierno a actuar desesperadamente en las últimas semanas de campaña electoral. Correa ha dicho que las denuncias de corrupción son parte de un complot internacional que busca desestabilizar a gobiernos progresistas y que deben ser procesadas luego de las elecciones del domingo.

El presidente, además, se ha dedicado a hacer campaña, lo cual es ilegal, y ha aprobado medidas populistas de última hora como una alza salarial para profesores y la condonación de deudas para agricultores pobres.

Moreno, mientras tanto, ha evitado tratar estos temas y solo aparece en entrevistas cuando estas se hacen en medios de comunicación proclives al gobierno. Su estrategia es la de hacer la menor cantidad de ruido posible y llegar lo antes posible a las elecciones. “No puede hablar, no puede pronunciarse, no puede debatir, no puede tomar posiciones, no puede aparecer. Lo han forzado a guardar silencio”, ha dicho el politólogo y columnista Felipe Burbano.

Si este domingo Moreno y el gobierno no ganan en la primera vuelta, una segunda vuelta, a efectuarse en abril, resultará aún más difícil de ganar. Este escenario abre una ventana a la aspiración de reconstruir un sistema con instituciones democráticas independientes que garanticen que el poder no quede concentrado en un caudillo o en un partido único.

En cualquier contexto, esto será difícil: el modelo impuesto por Correa se ha segurado su permanencia por cinco años más nombrando funcionarios incondicionales al correísmo en instituciones clave como la Corte Constitucional, la Fiscalía y la Contraloría. Es probable que algunos de ellos sobrevivan al próximo gobierno.

Si Moreno es derrotado, el nuevo gobierno deberá buscar mecanismos democráticos para volver a lo que muchos sueñan: restablecer la independencia de los poderes para así garantizar los mecanismos de contraloría que permitan fiscalizar y castigar a los corruptos.

Si hace una década los votos en las urnas permitieron a Correa operar el desmantelamiento de la democracia funcional, su restauración parece estar nuevamente condicionada a lo que ocurra en ellas.

Martín Pallares es periodista ecuatoriano y miembro fundador del blog político 4pelagatos.com. Fue becario Knight en Stanford University 2009-2010.

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