Educación y respeto, retos de la Política

Hace un tiempo hice una reflexión sobre un tema sin fecha de caducidad, «La buena educación y el respeto», adecuada para los tiempos en que vivimos. La potencialidad de la inteligencia humana es extraordinaria, pero solo si está bien cultivada, desarrollada y orientada. No es casualidad que tantos avances positivos de la humanidad vengan de estudiosos y científicos. Proceden de una «buena» educación, de un cultivo que mejora nuestra vida y nuestra sociedad. Tiene razón Platón al argumentar que cuando falta la «buena» educación el género humano ofrece lo peor de sí. Sin esta explicación de Platón no se entendería cómo el género humano puede ser protagonistas de acciones maravillosas y geniales, y también terribles y malvadas. Una «buena» educación, o su ausencia, determinan esa contradicción.

La «buena» educación ayuda al respeto a los demás y al entorno en que vivimos. El respeto, expresado muy simplemente, consiste en no desear o hacer a los demás lo que no queremos que nos deseen o nos hagan a nosotros mismos. Debemos tener una conciencia y una ética que funcionen. Debemos buscar la armonía con el mundo y con sus habitantes. Nunca tenemos que olvidar que vivimos en una sociedad y que compartimos un espacio común. Eso no significa renunciar a nuestro recorrido personal, a nuestras diferencias y aspiraciones, porque esto es exactamente lo que necesita la sociedad para avanzar. La «buena educación» solo nos enseña que todo lo que legítimamente queremos hacer en plena libertad ha de tener siempre presente el respeto a los demás.

Si estas reflexiones sirven para todos, mucho más para un político, que tiene que dar ejemplo y debe respeto a la toda la sociedad. Pero en los últimos tiempo sucede lo contrario: la política es cancha de insultos, de peleas, de agresividad o agresión y falta de respeto. Además, estos comportamientos se convierten en el pan que nutre las redes sociales y muchos medios de comunicación, digitales y tradicionales, que los alzapriman al llenar sus espacios de polémicas y al difundir una creciente intolerancia. Al llamar la atención de las multitudes con este espectáculo intolerante se anula el espacio para la discusión civilizada, el debate educado sobre los problemas reales de la gente y la búsqueda de las mejores soluciones. Parece que la política se hubiese convertido en entretenimiento y los propios políticos, en protagonistas complacientes, pensando que eso gusta, transformando toda su acción en una estrategia de marketing guiada por las redes y los sondeos.

Pienso que, aunque la gente parezca interesada en esa suerte de espectáculo, en realidad una parte se radicaliza y la mayoría acaba perdiendo confianza y se aleja de la política. Una situación terrible, porque la Política, así, en mayúscula, es la actividad más alta e importante para progresar en civilización. En este debate, como en tantos, nos podríamos preguntar si viene primero el huevo o la gallina. Creo que, en general, el ejemplo y la educación del político son primordiales. Un líder, y esto ocurre también en el mundo empresarial, tiene que asumir su responsabilidad y saber que su comportamiento, su ejemplo, tiene impacto en la sociedad. Un líder no debe fomentar el desencuentro, la falta de respeto o el enfrentamiento. Un líder tiene que favorecer la concordia, la participación educada en el debate y el consenso.

El político está elegido por la sociedad y la representa. La sociedad delega en él la responsabilidad de encontrar soluciones a sus necesidades, y ese es su papel. En democracia los líderes políticos son varios y de distintos partidos, por lo que su responsabilidad es encontrar en el Parlamento los acuerdos necesarios para cumplir con los intereses de la sociedad, sin dejar de aportar cada uno sus valores. Para progresar se necesita dialogar, tener el máximo respeto por las ideas y las personas y encontrar el mejor compromiso, mirando siempre al interés general. No quiero decir que no existan políticos responsables, pero los vemos arrastrados por el método, muy poco dialogante, de hacer política que se está imponiendo en los últimos años. Ese modelo tiene que cambiar, porque mata a la Política. Anula las buenas intenciones de políticos válidos y el coraje y sentido de responsabilidad de aquellos que, viniendo de la sociedad civil, deciden aportar su experiencia. Se habla mucho de la importancia del trabajo en equipo, de la diversidad, de la colaboración, de la cooperación. Pues bien, eso es lo que necesitamos en política. Confiemos en que en todos los países realmente democráticos, antes o después -y yo espero que cuanto antes- prevalezcan los métodos y valores ejemplares que propugnamos.

No al radicalismo. No al fomento de la desconfianza. Sí a la buena educación, al respeto y al civismo.

Giuseppe Tringali es Vicepresidente Internacional Advisory Board IE.

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