Educación y servicio

Las múltiples leyes educativas españolas responden paradójicamente a un intento sincero por buscar mejoras, desde todos los ángulos ideológicos y desde todos los grupos sociales. De forma sucesiva, se han dado propuestas para fortalecer los conocimientos profundos (LGE), para asegurar la igualdad educativa (LODE), para integrar la diversidad psicológica individual (LOGSE) o para trabajar por competencias clave (LOE y LOMCE). Otra cosa distinta es si los resultados son los esperados en el interés creciente por medir los niveles educativos de forma global y comparativa (OCDE y PISA).

¿Qué le falta al sistema educativo? Centrados en lo estrictamente escolar, se puede perder un fin inicial: formar personas para mejorar la sociedad y cambiar el mundo. En la actualidad, como nos cuenta un estudio de Credit Suisse en 2015, el 1% más rico del mundo acumula más riqueza que la suma del otro 99% de la humanidad. Este dato cuantitativo se palpa en la creciente pérdida de seguridad económica y social tras los años de crisis. Este indicador justifica un gran descontento juvenil ante su futuro y la desconfianza hacia las instituciones políticas, económicas y sociales. La salida sencilla es volverse hacia uno mismo, los propios intereses y la lucha agresiva por el proyecto particular.

Ante un mundo que tiende al narcisismo, educar puede tener una razón clara y rotunda: el servicio comunitario. La educación por competencias que ahora se va implantando refuerza la idea de las posibilidades que aprender a aprender. La escuela no puede ser solo adquirir conocimientos sino generarlos y trabajarlos de forma activa. Esta forma de educar incluye múltiples inteligencias, como propone H. Gardner: matemática, espacial, lingüística, corporal, musical, ecológica, intrapersonal y, finalmente, interpersonal. Si esto es lo que queremos a día de hoy, ¿cómo crecer en la inteligencia interpersonal que puede ayudar a romper el aislamiento individual?

Puede dar la sensación de que ese aislamiento es inexorable. Podemos creer que la realidad está ya determinada y es inamovible. La economía, la genética, la tecnología o la confrontación ideológica no es algo que esté escrito en el destino, aunque muchos así lo crean. Podemos aportar algo nuevo y distinto como personas a toda la comunidad social y política española: la capacidad de cambio y apertura personal, la búsqueda de sentido vital y el aprendizaje profundo que se produce al compartir nuestro tiempo con otros.

Los centros, sean públicos, privados o concertados, tienden a vivir aislados en el ambiente social y cultural que les rodea. Cada profesor o profesora está solo ante su propio destino y presionado por la normativa vigente. Se engendra poca ilusión por construir una sociedad nueva, inclusiva y respetuosa. Sin embargo, con un proyecto de servicio donde se incluya la presencia, grande o pequeña, en otras realidades sociales abrimos su mente y cambiamos al alumnado, mucho más que por medio de leyes educativas. Los libros, sean digitales o no, son parte indispensable de la educación, pero hace falta que haya experiencia directa que nos impacte y nos ayude a pensar en el bien común.

Desde hace veinticinco años, el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid ha llevado a cabo una iniciativa pionera en España: para cursar bachillerato hay que hacer un año de «servicio» fuera del colegio en diversas asociaciones y entidades que muestran mundos distintos de exclusión y vulnerabilidad. Lo que normalmente se llama «voluntariado» se convierte en una asignatura obligatoria para aprender algo necesario en España: el servicio a los demás, el dar sin recibir nada a cambio y la búsqueda del bien común por encima de un proyecto personal.

En la escuela tenemos múltiples presiones, académicas, económicas, sociales, políticas… Un alumnado volcado en el servicio comunitario modela su carácter sin encerrarse en sí mismo y proyectándose desde la generosidad y el altruismo. Un alumnado puesto en otros marcos sociales reconoce que la sociedad se construye al mirar desde otras visiones. Un alumnado anclado en experiencias de alteridad acaba reflexionando que solo sale adelante si busca el bien común, no el propio interés de clase o de tribu. Algo de esto nos falta en la docencia porque no acabamos de comprender que la educación está llamada a generar un futuro distinto y mejor para todos.

Ante la fractura de confianza en las instituciones y el desgaste del sistema educativo, la formación en el servicio ofrece un modo de cohesionar y unir por medio de experiencias gratuitas concretas y directas. En esas acciones aprendemos a valorar al otro, nos implicamos por hacer su vida más digna y acabamos siendo personas para los demás. Entramos así en un Reino donde aparece una creatividad, colaboración y capacidad crítica no solo expresadas en los libros sino grabadas en lo más profundo del ser y del corazón.

Antonio J. España, director del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid.

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