Educar para pensar

En el campo de la educación, hay dos corrientes que se suelen contrastar. Una es la pedagogía tradicional y la otra, la pedagogía progresivista o constructivista. La idea principal dentro de esta última corriente es que el alumno debe estar activo en la búsqueda de la información. Se evita la clase dirigida por el profesor, prefiriéndose trabajar con proyectos, en grupo o individualmente, y mejor si el alumno ha elegido el tema él mismo. Se da menos énfasis al aprendizaje de los contenidos y más a los métodos de trabajo. Para criticar la educación tradicional, se dice que el mundo ha cambiado y que ahora se necesita una educación para el siglo XXI que incluiría tres capacidades o competencias que empiezan por la letra c: ser crítico, creativo y comunicativo. Estos tres conceptos parecen sofisticados, comparados con hablar de currículos, libros de texto y exámenes. Se rechaza la tradición escolar por memorística.

Educar para pensarVamos a acercarnos a las ‘competencias del siglo XXI’, estudiando la relación entre pensamiento y memoria en un ejemplo tomado del ajedrez. En una famosa investigación de los Países Bajos en los años 50, se trabajó con un tablero de ajedrez donde había piezas dispuestas, o bien de cualquier modo o bien según la fase de una partida. Los informantes debían intentar recordar la posición de las piezas. Se utilizó a dos grupos de informantes, uno de novatos en ajedrez y otro de expertos. El resultado fue que cuando las piezas estaban de cualquier manera ninguno de los grupos se acordaba muy bien. Cuando las piezas estaban dispuestas según cierta fase en una partida, los expertos superaron con mucho a los novatos.

La explicación de la superioridad de los especialistas es que dedican mucho tiempo a estudiar diferentes partidas. En particular, estudian las partidas jugadas por los maestros de ajedrez. Identifican diferentes jugadas con nombres especiales. Son capaces de acordarse de un número casi incomprensible de partidas. El haber automatizado su conocimiento les permite, por ejemplo, jugar simultáneamente contra veinte jugadores menos expertos. Ven una situación en el tablero y en seguida saben qué pieza deben mover. Es decir, utilizan su memoria para pensar o, dicho de otro modo, su memoria forma parte de su pensamiento.

Otra manera de explicar el lugar de la memoria en el pensamiento nos viene de la neurobiología. Para tener un nuevo conocimiento, el individuo tiene que realizar una actividad que deja huellas en el cerebro, lo que llamamos aprender. Aprender incluye repaso y ejercicios. Se habla de la ‘memoria a largo plazo’ para algo aprendido o ‘instalado’ en el cerebro. La ‘memoria a corto plazo’ se ocupa de los datos que nos llegan de nuestro entorno inmediato. Sin embargo, para interpretar la información que nos llega de nuestro entorno inmediato, necesitamos datos aprendidos con anterioridad. En otras palabras, la neurobiología enfatiza la importancia de los conocimientos previos para poder reaccionar de manera adecuada y pensar de manera eficaz.

El pensamiento crítico se presenta a veces como un pensamiento superior a otro pensamiento, pero para pensar de manera crítica primero hay que tener muchos conocimientos. Es imposible criticar algo sin primero conocerlo. Nadie puede pensar de manera crítica en el campo de la física sin primero aprender física. El pensamiento crítico puede consistir en descubrir un dato erróneo, una contradicción o la ausencia de una información necesaria para la argumentación. Todas esas funciones del pensamiento se basan en el conocimiento previo. Por eso, es contradictorio hablar de enseñar el pensamiento crítico sin insistir también en el aprendizaje.

Como ejemplo podemos mencionar una investigación estadounidense. Se dieron a diferentes grupos de adolescentes unas pocas líneas en las que se mencionaban los nombres de los generales Lee y Grant y la palabra ‘negociación’. Después se les preguntó a los jóvenes qué habían entendido. El grupo más flojo dijo que se trataba de unos militares. El único dato del que disponían los alumnos para interpretar el texto era que un general es un militar. Otro grupo dijo que los nombres de Lee y Grant estaban relacionados con la guerra de Secesión, que esta guerra se desarrolló en el sureste de los Estados Unidos y que, si se mencionaba la palabra negociación, quizá se trataba del final de la guerra. Ya que la guerra se desarrolló entre 1861 y 1865, quizá se trataba del año 1865 y, ya que las últimas batallas se llevaron a cabo en Virginia o en la cercanía, quizás el texto se refería a algo sucedido en 1865 en Virginia.

Se debe destacar que no existe ningún método de lectura que permita que el primer grupo entienda que estos generales realmente existieron. También se debe observar que los alumnos del segundo grupo habían entendido algo que no se desprendía de las palabras del texto, sino que utilizaban sus conocimientos previos. Entendieron que se trataba de algo real, pero probablemente no sabían si realmente hubo negociaciones. No hay ningún método crítico para resolver esa duda, sino que se necesitan conocimientos.

Se habla mucho de la creatividad como un talento importante, pero como en el caso del pensamiento crítico, no hay creatividad sin aprendizaje previo. Los padres de Mozart y de Picasso eran profesores que enseñaron a sus hijos desde muy pequeños lo esencial de su arte y los obligaron a practicar. La posibilidad de crear un estilo propio viene después de haber interiorizado lo desarrollado por los predecesores. Sería ridículo decir que alguien sería muy creativo tocando el violín si hubiera aprendido a tocar el violín.

Nadie crea desde la nada. Lo creativo puede ser combinar dos elementos que no suelen aparecer juntos. Por eso, cuanto más alguien sabe, más probable es que pueda encontrar una nueva combinación. Además, para contar como creativo, un invento debe ser a la vez nuevo y relevante en el contexto, y solo alguien que conoce el campo en cuestión sabe qué es relevante.

La tercera habilidad de moda es la capacidad de comunicar. Quizá pensamos en los periodistas como la profesión que más comunica, pero entonces nos olvidamos de los profesores. Antes de poder comunicar algo, un profesor debe conocer bien la materia, porque solo así va a poder dar énfasis a lo esencial y adaptar la enseñanza al nivel de comprensión de los alumnos. No hay ningún método que nos permita comunicar algo de manera adecuada y eficaz sin conocer el tema.

En otras palabras, enfocar el aprendizaje sigue siendo fundamental en la educación. Tener conocimientos es la base para poder ejercer tres habilidades altamente valoradas en el siglo XXI como son el pensamiento crítico, la creatividad y la comunicación.

Inger Enkvist es hispanista y catedrática de español en la Universidad de Lund (Suecia).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *