EE.UU.: ¿quién ganará la carrera?

Los dos candidatos a la presidencia estadounidense corren la última vuelta de una carrera larga, demasiado larga. La mayoría de expertos consideran que el presidente Obama se halla mejor situado para alzarse con la victoria, a menos que acaezca un grave cataclismo económico en octubre como una quiebra en Europa o la de algunos bancos de primera fila. Los sondeos de opinión indican que ambos contendientes corren prácticamente a la par. Siete de los principales sondeos de opinión estadounidenses indican que Obama va en cabeza mientras que tres sitúan a Romney en primera posición. Pero en ambos casos se trata de una posición preferente de alrededor de un 1-2% y tal ha sido la situación a lo largo del verano. La experiencia enseña que cualquier porcentaje inferior al 4% pertenece al terreno del podríamos estar equivocados...

El candidato en el poder en la coyuntura electoral normalmente lleva ventaja. Pero Obama no ha sido afortunado porque su presidencia ha coincidido con una crisis económica. Aunque últimamente aumenta la demanda de vivienda y la agricultura va adelante pese a la sequía, se trata de una pequeña mejoría. Lo mismo puede decirse del paro. Las perspectivas de un repunte espectacular son asimismo reducidas y por esta razón los ganadores de las próximas elecciones no son de envidiar.

Las expectativas del electorado son elevadas, pero las posibilidades de que una nueva Administración cumpla lo que se espera de ella no son precisamente inmejorables. Quienes accedan al poder habrán de adoptar medidas impopulares, se producirán desengaños y los ganadores en noviembre podrán, por tanto, perder popularidad de forma gradual e incluso quedar apartados del poder durante mucho tiempo. Y tal eventualidad puede aplicarse evidentemente no sólo al caso de Estados Unidos, sino también a la mayor parte del mundo occidental. Está sucediendo en Gran Bretaña y sucederá probablemente en Francia y en otras partes.

En tales circunstancias, ¿por qué los republicanos no triunfan en mayor medida? Su candidato carece de carisma. No es buen orador y mete la pata con frecuencia. Buena parte de estadounidenses le consideran más preparado que Obama para resolver la situación económica, tal vez porque le ha ido muy bien engrosando su propia fortuna. Pero buena parte cree que siendo una persona muy rica no está al corriente de la suerte del ciudadano medio y de sus problemas; sobre todo, de la clase media. Alrededor de un 80% de los estadounidenses creen, con razón o sin ella, que pertenecen a la clase media y su situación ha empeorado en los últimos 20 o 30 años. Romney ha declarado repetidas veces que rebajará impuestos a los ricos porque ello beneficiará la economía. Pero tal razonamiento no ha convencido a la mayoría, pues a los muy ricos les ha ido muy bien en las últimas décadas, a diferencia de la situación económica general.

Si bien Romney no es ultraderechista, se ha desplazado hacia la derecha para conseguir el apoyo de este sector del partido. Pero con ello ha suscitado la animadversión de las mujeres por su oposición al aborto, postura que no sostuvo anteriormente. También ha provocado la animadversión de población negra e hispana que en Estados Unidos no cesa de aumentar: todo esto tiene un peso directo en el resultado de las elecciones. Romney no ha demostrado interés en la política exterior, como tampoco el electorado. Ha mostrado mayor severidad y dureza con respecto a China y Rusia, pero es posible que tal actitud cambie una vez en el poder.

Sin embargo, mientras que sus posibilidades deberían ser magníficas, lo cierto es que no lo son, no desde luego entre los apostantes. Sus posibilidades deberían ser mejores sencillamente porque, a diferencia de Obama, no se le responsabiliza de la situación económica. Ahora bien, Obama tampoco puede estar seguro de la victoria por optimistas que se muestren sus consejeros y asesores.

Suele decirse en Washington que Obama ha dado la impresión de ser un presidente débil por no adoptar decisiones firmes y resueltas. Hubo de poner buen cuidado en no contrariar a ningún sector importante del electorado dado que optaba a la reelección. La actual campaña electoral dio comienzo, de hecho, una semana después de la elección de Obama en 2008. Algunos apuntan que todo esto sería distinto si Obama sale elegido en noviembre ya que no puede ser elegido una tercera vez y no ha de preocuparse en el futuro de si contraría a quienes le apoyan.

No obstante, este razonamiento no es muy convincente, porque aun si Obama resulta elegido, el poder del presidente sigue siendo limitado y parece improbable que su partido obtenga una mayoría en la Cámara de Representantes. Es posible que Obama esté dispuesto a adoptar decisiones firmes y resueltas, pero ¿podrá hacerlo?

Tal es, pues, la situación dos meses antes de las elecciones. Dos meses pueden ser mucho tiempo en política y pueden cambiar muchas cosas. Pero no es seguro en absoluto que cambien. En pocas palabras, únicamente personas valientes y osadas experimentarán el deseo de aventurar un pronóstico. O bien lo harán al modo de los oráculos sibilinos o de Nostradamus, con tantos peros y condicionantes, con tantas expresiones prolijamente redactadas y tan crípticas y poco claras que todo el mundo, en última instancia, se quedará igual.

Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa.

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