EE.UU. y la conferencia de Siria

Las perspectivas sobre la conferencia internacional de paz propuesta por Estados Unidos y Rusia para solucionar el conflicto sirio son sumamente reducidas. Y eso suponiendo que la conferencia, efectivamente, se convoque. Tanto el régimen sirio como la oposición consideran que hacen progresos en el plano militar y confían igualmente en que seguirán haciéndolos. Ninguno de ambos bandos está dispuesto a hacer las concesiones necesarias para una solución negociada y menos aún una que tenga siquiera una remota posibilidad de durar. En consecuencia, ¿por qué entonces siguen adelante Estados Unidos y Rusia con la conferencia?

El secretario de Estado, John Kerry, y otros funcionarios estadounidenses afirman que la postura rusa sobre Siria ha cambiado, lo que significa que existe una disposición a aceptar la partida del presidente sirio Bashar el Asad como resultado firme e inequívoco de un proceso de transición, si no su condición previa. Sin embargo, hay escasos datos que permitan corroborarlo. Por el contrario, es Estados Unidos quien ha cambiado de postura. Después de haberse distanciado del comunicado de Ginebra que aprobó con Rusia casi inmediatamente después de firmarlo el 30 de junio del 2012, EE.UU. lo ha confirmado once meses después como hoja de ruta hacia una nueva Siria y como marco de una solución política, sin pronunciarse sobre modificaciones concretas.

¿Por qué Estados Unidos está dispuesto ahora a seguir adelante con un marco sobre la cuestión del que se desentendió hace casi un año? ¿Qué espera? Oficialmente, Kerry advirtió el 22 de mayo que “en caso de que el régimen de el Asad no esté dispuesto a negociar en Ginebra 1 de buena fe”, Estados Unidos podría considerar la posibilidad de aumentar el “apoyo a la oposición a fin de que las fuerzas opositoras puedan luchar por la libertad de su país”. Sin embargo, de hecho, Estados Unidos ha llegado al límite de lo que está dispuesto a hacer en Siria y al parecer se está preparando para la posibilidad de tener que buscar una solución negociada basada en gran medida en términos ampliamente establecidos por el régimen de El Asad, Rusia e Irán.

Ciertos indicios parecen sugerir lo contrario, pero puede tratarse de ser una impresión equivocada. Respondiendo en parte a la presión de Estados Unidos, la Unión Europea levantó parcialmente el embargo sobre la exportación de armas a Siria el 27 de mayo, permitiendo a gobiernos individualmente considerados a armar a la oposición. La ley de Apoyo a la Transición de Siria, aprobada por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos el 21 de mayo para su presentación ante el Senado y el Congreso estadounidenses, allana también el camino al “aumento de apoyo letal y no letal” a los miembros de la oposición siria, incluidos “material de defensa, servicios de defensa y entrenamiento militar”.

El suministro directo de armas estadounidenses y europeas a los rebeldes sirios representaría sin duda el envío de una potente señal política, pero no es seguro que vayan a suministrarse armas en absoluto. La ley de Apoyo a la Transición Siria no es vinculante y es posible que no sea aprobada por el Congreso y el Senado de EE.UU., en tanto que los países miembros de la UE han acordado no “seguir adelante con la entrega (en esta fase de la situación)” de equipamiento que había sido bloqueado a pesar del relajamiento del embargo de armas.

En cualquier caso, la exclusión de misiles antiaéreos portátiles avanzados significa que el impacto militar tangible de un suministro de armas de Estados Unidos y Europa sería probablemente más táctico que estratégico y evolucionaría únicamente de forma gradual. Difícilmente va a significar un cambio de panorama susceptible de obligar al régimen de el Asad a aceptar las condiciones exigidas por la oposición y por los Amigos de Siria para participar en la conferencia internacional.

Los Amigos de Siria tienen escaso margen para una nueva escalada. La ley de Apoyo a la Transición Siria, por ejemplo, declara explícitamente que no puede “interpretarse como una autorización del uso de la fuerza militar por parte de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos”. Esto bloquea no sólo el despliegue de tropas de tierra, cosa que según Kerry no entra en las intenciones de la Administración estadounidense, sino también el uso de fondos necesarios para aplicar la zona de exclusión aérea o amparar los refugios seguros en el interior de Siria. Y sin una aportación importante de Estados Unidos, ni la Unión Europea ni la OTAN emprenderán acciones militares de esta naturaleza.

En cualquier caso, Rusia envía igualmente advertencias enérgicas en el sentido de que no permitirá una intervención militar patente y manifiesta por parte de los Amigos de Siria contra el régimen de El Asad. El 16 de mayo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, anunció que su país tiene la intención de continuar con el envío de sofisticados sistemas de misiles tierra-aire S-300 a Siria y posteriormente se informó de la entrega de misiles antibuque Yakhont dotados de sistemas avanzados. Aunque sean ciertas otras informaciones que dicen que Rusia ha suspendido o cancelado el contrato relativo a los S-300, se ha conseguido el efecto preventivo. Por si fuera poco, una docena de buques de la flota rusa del Pacífico se han unido a su flotilla naval frente a la costa norte de Siria.

En estas circunstancias, la conferencia internacional de paz sólo triunfará si se acuerda que El Asad se mantenga en el cargo hasta el final de su mandato en mayo del 2014. De hecho, es casi seguro que el Asad reclame el derecho a presentarse en las próximas elecciones, mensaje que ha lanzado en una serie de entrevistas en los medios de comunicación desde principios de marzo. Se trata de algo imposible a ojos de la oposición y los miembros principales de los Amigos de Siria, conocidos informalmente como el Grupo de los 11, pero habrían de ceder si persiguen un resultado negociado.

Será difícil, pero no imposible, que el Grupo de los 11 acepte que el Asad siga siendo presidente hasta las próximas elecciones presidenciales, sobre todo si la fecha se adelanta. La Coalición Nacional Revolucionaria Siria y las fuerzas de la oposición siguen planteando la partida de al Asad como requisito previo de conversaciones de paz, pero esto también habrá de cambiar si son invitadas a la conferencia de paz. La larga lucha para volver a alcanzar un equilibrio interno entre facciones desde el mes de marzo refleja un intento por parte de Qatar y Arabia Saudí –miembros ambos del Grupo de los 11– de mantener un control estrecho sobre la Coalición y garantizar el cumplimiento de los objetivos que persiga el Grupo de los 11 en la conferencia de paz.

Estados Unidos, de modo patente, no está dispuesto a esforzarse más en la crisis siria. Intenta rebajar su participación al tiempo que se centra en el logro de un acuerdo sobre el expediente nuclear iraní. Cuando Kerry subrayó que el presidente Barack Obama “no ha considerado otras alternativas” en relación al enfoque y carácter del apoyo estadounidense a la oposición siria, declaraba efectivamente que Estados Unidos –y por extensión sus aliados– no emprenderá lo que la oposición no pueda lograr por sí sola mediante la ayuda que se le proporciona.

Estados Unidos no se lavará simplemente las manos con respecto a la crisis siria ni abandonará abiertamente a la oposición pero, al involucrar a Rusia en un esfuerzo conjunto, difumina la responsabilidad de aceptar un resultado de la conferencia al que se ha mostrado opuesto hasta ahora. La Coalición Nacional podría encontrarse en una posición muy aislada, con menguante interés y apoyo internacional e incluso en una situación de mayor dependencia respecto de los intereses y el orden del día de sus dos principales apoyos árabes, Qatar y Arabia Saudí. En caso de coincidir con las opciones preferentes de Estados Unidos, a la Coalición Nacional no le quedará más remedio que seguir su ejemplo.

Yezid Sayigh, investigador asociado del Centro Carnegie sobre Oriente Medio, Beirut.

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