EEUU entra en modo electoral con Florida (y Venezuela) como claves

La democracia en EEUU se vive como en pocos lugares. Es única, como en ese invento de los colegios electorales: muy grosso modo, la pelea es en cada región y cada región tiene una cantidad de votos asignados que al final se suman para ver quién es el ganador nacional. Por ejemplo, Hilary Clinton fue más votada en 2016 que Donald Trump, pero perdió en las principales circunscripciones. La tierra del Tío Sam también es un oasis para el bipartidismo: esa especie en extinción a nivel mundial aquí sigue tan en boga que el Partido Demócrata tiene 23 aspirantes presidenciales que se medirán en primarias.

En las democracias europeas, en donde los acuerdos políticos ya se asemejan a un juego de “Tetris” en el máximo nivel, es impensable una campaña presidencial casi dos años antes de las elecciones. Pocos días después de ganar en 2016, Trump comenzó la recolección de fondos para la reelección y se despachó en una gira de 67 mítines que se ha mantenido durante toda su presidencia.

A un año y cuatro meses de las elecciones del 2020, Trump ya ha recaudado más de 100 millones de dólares. Y lo que falta. En EEUU una campaña es un negocio muy costoso que se convierte en una carrera de quién consigue más dinero. Barack Obama recaudó más de 778 millones de dólares en 2008 contra los más de 383 millones de dólares de John McCain. Cuatro años después, consiguió más de mil millones de dólares, aunque su nuevo contendiente, Mitt Romney, obtuvo más de 992 millones de dólares.

Luego llegó Trump y rompió todos los paradigmas, incluyendo éste. Se quedó en casi 647 millones de dólares en 2016 mientras su rival Hilary Clinton rozó los 1.200 millones de dólares, pero el magnate se aprovechó de la publicidad gratis: las interminables horas que le dedicaron los medios de comunicación. Trump lanzó el anzuelo con sus extravagancias y la prensa mordió como piraña hambrienta. Las ansias del click y del rating.

Trump también se ha beneficiado de su enorme cuenta bancaria. En la contienda del 2016 se sacó del bolsillo 66 millones de dólares. Además, también iba por la casa las horas de vuelo en el jet privado y los mítines en los numerosos resorts que el empresario tiene regados por el mundo. Esa inversión se puede considerar amortizada. Legalidades aparte, la “marca Trump” es ahora conocida en todo el planeta, los apartamentos se venden como pan caliente y los hoteles viven a tope, sobre todo el que queda a la vuelta de la esquina de la Casa Blanca. La presidencia como un negocio.

Pero al táctico Trump las cuentas no le están saliendo, al menos por los momentos. La economía va bien, pero para los ricos. De hecho, quienes saben del asunto esperan un estallido pronto. ¿Antes o después de las elecciones? Eso será crucial. Lo cierto es que las masas comienzan a darse cuenta de que el piso de los millonarios es casi impermeable y solo permite que caigan migajas a sus bolsillos. Sobre todo por eso los candidatos demócratas está arriba del presidente en las encuestas.  Las primarias suelen cambiar las expectativas previas, pero la enorme ventaja del exvicepresidente Joe Biden sobre el resto de sus correligionarios le convierte en la principal apuesta para noviembre 2020.

El país está dividido: un poco más de la mitad desaprueba a la actual administración. Por eso Trump se ha volcado en Florida. Este estado es uno de los principales por tener una gran cantidad de votos en el colegio electoral. Tradicionalmente, sus habitantes pasan de un partido a otro. En las metrópolis ganan los demócratas y en las zonas rurales los republicanos, pero el truco está en no perder por tanto. Es a lo que apunta Trump: a minimizar el golpe en Miami, la gran ciudad de esta región.

¿Qué puede decidir el voto en Miami y en otras ciudades como Orlando? Venezuela, pero no por los venezolanos. Aunque cada vez haya más, todavía no deciden una elección. Es por los cubanos, que sienten el tema como propio y son la principal minoría en la zona. El problema es que cualquier cosa que no sea Maduro fuera del poder será visto como una derrota de Trump. Ni siquiera darle estatus protegido a la diáspora venezolana mitigará esto.

Algo tendrán que hacer los republicanos. Ahora explotó la crisis en Irán. Ese conflicto no le gusta a Trump porque no se resuelve a corto plazo sin una guerra interminable, hace que suba el precio del petróleo y no gana votos. El rubio comenzó oficialmente la campaña en Orlando, al norte de Florida, pero sin tocar mucho el tema Venezuela. Hay reportes de que está perdiendo la paciencia al respecto y está frustrado. Sin embargo, pocas horas antes del pistoletazo de salida electoral, el vicepresidente Mike Pence estuvo en Miami para encabezar la despedida de un buque hospital que zarpó hacia Sudamérica con la misión de atender la crisis humanitaria desatada por el régimen de Maduro.

Solo un buen desenlace de las negociaciones en Oslo puede echarle una mano a Trump con este embrollo electoral. Bien pudiera Putin ayudar en este sentido, si es cierto eso de que le encanta que Trump siga en la Casa Blanca.

Francisco Poleo es un analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *