Egipto: ¿un desastre en ciernes?

Washington está preocupado por Egipto y está perdiendo la paciencia con este país. Está preocupado porque Egipto se acerca rápidamente a un desastre, a un desmoronamiento total de su economía y a privaciones en masa. El país está sin un duro y no puede pagar las importaciones de trigo (Egipto es el mayor importador mundial de este cereal) y de combustible diésel. Sin trigo llegará el hambre y sin diésel no funcionará la agricultura ni la industria (y el combustible ha de ser barato, pues durante años fue ampliamente subsidiado por el Estado; el 30% del gasto estatal se dedica a estos subsidios).

Esta situación podría haberse previsto desde hace tiempo. Egipto es un país pobre y el desorden de los últimos dos años ha agravado la situación. Pero algunos periodistas y una parte no escasa del cuerpo diplomático se mostraron tan entusiastas con respecto a la primavera árabe (que juzgaban que solucionaría todos los problemas) que no supieron ver lo evidente. Quienes llevan la voz cantante en el nuevo Egipto (los Hermanos Musulmanes) han dicho que si hay problemas económicos, deben achacarse a la corrupción del antiguo régimen.

Por supuesto hubo mucha corrupción bajo el régimen de Mubarak. Pero durante su gobierno la economía egipcia crecía un 6% anual. Según el último informe del Banco Mundial, los ricos se enriquecieron y había grandes desigualdades de renta pero la pobreza disminuyó. La mortalidad y la malnutrición infantiles descendieron a la mitad bajo el Gobierno de Mubarak y la esperanza de vida aumentó de 64 a 71 años. Desde la primavera árabe, esta evolución positiva ha seguido el camino contrario.

Actualmente, las reservas del banco nacional egipcio bastan para pagar poco más de dos meses de importaciones de trigo y petróleo. Los egipcios son un pueblo paciente pero, si se produce la bancarrota total, en otoño o invierno surgirán consecuencias políticas y,como Egipto es el país árabe más importante, es posible que no queden limitadas a Egipto.

¿Por qué Washington está perdiendo la paciencia? Porque menudean las crisis en el mundo. Corea del Norte ha declarado un estado de guerra, Irán fabrica la bomba nuclear, los chinos y los rusos entran a hachazos en internet para hacerse con las últimas tecnologías estadounidenses sin pagar por ellas. EE.UU. no tiene dinero para ahorrar mientras que la recuperación de la crisis financiera va a paso de tortuga y resulta difícil reducir el paro en casa.

John Kerry, secretario de Estado, ha visitado Egipto hace poco y ha informado de la entrega de 250 millones de dólares de ayuda, además de prometer otra partida de 260 millones. Pero el Senado ha recibido la iniciativa con duras críticas. El senador Paul ha dicho: “Ni un dólar más a países que queman nuestra bandera”. Otros se han quejado de las reacciones contra organismos estadounidenses que operan en Egipto para fomentar la democracia. ¿Por qué ha de apoyar Washington un gobierno básicamente antiestadounidense?

El enfado de Washington es creciente porque El Cairo podría obtener un crédito de casi cinco mil millones de dólares del Banco Mundial. Aunque bajo condiciones impopulares, tales como mayor fiscalidad; el presidente Morsi no tiene prisa en negociar o en proponer un plan para salvar la economía egipcia, por creer que EE.UU. y Occidente, en última instancia, aportarán fondos hasta sin condiciones.

Washington se ha enfadado por la constante invocación a la solidaridad panárabe y musulmana. Sin embargo, los países del Golfo apenas han movido un dedo para ayudar a El Cairo en los momentos de mayor necesidad. Tienen los miles de millones que es menester invertir en Egipto. Turquía ha expresado gran simpatía por Egipto, pero esto no se ha traducido hasta ahora en ayuda económica o inversión. La solidaridad parece reservada a los discursos en reuniones de la Liga Árabe en Doha y en otros lugares y brilla por su ausencia en relación con las necesidades del mundo real. Washington está dispuesto a seguir proporcionando ayuda militar dentro de unos límites porque es casi el único modo de mantener cierta influencia cerca del Gobierno egipcio. Un hundimiento total de Egipto abriría la puerta a las ambiciones de Teherán de convertirse en potencia líder en Oriente Medio. Las noticias procedentes de Egipto no son alentadoras. Los titulares de la prensa aluden a la preocupación por la subida del precio del aceite de cocinar y por una mayor disminución del turismo extranjero que siempre ha representado ingresos considerables lo que puede provocar, a su vez, un aumento del paro. “Egipto se encamina a un conflicto civil latente que podría estallar en cualquier momento”, dice un profesor de la Universidad Ain Shams. Y un comentarista escribe en Al Shuruq (El Amanecer): “Las luchas callejeras son sólo un ensayo de cómo podría ser la guerra civil. Nos deslizamos hacia una guerra civil al estilo libanés (allí duró catorce años)”.

Tal vez exageran. ¿Quién estaría en condiciones de derrocar el Gobierno de los Hermanos Musulmanes? La oposición se halla dividida como siempre y ya ha anunciado que no participará en las próximas elecciones. Quizá, como cree Morsi, Egipto, con sus 85 millones de habitantes, es demasiado grande para caer y el mundo (o, mejor dicho, Occidente) acudirá en su ayuda en el último momento. Pero el presidente podría equivocarse porque el mundo hace frente a numerosos problemas y podría olvidarse de los apuros de Egipto sin darle prioridad alguna.

Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington. Traducción: José María Puig de la Bellacasa

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