El ‘sudoku’ de Elena Salgado

No lo tiene fácil. Recibe la peor recesión desde los años 30 y hereda, además, un mal manejo de la política económica. Muchos gobiernos creyeron que la crisis no era tan grave, pero Zapatero la ignoró demasiado y dijo cosas poco sensatas. No solo durante la campaña electoral. Hace un año fue tan imprudente como para afirmar que su peor tasa de paro siempre sería mejor que la mejor del PP. Y que España notaría menos la crisis por la sanidad de sus finanzas públicas.

Tiene excusas. Aún en julio el Banco Central Europeo subía los tipos porque creía que el gran problema era la inflación. Y Pedro Solbes parecía no entender qué sucedía.

Elena Salgado llega cuando llevamos ya meses de una crisis aguda con una respuesta política mediocre. Cierto que el plan de inversiones municipales de 8000 millones de euros funciona. Con ayuda estacional, el paro bajó en 25.000 personas en mayo y los indicios de junio son buenos. Pero es difícil que sea algo más que una aspirina para una economía que destruye mucho empleo por la caída de la construcción y por los despidos de temporales.

La solución a medio plazo es crear empleo en sectores de más valor añadido, el famoso cambio de modelo productivo. Pero a corto plazo se precisa que se reanime algo la demanda interna y la exportación. Por ello, el paro crecerá hasta bien entrado el 2010 y Salgado ha tenido la inteligencia de aceptarlo en el nuevo cuadro macroeconómico, que recoge una mayor caída del PIB en el 2009 y el 2010.

También funciona algo el apuntalamiento, con ayudas públicas y congelación salarial, del sector del automóvil, en crisis en todo el mundo. En Seat ha habido pacto para fabricar un Audi, pero quedan incógnitas, como la fábrica Opel de Zaragoza. Al final, con varios meses de retraso respecto de otros países, se han establecido ayudas directas al comprador. ¿Por qué este retraso que ha agravado el desplome del mercado interno?

Es correcta la decisión –ya de Salgado– de reducir la desgravación a los nuevos compradores de pisos a partir del 2011. Por tres motivos: incita ahora la compra de viviendas, elimina favores ilógicos al sector inmobiliario y subirá los ingresos del Estado cuando entre en vigor (consolidación fiscal).

Pero no se ha conseguido que la banca racione menos el crédito. En toda recesión, el crédito baja. Además, el Fondo de Adquisición de Activos Financieros (FAAF) se planteó con más ruido que nueces y con tantas precauciones que ha sido ineficaz. Se dotó con 30.000 millones, ampliables a 50.000 millones, y se ha cerrado gastando solo ¡19.000!

Suerte que los créditos a corto plazo del Banco Central Europeo a la banca han paliado algo la falta de liquidez y que ha funcionado el fondo de avales de 100.000 millones para que la banca refinancie su posición internacional (en la que se basó la alegría crediticia de los últimos años). Ahora, hay que crear otro fondo para sanear las entidades tocadas, lo que será una auténtica prueba de fuego. No puede pasar otra vez que el miedo político al PP y al sentimiento antibancario cree un nuevo engendro inútil. No habrá recuperación sin saneamiento del sistema financiero, y España es uno de los países que menos lo ha ayudado.

Además, las dotaciones extraordinarias del ICO, tan jaleadas por Zapatero, solo han funcionado a medias. El mismo presidente del ICO ha admitido que solo se utilizará el 50% de los fondos disponibles. Motivo: el ICO no tiene red propia y la banca es remisa a tomar su cuota de riesgo.

Y llegamos a las medidas del viernes. La primera es un crédito extraordinario de 20.000 millones (aumento del déficit). Y está justificado porque casi 17.000 se dedican a costear el aumento del seguro de paro, un potente estabilizador automático. Y otros 1.800 millones compensan a las comunidades autónomas por la supresión del impuesto del patrimonio, que pagaban las clases medias.

La segunda es admitir que el déficit público no puede seguir aumentando (llegará al 10% este año y al 8% en el 2010), porque habría problemas para financiar la deuda. Hoy el ratio de deuda sobre el PIB es 20 puntos inferior a la media europea, y Gran Bretaña y Estados Unidos tendrán este año un déficit superior. Pero, a medio plazo, el déficit debe volver al 3%. Por ello suben los impuestos a la gasolina y al tabaco. Es acertado, porque su carga fiscal es inferior a la europea y debía subir antes del 2012. Y la reducción de estos consumos tiene claras ventajas. Tampoco hay contradicción en aumentar la gasolina y ayudar al automóvil. Alemania lo hace y tiene la gasolina más cara.

La tercera es poner un techo de gasto para el 2010 un 4,5% inferior a la liquidación de este año. Se quiere generar confianza en los mercados sobre las finanzas públicas españolas. Son, pues, medidas en parte keynesianas (aumento del gasto social) y ortodoxas (corrección del déficit).

Pero subir impuestos (aunque sean los más lógicos) es retirar poder de compra, cuando sería bueno reactivar la demanda. Hay ahí una ecuación difícil. Simplificando, es quitar dinero a automovilistas y fumadores para darlo a los parados. Socialdemocracia y ortodoxia. La crítica dirá que no se aborda la reforma del mercado del trabajo. Cierto, pero Miguel Boyer, nada sospechoso de izquierdismo, ha dicho que en este momento de gran aumento del número de parados el pacto social es prioritario. La ruptura con los sindicatos tendría un sobrecoste en conflictividad que solo agravaría la crisis.

Joan Tapia, periodista.