El abordaje de los desfases de habilidades laborales en África

Mientras que gran parte del mundo lucha con el rápido envejecimiento de su población, África experimenta la tendencia opuesta. Si se considera que el 60% de la población del continente es menor de 25 años, los líderes africanos deben garantizar imprescindiblemente no sólo que se tengan disponibles suficientes empleos de calidad, sino también que los jóvenes reciban la educación y la capacitación necesarias para ocupar esos puestos. Y, cuando se trata de esta última condición imprescindible, se necesita mucha acción.

Los desfases entre los puestos de trabajo disponibles y las habilidades y calificaciones de la fuerza laboral se extienden a lo largo y ancho de toda África. Según un estudio reciente del Banco Africano de Desarrollo que cubre diez países (Benín, República del Congo, Egipto, Liberia, Madagascar, Malawi, Tanzania, Togo, Uganda y Zambia), la mayoría de los jóvenes africanos no ha recibido una buena educación formal para desempeñarse en sus puestos de trabajos, y casi un tercio de ellos se encuentra poco calificado. Además, los jóvenes que están demasiado capacitados o sobre-educados para sus puestos actuales reciben remuneraciones insuficientes, y se encuentran frustrados por tener oportunidades profesionales limitadas y por el desperdicio o deterioro de sus talentos.

Los jóvenes que recibieron educación formal insuficiente disfrutan de una prima salarial, pero el costo de la misma es la falta de satisfacción laboral. Las personas poco capacitadas sufren porque se sienten presionadas a tratar de mantenerse al día con los requisitos de su puesto de trabajo, y viven en constante miedo de perder su empleo. Con el pasar del tiempo, los jóvenes poco capacitados sufren “cicatrices” o daños duraderos a sus circunstancias y perspectivas económicas. Por desesperación estos jóvenes aceptan empleos que no se ajustan a sus calificaciones, en lugar de permanecer desempleados y esperar que se les ofrezca puestos de trabajo más adecuados, ya que ellos creen que es probable que dichos puestos nunca se presentarán.

Si se tiene en cuenta la magnitud y la persistencia de los desfases en las habilidades laborales y sus efectos adversos en las personas y las economías, reducirlos debería ser una prioridad para los gobiernos africanos. El primer paso es mejorar el acceso a la educación.

Aunque en los últimos años muchos países africanos han progresado significativamente con respecto a aumentar rápidamente las tasas de educación formal, muchos jóvenes, especialmente las niñas y los habitantes de zonas rurales, reciben una escolaridad limitada, o ninguna en absoluto. Además, incluso el 38% de los jóvenes empleados nunca asistió a la escuela por razones económicas, y otro 12% debido a que no había una escuela cerca.

Los gobiernos pueden marcar la diferencia cuando invierten en infraestructura educativa, por ejemplo, en la construcción de nuevas escuelas y la renovación de las antiguas, la mejora de las condiciones de trabajo de los maestros y la modernización del equipamiento escolar, incluyendo las tecnologías de la información e informática. Del mismo modo, estos gobiernos deberían eliminar los cobros en las escuelas primarias, limitar los costos de la educación secundaria y terciaria, y financiar programas de becas.

Los gobiernos africanos también deben mejorar su desempeño en cuanto al apoyo que brindan a los jóvenes durante su transición entre el ámbito educativo y el laboral. Tal como están las cosas, muy pocos jóvenes africanos, ya sea que se encuentren empleados o no, reciben asesoramiento del gobierno o de las agencias de empleo para buscar un puesto de trabajo.

Con el objetivo de mejorar las perspectivas de los trabajadores jóvenes, los gobiernos deben ayudar a difundir información sobre los puestos de trabajo disponibles y crear incentivos (como exenciones fiscales o subsidios) para que las empresas ofrezcan a los graduados pasantías y programas de aprendices. En el caso que ya se tengan concertados dichos programas y pasantías, los gobiernos deben fortalecer su impacto, ampliando su alcance y mandato, publicitándolos más ampliamente e invirtiendo en el monitoreo y la medición de su impacto.

Por último, para que estos programas funcionen, los jóvenes graduados necesitan los conocimientos y habilidades que el mercado laboral demanda. Los empleadores africanos a menudo se quejan sobre las dificultades que confrontan para encontrar candidatos con capacitación especializada en las llamadas disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), así como habilidades complejas de comunicación y resolución de problemas. Y, casi el 40% de los encuestados no considera que su educación le fue útil para encontrar empleo.

El Banco Africano de Desarrollo ha tomado el liderazgo en la creación de oportunidades para los jóvenes africanos en las TIC al proporcionar financiamiento a la Universidad Carnegie Mellon de África en Ruanda, institución que se estableció en dicho país en el año 2011 con el propósito de servir como un centro de excelencia y un centro regional de TIC para África Oriental. Esta institución, en colaboración con el gobierno de Ruanda, ha establecido una incubadora de innovación con el propósito de ayudar a que los estudiantes creen sus propios negocios.

Para abordar el problema de desfase será necesario que los gobiernos africanos fomenten una educación y una formación en habilidades con visión de futuro que estén más orientadas a la demanda. Por ejemplo, pueden crear foros para que las empresas comuniquen sus necesidades regularmente a las instituciones educativas y de capacitación, mismas que tras ello procederían a adaptar sus planes de estudios para que coincidan con dichas necesidades. El resultado sería una nueva generación de atractivos postulantes locales que compitan por puestos de trabajo, mitigando así una severa restricción en la capacidad de las empresas para expandir la producción y crear empleos.

El pronunciado aumento en la cantidad de jóvenes en África es un activo importante, que tienen el potencial de impulsar el crecimiento económico y el desarrollo durante las próximas décadas. Pero, si los jóvenes del continente son improductivos y se sienten frustrados y desesperados, podrían convertirse en una gran pasivo que socave la prosperidad económica, el progreso social e incluso la estabilidad política. El resultado en los próximos años dependerá de las políticas que los gobiernos africanos adopten ahora.

Hanan Morsy is Director of the African Development Bank’s Macroeconomic Policy, Forecasting, and Research Department. Traducción del inglés: Rocío L Barrientos.

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