El acto de agresión de Putin debe fracasar

El autor, a la izquierda, con el embajador de Ucrania en el Reino Unido, Vadym Prystaiko, salen del número 10 de la calle Downing Street el miércoles. Tolga Akmen/Agence France-Presse — Getty Images
El autor, a la izquierda, con el embajador de Ucrania en el Reino Unido, Vadym Prystaiko, salen del número 10 de la calle Downing Street el miércoles. Tolga Akmen/Agence France-Presse — Getty Images

A lo largo de la semana pasada, en reacción a las imágenes angustiantes de Ucrania, la unidad de Occidente ha sido impresionante y esperanzadora. Sé, por mis conversaciones casi diarias con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que esto ha brindado cierto consuelo a los ucranianos en sus momentos difíciles.

Mientras la máquina de guerra rusa desata su furia sobre una orgullosa democracia, nunca en mi vida había visto una crisis internacional donde la línea divisoria entre lo correcto y lo incorrecto fuese tan nítida. El temerario ataque de Rusia a la central nuclear de Zaporiyia nos recuerda lo graves que son los riesgos para todos. Más de un millón de personas han huido de la violencia hacia un futuro incierto.

El presidente Biden ha mostrado un excelente liderazgo, al consultar y convocar a los aliados y poner de manifiesto la falsedad de que Estados Unidos haya reducido en cierto modo su compromiso con Europa. La Unión Europea ha emprendido un extraordinario esfuerzo para seguir una línea común de severas sanciones a Rusia. Decenas de países europeos están mandando material de defensa a las fuerzas armadas de Ucrania. Pero ¿hemos hecho lo suficiente por Ucrania? La respuesta sincera es: no.

El acto de agresión de Vladimir Putin debe fracasar y ser visto como un fracaso. No debemos permitir que nadie en el Kremlin se salga con la suya al intentar tergiversar nuestras intenciones con el fin de encontrar una justificación ex post facto para esta guerra de elección. Esto no es un conflicto de la OTAN, y no va a serlo. Ningún aliado ha enviado tropas de combate a Ucrania. No somos hostiles a la población rusa, y no tenemos ningún deseo de impugnar a una gran nación y potencia mundial. Nos consterna la decisión de enviar a rusos jóvenes e inocentes a una guerra inútil.

Lo cierto es que Ucrania no tenía ninguna posibilidad seria de incorporarse a la OTAN a corto plazo, y estábamos dispuestos a responder a través de la negociación a las preocupaciones en materia de seguridad planteadas por Rusia. Tanto yo como otros dirigentes occidentales hemos hablado con Putin para entender su punto de vista. El Reino Unido incluso envió emisarios a Moscú antes de la invasión rusa para tratar el tema directamente con el general Serguéi Shoigú, ministro de Defensa, y Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor, que encabezan esta terrible campaña.

Ahora es evidente que la diplomacia jamás tuvo una oportunidad. Pero es precisamente por nuestro respeto hacia Rusia por lo que consideramos los actos del régimen de Putin tan inadmisibles. Putin está intentando destruir las bases mismas de las relaciones internacionales y la Carta de las Naciones Unidas: el derecho de los países a decidir su propio futuro, sin agresiones y sin temor a ser invadidos. Su ataque a Ucrania empezó con un pretexto confeccionado y una flagrante vulneración del derecho internacional. Se está hundiendo cada vez más en una sórdida campaña de crímenes de guerra e inconcebible violencia contra civiles.

A pesar de que no se puede comparar con el ataque a Ucrania, en el Reino Unido sabemos alguna cosa sobre la impiedad de Putin. Hace cuatro años, sufrimos las consecuencias del uso de armas químicas por parte de agentes rusos contra la población de Salisbury, Inglaterra, y nuestros aliados se unieron en torno a nosotros. En defensa de nuestra revisión de la política exterior, hecha pública hace un año, advertimos de que Rusia seguía siendo la más grave amenaza para la seguridad, y anunciamos el mayor aumento del gasto en defensa desde el final de la Guerra Fría.

También advertimos de que el mundo estaba entrando en un periodo de rivalidad donde los Estados autoritarios pondrían a prueba la entereza de Occidente en todos los ámbitos. El acuerdo alcanzado el año pasado entre el Reino Unido, Estados Unidos y Australia para ayudar a desplegar submarinos nucleares para la Marina australiana demostró nuestra determinación común de afrontar los desafíos que se nos presentan en los océanos Índico y Pacífico.

No aprendimos las lecciones de la agresión rusa. Durante demasiado tiempo hemos estado poniendo la otra mejilla. Nadie puede decir que no estábamos advertidos: vimos lo que Rusia hizo en Georgia en 2008, en Ucrania en 2014 e incluso en las calles de Salisbury. Y sé, por lo que he hablado con mis homólogos en visitas recientes a Polonia y Estonia, la intensidad con que sienten la amenaza.

Ya no basta con expresar cálidos clichés sobre el orden internacional basado en las normas. Vamos a tener que defenderlo activamente del constante intento de reescribir las normas por la fuerza y con otros instrumentos, como la coacción económica. Debemos restablecer un poder de disuasión eficaz en Europa, donde el propio éxito de la OTAN y de las garantías de seguridad de Estados Unidos llevan mucho tiempo generando complacencia. Lo que suceda en Europa tendrá profundas consecuencias en todo el mundo.

Nos complace ver que más países empiezan a entender esta difícil realidad. En enero, el Reino Unido estaba entre el puñado de países europeos que enviaron ayuda a la defensa de Ucrania. Ahora son más de veinte países los que participan en esa iniciativa. El gasto en defensa va en aumento, aunque llevará un tiempo traducirlo en capacidad.

Es un paso que debe celebrarse, pero no será suficiente por sí solo para salvar a Ucrania o mantener viva la llama de la libertad. Rusia tiene una abrumadora fuerza y, al parecer, ningún respeto por las leyes de la guerra. Necesitamos prepararnos ahora para los tiempos que nos esperan, aún más oscuros.

De modo que debemos iniciar un plan de seis puntos para Ucrania, a partir de hoy.

Primero: debemos movilizar a una coalición internacional humanitaria. El lunes me reuniré con los líderes de Canadá y los Países Bajos en Londres para hablar sobre la creación de una coalición lo más amplia posible que saque a la luz las atrocidades que están teniendo lugar en Ucrania. El martes, recibiré a los líderes de Polonia, Eslovaquia, Hungría y la República Checa, hoy en la primera línea de una crisis de refugiados. Debemos cooperar todos para establecer un alto el fuego inmediato y permitir el tránsito seguro de civiles, alimentos y suministros médicos. El Reino Unido tiene 1000 soldados en espera para operaciones humanitarias, además de 220 millones de libras (291 millones de dólares) de ayuda.

Segundo: debemos hacer más para ayudar a Ucrania a defenderse. Cada vez más países están dispuestos a proporcionar material de defensa. Debemos actuar con rapidez y coordinar nuestros esfuerzos para ayudar al gobierno de Ucrania.

Tercero: debemos maximizar la presión económica sobre el régimen de Putin. Debemos dar un paso más con las sanciones económicas, y expulsar a todos los bancos rusos del sistema SWIFT y otorgar a nuestras fuerzas del orden unas competencias sin precedentes para decapar la fachada del dinero sucio ruso en Londres. Debemos ir por los oligarcas. Hasta ahora, el Reino Unido ha impuesto sanciones a más de 300 élites y entidades, incluido el propio Putin. Pero estas medidas serán insuficientes a menos que Europa empiece a reducir su dependencia del petróleo y el gas ruso que financian la máquina de guerra de Putin.

Cuarto: sin importar lo que tarde, debemos impedir cualquier normalización artera de lo que Rusia hace en Ucrania. La lección de la invasión rusa de Georgia en 2008 y la toma de Crimea en 2014 es que aceptar los resultados de la agresión rusa solo anima a más agresión. No podemos permitir que el Kremlin muerda pedazos de un país independiente e inflija un inmenso sufrimiento humano y después vuelva a hurtadillas al redil.

Quinto: deberíamos estar siempre abiertos a la diplomacia y a la desescalada, siempre y cuando el gobierno de Ucrania disponga de su plena voluntad en cualquier posible acuerdo. No puede haber un nuevo Yalta, decidido por potencias extranjeras sin el concurso del pueblo ucraniano.

Sexto: debemos actuar ahora para fortalecer la seguridad euroatlántica. Esto no solo incluye apuntalar el flanco oriental de la OTAN, sino también ayudar a los países europeos que no son miembros de la OTAN en riesgo potencial de una agresión rusa, como Moldavia, Georgia y los países de los Balcanes occidentales. Y los que participen en la agresión rusa o la posibiliten, como Bielorrusia, estarán sujetos a las máximas sanciones.

Los ucranianos han defendido con valentía su país. Es su valor lo que ha unido a la comunidad internacional. No podemos defraudarlos.

Boris Johnson es el primer ministro del Reino Unido y líder del Partido Conservador.

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