El acuerdo de Ginebra e Israel

El acuerdo provisional firmado en Ginebra entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas más Alemania se valorará en función de su aplicación y del acuerdo definitivo que se firmará dentro de medio año. A primera vista, parece tratarse de un acuerdo muy importante, que se ha podido alcanzar gracias al nuevo presidente iraní Rohaní y que puede suponer un cambio en el panorama de Oriente Medio. El deseo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de que se llegase a un acuerdo que obligara a Irán a detener su programa de enriquecimiento de uranio era tan inviable como lo es su deseo de alcanzar un acuerdo con los palestinos sin permitir que Jerusalén Este sea la capital del futuro Estado palestino.

Quien expone tales deseos está diciendo, en realidad, que no quiere llegar a ningún acuerdo. La aseveración de que es mejor que no haya acuerdo a que haya un mal acuerdo, tal y como proclaman Netanyahu y otros líderes mundiales, carece de lógica. Para mí no hay duda de que es mejor un acuerdo imperfecto a mantener un conflicto violento que no se sabe adónde puede llevar. El acuerdo de Ginebra tal vez no sea “perfecto”, pero la alternativa es mucho peor tanto para Israel como para los países del Golfo, que también se oponen al acuerdo aunque más veladamente.

El acuerdo obliga a Irán a parar en gran parte su enriquecimiento de uranio, posterga la construcción de un reactor para enriquecer plutonio, cuya única justificación sería la de crear armamento nuclear, y lo más importante es que garantiza que se inspeccione muy de cerca toda su actividad nuclear, con el fin de evitar que Irán esté de nuevo engañando al mundo ocultando un enriquecimiento de uranio no permitido.

Es cierto que distintas resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas prohibían a Irán que enriqueciera uranio y, por tanto, este acuerdo contraviene esas resoluciones al permitir a Irán un enriquecimiento de hasta un 5%. Para Irán esto ya supone un éxito importante en la medida en que la comunidad internacional le reconoce su “derecho” a enriquecer uranio. Además, se han anulado parte de las sanciones, y eso tiene unas consecuencias considerables.

En cierta medida, es una manera de invitar a Irán a integrarse de nuevo en la comunidad internacional; de hecho, ya hay muchos países aguardando a volver a tener relaciones diplomáticas y económicas con el Estado iraní. Lleva razón el primer ministro Netanyahu cuando dice que será difícil recuperar el dinero de las sanciones en caso de que dentro de medio año no se alcance un acuerdo definitivo, pero está claro que las potencias mundiales debían pagar un precio para llegar a este acuerdo.

El reencuentro de Irán con la comunidad internacional es vital para quien esté interesado por un mundo en paz. Estamos hablando de un país grande, importante y rico, con buenas reservas de petróleo y gas. Los muchos años en que Irán ha estado aislado y donde apoyaba el terrorismo han salido muy caros desde el punto de vista del precio de la energía. Por otra parte, que Estados Unidos e Irán vuelvan a tener una relación interesa también mucho a Israel, ya que si se consigue cambiar la política iraní y convertir Irán en un país normal que busca el desarrollo y el crecimiento económico y no la instigación y la violencia, será un enorme éxito estratégico para el Gobierno del presidente Obama.

Sin embargo, puede ser que la verdadera razón que tiene Netanyahu para mostrarse insatisfecho sea el temor de que, dentro de unas semanas, vaya a él el Gobierno estadounidense y le exija avanzar definitivamente en las negociaciones con la delegación palestina con el fin de alcanzar un acuerdo de paz, con el argumento de que la amenaza principal de Israel –la posibilidad de un ataque nuclear iraní– ha desaparecido gracias al acuerdo de Ginebra.

En cualquier caso, es difícil que a Netanyahu le vaya a salir bien la jugada, ya que el Gobierno estadounidense está completamente decidido a que se avance para llegar a un acuerdo entre israelíes y palestinos, y para el secretario de Estado, John Kerry, es un objetivo que se ha tomado como algo personal. Netanyahu les dirá a los norteamericanos que han ignorado sus exigencias con respecto a la cuestión iraní y que, por tanto, ahora no puede confiar en que las cumplan en la cuestión de los palestinos, pero no lo tendrá fácil. Ante él se halla un gobierno que se acerca al ecuador de su segunda legislatura, que cree en la resolución pacífica de los conflictos y que está convencido de que el conflicto israelo-palestino es solucionable. El acuerdo provisional alcanzado ahora con Irán le permitirá a Israel correr ciertos riesgos en un acuerdo con los palestinos.

Yossi Beilin, exministro de Justicia israelí, negociador en el proceso de paz de Oslo.

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