El ADN del Partido Socialista

Por Pilar Rahola, periodista (EL PERIÓDICO, 20/11/03):

Le robo la expresión a Josep Cuní, que la usó en su inteligente y heterodoxa crónica electoral. Decía: "Algo hay en el ADN político del PSC que no acaba de funcionar", y la expresión venía a cuento de las encuestas que auguraban un "todo está abierto" desconcertante para quien salía ganador. Como sea que la realidad es más tozuda que las buenas intenciones, se ha permitido dar la razón a los peores agoreros y el resultado es un cava nuevamente calentado (como esa aciaga noche de hace mil años), un balcón electoral sin nadie que lo visite y una alegría cortada en el momento culminante, cual sexo con mala conciencia. El PSC ha vuelto a perder y, con todos los matices, resulta claro que Artur Mas ha tenido un éxito espectacular. Ya sé lo de los votos socialistas de más, pero salían a caballo ganador, era el momento del cambio, Pasqual Maragall era una pieza de primera y cuatro diputados menos son un sonoro bofetón. ¿En la cara de quién? Por supuesto, en la de todos, aunque si el PSC quiere hacer autocrítica tendrá que empezar a analizar el comportamiento nuclear del partido. ¿O no ha sido en las zonas rojas donde más ha pinchado con respecto a cuatro años antes?

PUEDE QUE Maragall no haya triunfado, pero José Montilla ha fracasado: Santa Coloma (con Manuela de Madre incorporada), Badalona, L'Hospitalet... Por mucho que Francesc de Carreras escriba una y otra vez el mismo artículo avisando de los peligros perversos del catalanismo maragalliano, lo cierto es que el PSC ha perdido, precisamente, allí donde ese catalanismo se practicaba poco y se disimulaba más.

Sin duda, causas hay muchas, y tienen que ver con cambios de actitudes colectivas, con nuevo paradigma histórico, con la rotura estridente del bipartidismo, etcétera. Pero el mapa de votos es rotundo: el PSC aguanta más en su versión "Ciutadans" que en su versión partido. Los dos, sin embargo, no aguantan lo suficiente. Los errores, algunos de bulto, no explicarán todo lo que ha ocurrido, como tampoco no lo explicarán los muchos aciertos. Y puede que no lo expliquen porque ese ADN socialista tiene, en origen, alguna forma de incompatibilidad con su renovado cuerpo catalán. Incompatibilidad que se convierte en auténtica erupción cutánea cuando nos visitan ciertos líderes mesetarios. Todo ello, sin embargo, podría no ser nada si, finalmente, hay un pacto de izquierdas para gobernar el país, y Maragall acaba de presidente. La política tiene eso: hay fracasos que son convertibles en victorias inapelables. Y así, el cava volvería a refrescarse y la euforia desatada del balcón convergente se convertiría en aire helado. Nada es lo que parece en política. "Depende", diría Pau Donés. Y en este caso depende de un único partido, amo de las quinielas y las espectativas. ERC se ha convertido, por méritos incontestables, en el artífice de un nuevo capítulo de la historia catalana.

El cambio, pues, ha sido Esquerra. Sin embargo, ¿será un cambio? Lo pregunto a sabiendas de hacer la pregunta con trampa, puesto que, incluso equivocándose, Esquerra marca la diferencia. Pero, más allá del nuevo comportamiento colectivo, instaurado el país en un tripartito consolidado, cabe preguntarse si Esquerra tendrá la valentía de mojarse "hasta mancharse" --amén, Goytisolo--, o si intentará huidas hacia delante.

POR EJEMPLO la que, en forma de mareo de perdiz, está aplicando estos días: el Govern de concentración. Como estrategia parece eficaz, pero sólo si es un juego de espejos para mantener sudorosa la frente y babeante la lengua. Si no, ¿me dirán qué sentido tiene? Primero, no estamos ante una situación de urgencia nacional; segundo, el país no ha votado sumas esotéricas y forzadas, sino un Parlament plural, confrontado y definido ideológicamente. Tercero, una aplaude los grandes acuerdos parlamentarios en cuestiones vitales, como el Estatut o la financiación; pero ahí donde nos jugamos la vida, en la gestión de lo cotidiano, ya me dirán qué hace el triunvirato Mas, Maragall, Carod-Rovira decidiendo el control de los purines o el número de guarderías.

La concentración es un mecanismo de excepcionalidad para momentos de peligro democrático y éste no es el caso. Como no lo es, no parece serio que tire adelante. Lo cual nos lleva al riesgo mayor: ¿permitirá ERC, con la excusa de la retórica nacionalista, que se mantengan en el poder los que llevan 23 años acaparándolo? ¿Qué modelo de país es aquel que lo define quien lleva años debilitando sus estructuras, su cultura, su sociedad civil, su medio ambiente, bandera al viento y al bolsillo? El error de Heribert Barrera es histórico, pero es historia. Que el futuro no se escriba repitiendo los errores de la historia.

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