El alto el fuego Israel-Hamas

Por fin se ha alcanzado un alto el fuego entre Israel y Hamas. Durante más de medio año se ha estado animando al Gobierno israelí desde distintos sectores para que aceptase un alto el fuego con Hamas. Pero el Gobierno se negaba, ateniéndose a razones diversas y extrañas, tales como que "eso debilitará a Abu Mazen", como si no debilitasen a Abu Mazen la construcción continuada de colonias judías en Jerusalén Este y la ausencia de desmantelamiento de asentamientos ilegales. También aducía que "Hamas no reconoce la existencia del Estado de Israel", algo raro cuando a lo largo de los últimos sesenta años todos los alto el fuego con los países árabes y con la Organización para la Liberación de Palestina se han alcanzado sin exigir el "reconocimiento de Israel", y se han establecido sin condiciones, buscando un cese del derramamiento de sangre en ambas partes, pues ese ha sido el criterio moral que ha guiado a Israel durante todos estos años.

No obstante, cabe constatar que finalmente la sensatez y el realismo han prevalecido sobre las dudas y se ha firmado un alto el fuego. Y sólo queda lamentarse por el tiempo perdido, durante el que han dominado el sufrimiento y la destrucción.

Es importante recordar un aspecto crucial en este largo conflicto: los israelíes y los palestinos son vecinos y siempre lo serán. Por tanto, las consideraciones de carácter militar en esta guerra no se parecen a las que podrían darse en una guerra entre países lejanos entre sí. Las muertes, tanto de israelíes como de palestinos, penetran en la memoria y en los recovecos de cada pueblo, y por eso, un alto el fuego es mucho más importante que cualquier fantasía acerca de un acuerdo definitivo a largo plazo.

Ahora bien, ¿cuánto va a durar? Aquellos que se opusieron a este alto el fuego le vaticinan una vida corta. Está claro que, si se queda en una mera formalidad y no se buscan maneras de aprovechar el momento, será flor de un día. Por ello, es necesario reunir fuerzas para alimentar el alto el fuego, con el fin de que haga posible un largo periodo de calma que permita que con el tiempo se llegue a un acuerdo de paz con la Autoridad Palestina.

Así pues, ¿qué se puede hacer? En primer lugar, abrir los pasos fronterizos y puestos de control a todos los enfermos, estudiantes y familiares palestinos que han quedado aislados a causa del cierre de los territorios. En segundo lugar, establecer una amplia cobertura, que iría creciendo con el tiempo, para que los palestinos puedan ir a trabajar a Israel, algo que conviene tanto a israelíes como a palestinos. Y es que es preferible que, en vez de trabajadores extranjeros venidos de países remotos con dificultades para integrarse y con la amenaza constante de la deportación, trabajen en Israel palestinos, que tras el trabajo vuelven a su casa como cualquier otro israelí. De esta forma, los futuros trabajadores de Gaza, con pleno derecho a buscarse el pan en Israel, se convertirían en los mayores defensores de la continuación del alto el fuego.

Además, sería importante retomar ahora, tal vez con financiación internacional, proyectos empresariales que había y que se paralizaron a raíz de la guerra y hacer que Hamas los vea como legítimos gracias a que colabore en ellos algún país árabe. También habría que dejar de ejecutar, o al menos reducir, los asesinatos selectivos de miembros de Hamas en Gaza y permitir a la Autoridad Palestina ocuparse de ellos con sus propios mecanismos.

Y, por último, es fundamental destacar que la calma tiene su propia dinámica. Cuando las personas se hallan en guerra, acaban acostumbrándose y al final se convierte en su rutina hasta tal punto que ya no se imaginan otra realidad. Pero en el momento en que la tranquilidad y el cese de los enfrentamientos se van transformando en su día a día, la idea de volver a estar en guerra pasa a ser algo doloroso e insoportable, pues no supone regresar a una realidad desconocida, sino a unas circunstancias de un terrible sufrimiento.

Por tanto, hay que considerar este alto el fuego no un mero acuerdo firmado sobre un papel, sino una semilla que se siembra: hay que regar la tierra, cuidar la semilla, protegerla para que acabe convirtiéndose en un árbol fuerte, para que ningún cohete Qasam u obús logre arrancarlo fácilmente.

Abraham B. Yehoshua, escritor israelí, inspirador del movimiento Paz Ahora. Traducción: Sonia de Pedro.