El amplio Siglo de Oro español

Estamos acostumbrados a asociar el Siglo de Oro español a las artes y las letras: Cervantes, Lope, Calderón, Velázquez, Murillo, el Greco, etcétera, y mucho menos a relacionar ese periodo esplendoroso de nuestra historia a otros campos como la epistemología de la ciencia, la filosofía política o la ciencia económica. Sin embargo, investigaciones recientes están poniendo de manifiesto que también en esos campos el pensamiento español abrió nuevas perspectivas que alumbrarían el camino hacia la modernidad ilustrada.

Para los historiadores de la ciencia, Isaac Newton es considerado unánimemente como el más grande científico que ha existido, y Charles Darwin siempre aparece entre los tres o cuatro más importantes, y ambos fueron influidos por el pensamiento escolástico español de nuestro Siglo de Oro, que habiendo sido ignorado hasta ahora es tiempo de reivindicarlo.

El cálculo infinitesimal, concebido y desarrollado simultáneamente -una muy interesante contingencia histórica- por Newton y Leibniz, permitió inmensos avances de las ciencias tras resolver matemáticamente un muy antiguo desafío del pensamiento científico: la conciliación matemática del tiempo y el espacio a través de los conceptos de continuidad, divisibilidad e infinitud.

E. Gómez Camacho S.J., en su obra ‘Espacio y tiempo en la Escuela de Salamanca’ (2004), describe cómo el tratado de Juan de Lugo S.J. sobre la ‘Composición del continuo’ -una de las primeras e influyentes investigaciones sobre la materia- formó parte de la biblioteca de la Universidad de Cambridge y debió de ser leída a sus dieciocho años por Newton junto con los tratados de otros escolásticos españoles como Francisco Suárez, influyendo necesariamente en su obra científica.

Uno de los sucesos epistemológicos más importantes e influyentes en la historia de la ciencia moderna, que vio la luz con ‘El origen de las especies’ (1859) de Darwing, es la teoría evolutiva del Universo y la sociedad.

Las teorías evolutivas que desde entonces dominan todo el pensamiento científico, el institucional e incluso explican la innovación tecnológica, fueron descubiertas y desarrolladas por el pensamiento escolástico español durante nuestro Siglo de Oro. La escolástica utilizó el término natural cuando se referían a los fenómenos sociales que son independientes de la voluntad humana, pues surgen naturalmente, es decir, no son concebidos racionalmente por nadie, sino que brotan de manera espontánea y se desarrollan por aprendizajes socioculturales que se transmiten de una generación a otra.

Esta espontaneidad social, incorporada al comercio entre desconocidos, genera un orden social extenso, complejo, libre y abierto de colaboración humana; es decir una sociedad civilizada.

Más tarde, Bernard Mandeville y luego David Hume, siguiendo nuestra tradición escolástica, hicieron de la idea de evolución un lugar común en las ciencias sociales del siglo XIX, mucho antes que Darwin, y sentaron las bases del paradigma clásico del crecimiento espontáneo de estructuras sociales ordenadas: del derecho y la moral, del lenguaje, del mercado, del dinero y también del crecimiento del conocimiento tecnológico.

El premio Nobel de Economía (1972) John R. Hicks, siguiendo la lógica del pensamiento escolástico español, en ‘La causalidad en economía’ (1979) define la ‘vieja causalidad’ como «concebir las causas como acciones de alguien; un agente, ya sea humano o sobrenatural al que hay que atribuírselas», mientras que la «‘nueva causalidad’ no necesita de agente alguno, basta con explicar cómo suceden las cosas, sin aprobación o condena de aquello que sucede».

En octubre de 2009 tuvo lugar en Salamanca un congreso, el primero celebrado fuera de EE.UU., del prestigioso Ludwig von Mises Institute con un expresivo lema: ‘The Birth Place of Economic Theory’ que reunió a un amplio elenco de grandes especialistas mundiales en teoría económica.

En su convocatoria se justificaba la elección de Salamanca como homenaje a la ciudad cuya Universidad amparó desde el siglo XIV hasta el XVII el nacimiento y desarrollo del pensamiento económico contemporáneo. Schumpeter, Hayeck, Robarth y cada vez más reputados historiadores no sólo han convalidado que España fue la cuna de la teoría económica, sino que superó en muchos ámbitos -es el caso de la teoría subjetiva del valor- a economistas posteriores tan reputados como Adam Smith y David Ricardo.

Para completar, en el ámbito de la filosofía política, esta sintética reivindicación del pensamiento español de nuestro Siglo de Oro, cabe recordar que los padres de la Constitución americana -quizá la más brillante generación de filósofos políticos de la historia- estuvieron muy influidos por el pensamiento escolástico español y muy especialmente por Juan de Mariana, quien a su vez había sido citado por Olivier Cromwell en su discurso de 1649 para justificar la condena del monarca absolutista Carlos I de Inglaterra.

Recientemente, Ángel Fernández Álvarez en ‘La escuela española de economía’ (2017) relata cómo en 1610 la gran obra de Mariana ‘De Rege et Regis Institutione’ fue quemada frente a la catedral de Nôtre Dame de París mientras la Universidad de la Sorbona publicaba panfletos en contra. En 1613 la obra de otro escolástico, Francisco Súarez, ‘De Defensio Fidei’, fue también prohibida y quemada en público por el Parlamento de Londres.

Los filósofos políticos protestantes: el inglés John Locke, el holandés Hugo Grocio, el alemán Samuel Pudendorf y el segundo presidente de EE.UU. John Adams -según las evidencias documentales de Ángel Fernández- fueron muy influidos por nuestros católicos escolásticos, pioneros de la ley natural, el derecho de gentes, la propiedad privada, la soberanía popular, el consentimiento como límite del poder político, etcétera; principios en los que se han terminando asentado las sociedades más civilizadas y prósperas de la tierra.

Es tiempo de divulgar y reivindicar el legítimo ensanchamiento de nuestro Siglo de Oro más allá de sus clásicos, formidables y reconocidos logros, extendiendo su influencia hasta su -todavía hoy- ignorada, verdadera y trascendente dimensión histórica. Una extensión alineada con el papel de gran potencia de la monarquía hispánica de la época, con el trabajo de sus élites y servidores y con la realidad de un legado histórico que perdura hasta nuestros días. Cervantes y Velázquez marcaron su tiempo, pero el Siglo de Oro español fue más amplio, más profundo, y como empezamos a ver, más decisivo.

Jesús Banegas, Presidente del Foro Sociedad Civil.

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