El anhelo suizo por el ‘Brexit’

Es verdad, queridos amigos de la UE: en Suiza observamos desde una distancia segura muchas de las cosas que os ocurren. ¿La crisis griega? ¿Los refugiados? ¿Las protestas contra el TTIP? Tomamos nota de ellas, hablamos sobre ellas…, pero nos quedamos al margen. Otra cosa es el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. A pesar de que, a primera vista, la posibilidad de que los británicos se marchen de la UE nos afecta de forma menos directa que, pongamos por caso, la implosión del euro, nos hemos contagiado de la fiebre de los británicos. Y sobre todo de la de aquellos que quieren salir de la Unión.

A diferencia de lo que pasa con la mayoría de vosotros, aquí no son los habituales populistas de derechas y los enemigos patológicos de la UE quienes tienen puesta su esperanza en la victoria, el 23 de junio, de quienes defienden el Brexit. En todos los partidos hay quien se entrega a esa esperanza y sueña con un eje Berna-Londres. Ahí está quien fuera durante muchos años ministra de Exteriores, una socialdemócrata que ve en una UE sin Gran Bretaña una oportunidad para Suiza: si ambos países se unieran a la zona de libre comercio de la EFTA, tendrían mayor peso frente a la Unión Europea. También es el caso del parlamentario liberal que visita hoy a sus colegas de Londres y Bruselas para apoyar esa misma ampliación de la EFTA. O el del jefe de los democristianos, que en las discusiones sobre el Brexit vislumbra oportunidades extraordinarias para Suiza.

Es probable que en ningún otro lugar del continente la idea de la salida británica despierte tales simpatías. Esto es ingenuo, miope y un tanto ilusorio, pero explicable.

En primer lugar, los suizos se sienten bastante afines a los británicos en su rechazo a la Unión Europea. Nos vemos, igual que se ven a sí mismos los británicos, como un caso especial, como un país que, aunque situado en el corazón de Europa, en realidad no pertenece a ella. Un país que siempre se ha definido por su demarcación. Y que en la Europa unida ve no tanto un proyecto de paz como un mercado en el que pueden hacerse buenos negocios. Cosa que puede llevarse a cabo incluso sin ser miembro de la UE.

En las encuestas, un 70% de los suizos rechaza normalmente la entrada en la Unión. Nada tiene de extraño que los helvéticos aplaudan que los británicos quieran dar la espalda a la UE. Y que deseen culminar ese objetivo a través de un referéndum despierta aún más simpatía. ¿Quién entendería esto mejor que nosotros, los campeones mundiales de la democracia directa?

En segundo lugar, en la política suiza ha arraigado la pertinaz idea de que la salida de Reino Unido de la Unión Europea resolvería nuestros propios problemas con Bruselas, en especial los relativos a la libre circulación de personas. hace dos años desde que votamos a favor de aquella célebre iniciativa popular que exigía detener la “emigración masiva” desde la UE. Desde entonces nuestro Gobierno trata de negociar con la Unión —infructuosamente— contingentes y cupos de trabajadores migrantes.

El primer ministro británico también intentó en su momento pactar una limitación de la libre circulación de personas. El hecho de que David Cameron, en el contexto previo al referéndum, tampoco lograra arrancar concesiones sustanciales de la UE en ese ámbito ha decepcionado a mucha gente en este país. Como es sabido, Cameron solo logró que Europa le permitiera limitar las ayudas sociales a los ciudadanos comunitarios. Sin embargo, muchos suizos ven en esto una señal de que algo es posible sacar de Bruselas en este asunto. Cosa que con mayor razón ocurriría en caso de Brexit: si este se produjera, la UE tendría suficientes problemas internos como para poder permitirse ponerse a discutir en serio con Suiza.

Aquí muchos prefieren no pensar que Bruselas estaría menos dispuesta a hacer concesiones a terceros países como Suiza si el Brexit triunfara en las urnas. Naturalmente, la salida de Reino Unido arrastraría a la Unión a una crisis existencial. Pero, queridos amigos de la UE, esa crisis se está produciendo de todos modos. Grecia, los refugiados, el TTIP: nos sentimos a una distancia segura. Aún nos mantenemos al margen.

Alan Cassidy es corresponsal político del periódico de Zúrich Tages Anzeiger.

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