El antiamericanismo en España: el peso de la historia

Por William Chislett, escritor (REAL INSTITUTO ELCANO, 14/11/05):

Los sentimientos de España hacia EEUU son los más fríos de Europa después de los de Turquía, según un sondeo realizado por el German Marshall Fund. Y llevan siendo así mucho tiempo. En su conjunto, los europeos daban a EEUU un 55 sobre una escala de 1 a 100, emulando los grados de un termómetro, mientras que el indicador de España arrojaba 42, el segundo más bajo después de Turquía, con 28 (véase la Tabla 1). El mismo grado de frialdad hacia EEUU quedó de manifiesto en el Pew Global Attitudes Project de 16 países, en el que tan sólo un 41% de los españoles afirmó tener una opinión muy favorable o algo favorable de EEUU. Esto sorprende a muchos. Después de todo, España ha pasado a ser una radiante democracia y una economía de mercado de éxito desde que finalizase la dictadura con la muerte del “Generalísimo” en 1975. ¿Por qué los españoles se muestran tan fríos hacia EEUU?

Tabla 1. Sentimiento hacia EEUU de los países europeos

País

Indicador (escala 1-100)

Reino Unido

57º (62º)

Italia

57º (61º)

Polonia

56º (56º)

Eslovaquia

55 (50º)

Países Bajos

54º (55º)

Alemania

51º (55º)

Portugal

51º (50º)

Europa 10

50º (55º)

Francia

50º (51º)

España

42º (42º)

Turquía

28º (28º)

Nota: cifras de 2004 entre paréntesis.

Fuente: German Marshall Fund of the US, Transatlantic Trends, 2005.

Existen seis elementos principales que con los años han ido moldeando los sentimientos de los españoles hacia EEUU:

  • La Guerra Hispanoamericana de 1898.
  • El apoyo de Washington a Franco tras la Guerra Civil de 1936-1939.
  • El Pacto de Madrid de 1953, por el que se establecieron las bases estadounidenses en España.
  • El poco entusiasmo mostrado por EEUU en apoyar la transición española hacia una democracia tras la muerte de Franco.
  • El apoyo de la Administración Reagan a las dictaduras militares de América Latina.
  • Más recientemente, la invasión estadounidense de Irak en 2003.

De forma conjunta, estos elementos contribuyen en gran medida a explicar el antiamericanismo en España, que adopta muchas formas distintas y transciende los partidos políticos.[1] Éste es uno de los motivos de que España registrase el nivel más alto de oposición a la guerra de Irak en los sondeos de opinión (90% en 2003), a pesar de lo cual el Partido Popular (PP) de José María Aznar siguió respaldando la invasión encabezada por EEUU y el Reino Unido y envió una fuerza de mantenimiento de paz de 1.300 efectivos. Este apoyo fue uno de los factores que contribuyeron a que el PP perdiera las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, habiéndose previsto su triunfo hasta que –tres días antes– el ataque terrorista de una célula de al-Qaeda en España acabó con la vida de 191 personas. Los españoles votaron en un número sin precedentes y dieron el triunfo al Partido Socialista, dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero, que rápidamente cumplió su promesa electoral de retirar a las tropas, sumiendo en una crisis las relaciones entre España y EEUU.

Como se les enseña a todos los estudiantes españoles, España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los vestigios de lo que fue en un tiempo su vasto imperio, como resultado de la Guerra de 1898. EEUU es el único país con el que España ha estado en guerra, aparte de algún episodio colonial en Marruecos, desde la invasión de la Santa Alianza en 1830. Esto diferencia a España del resto de países europeos.La derrota de 1898, conocida como el “desastre”, hizo que el país volviese la vista al interior y suscitó un resentimiento aún mayor hacia EEUU, sobre todo entre la derecha nacionalista y autoritaria.[2] La derecha católica veía a EEUU como un país materialista, en fuerte contraste con España, a la que consideraba la “reserva espiritual” de Europa.

El período después de la Primera Guerra Mundial fue social y políticamente convulso, culminando en la abdicación de Alfonso XIII, la proclamación de la Segunda República en 1931 y la Guerra Civil.Franco triunfó pero fue condenado al ostracismo tras la victoria aliada en 1945, al haber ayudado considerablemente a Hitler y Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial, aunque España fuese oficialmente “no beligerante” y –más tarde– neutral.En 1946 los EEUU, el Reino Unido y Francia hicieron pública una Declaración Tripartita en la que se señalaba que los españoles no podrían esperar una “asociación completa y cordial” con estos países mientras Franco permaneciera en el poder.Se pensaba con esto que el ostracismo de España provocaría “una retirada pacífica de Franco, la abolición de la Falange y el establecimiento de un Gobierno interino o provisional, bajo el cual el pueblo español podría tener la oportunidad de decidir libremente el tipo de gobierno que deseaba y de elegir a sus representantes…”.

No se adoptó, sin embargo, ninguna acción directa para conseguir estos objetivos, aunque España quedó políticamente arrinconada a finales de ese año por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que adoptó una resolución exigiendo a sus miembros la retirada de embajadores enMadrid. Hasta 1950, año en que se levantó esta prohibición, no hubo Embajador de EEUU en España. ElGobierno español fue igualmente excluido “de formar parte de agencias creadas o promovidas por la ONU, así como de participar en conferencias u otras actividades que pudieran ser organizadas por la ONU o sus agencias”. Además del aislamiento político y diplomático, EEUU excluyó a España del Plan Marshall de 1948, impidió las relaciones comerciales y cortó el crédito, tanto público como privado. El Plan fue divertidamente satirizado en la famosa película de Luis García Berlanga, de 1953, “Bienvenido Mr Marshall”, cuya sutileza escapó a los censores de Franco. En una de las escenas, aparece un gran coche americano llevando velozmente a un tal Mr Marshall por el centro del pueblo lleno de gente, sin dejar en su estela otra cosa que polvo y esperanzas truncadas.

Sin embargo, en vez de luchar por liberar a España de su yugo autoritario, EEUU cambió su política y comenzó a apoyar el régimen de Franco. Los acontecimientos condujeron al encuentro entre EEUU y España. Por un lado, en aquel momento existía la realidad de una España empobrecida e internacionalmente aislada, que buscaba la mano amiga de cualquier país no comunista. Y, ¿quién mejor que la principal potencia mundial? Tras la Guerra Civil, la economía española estaba materialmente postrada. Entre 1935 y 1938 el PIB cayó un 36% en términos reales y un 28% la renta per cápita. Algo más de la mitad de la población activa trabajaba en la agricultura, con técnicas arcaicas y, para remate, se siguieron inviernos inusualmente duros y cosechas escasas. Los años de la década de los 40 fueron conocidos como los “años del hambre”. A partir de 1946, la Argentina del General Juan Domingo Perón, uno de los pocos aliados de Franco, acudió al rescate y salvó a España de la inanición mediante el suministro de trigo y carne. Por otro lado, Washington llegó a la conclusión de que su política de aislamiento había fortalecido a Franco, obstaculizaba la recuperación económica de España y hacía que la cooperación de este país fuera menos probable ante la eventualidad de una nueva guerra. El secretario de Estado, Dean Acheson, declaró que la política seguida no sólo “ha fracasado en sus intenciones, sino que ha reforzado la posición del actual régimen”. De manera más significativa, el Pentágono, la entidad más directamente afectada por el desafío de la guerra fría, tenía ya sus ojos puestos en el establecimiento de bases militares en España, por su posición geoestratégica en el extremo sur de Europa a la hora de tener que proteger la entrada al Mediterráneo occidental.

España era el eslabón que faltaba para completar el despliegue de bases americanas que el Comando Aéreo Estratégico estaba empeñado en hacer para establecer una especie de cerco a la Unión Soviética (en 1951 se establecían bases en las Azores y en 1952 en Turquía). En diciembre de 1947, el Consejo de Seguridad Nacional emitió un informe sobre España (conocido como el documento NSC 3) cuyo propósito, en palabras del vicesecretario de Estado de EEUU Robert Lovett, era “abandonar los prejuicios sobre nuestros intereses en España y reorientar nuestra política en consecuencia”. Truman aprobó a regañadientes el NSC 3, documento que se convirtió en política oficial en 1948. Un documento político de los Departamentos de Estado y Defensa llegó a una conclusión similar: “A la luz del recrudecimiento de la ‘guerra fría’, la potencial importancia militar de España… ha aumentado hasta tal punto que los intereses de seguridad de EEUU y de los países de la OTAN requieren ahora la implantación de un programa... a pesar de las objeciones políticas, capaz de asegurar al menos una cooperación española indirecta dentro del sistema estratégico de Europa Occidental”. El enfoque idealista de los asuntos exteriores fue abandonado en favor de una política realista clásica. En marzo de 1950, la Administración americana echó mano de sus reservas de excedentes y vendió 86 millones de libras de patatas a España, contribuyendo así al fin de su racionamiento, en vigor desde el final de la Guerra Civil en 1939.

El momento crucial llegó el 24 de junio de 1950, cuando Corea del Norte (comunista) invadió Corea del Sur, bajo control de EEUU desde el final de la II Guerra Mundial. Para entonces, la Unión Soviética tenía capacidad para construir la bomba atómica y Franco, anticomunista acérrimo, jugaba su carta de “Centinela de Occidente” hasta donde hiciera falta. El intenso anticomunismo imperante en EEUU en el período de 1948-1954 (la época del “McCarthismo”, que toma el nombre de la caza de brujas desencadenada por el Senador Joe McCarthy) ayudó también a crear el clima propicio para el acercamiento al régimen de Franco. Los factores de seguridad nacional empezaron a ganar peso de forma creciente a favor de España y Washington renunció a sus demandas planeadas de reformas económicas como prerrequisito de la provisión de ayudas. Muy poco después, el Congreso de EEUU, con la cobertura legal de la Mutual Security Act, destinó 62,5 millones de dólares para un crédito a España a través del Export-Import Bank (Eximbank). Los fondos se destinaron a la compra de algodón, fertilizantes, tractores, trigo, carbón y material ferroviario, así como al desarrollo de la minería y la energía hidroeléctrica. A finales de 1950, Truman envió a Stanton Griffiths como Embajador a España, una vez que las Naciones Unidas permitieron el retorno de los embajadores al país tras un paréntesis de cuatro años. In 1951, el Congreso de EEUU votó un nuevo crédito a favor de España de 100 millones de dólares. En 1951 el PIB español creció un 17,6% en términos reales, en no pequeña parte gracias a los flujos financieros provenientes de EEUU, que comenzaron a reactivar una economía “pendiente de un hilo y de la esperanza”.[3]

El acuerdo de 1953, que estableció las bases aéreas de Torrejón, Zaragoza y Morón de la Frontera y la base naval de Rota en la costa suratlántica española, no lejos de Gibraltar, supuso un polémico matrimonio de conveniencia, especialmente para Francia y el Reino Unido, que consideraban que minaba la autoridad moral del bloque occidental, y para los liberales estadounidenses, los demócratas españoles y los cientos de miles de españoles que se exiliaron tras la Guerra Civil.Un editorial del New York Times llegó a decir que EEUU estaba “tragando una amarga medicina”.[4] El aspecto de más difícil negociación no fueron las condiciones en las que EEUU podría activar o poner en estado de alerta las bases e instalaciones militares en caso de un conflicto armado (que permanecieron secretas hasta 1979), sino la ayuda económica asociada. Franco fue muy acomodaticio sobre la cláusula de activación (España simplemente tenía que ser informada sobre la indefinida “evidente agresión comunista que amenace la seguridad de Occidente”), aunque, para salvar la cara y evitar alusiones a la pérdida de soberanía, esta cláusula fue mantenida fuera del dominio público. Las bases fueron puestas en estado de alerta con motivo de la crisis del Líbano de 1958, la evacuación del Congo en 1964 y la de Libia en 1969, actos a duras penas calificables de “agresión comunista” y “amenazas de la seguridad occidental”. Los acuerdos posibilitaron a EEUU introducir en España armas nucleares (Rota tuvo submarinos Polaris desde 1963) y llevar a cabo vuelos con armamento nuclear sobre territorio español. Esto se convirtió en un asunto delicado tras el infausto incidente de Palomares en 1966, cuando una colisión entre dos aviones americanos provocó la caída de cuatro bombas H, una de ellas sobre el Mediterráneo. Pero a pesar de las protestas generalizadas (acalladas en España debido a las restricciones de prensa), el Artículo VII del acuerdo técnico (y secreto) –que otorgaba a las fuerzas de EEUU libertad total de movimiento dentro del territorio español, aguas territoriales y espacio aéreo– no fue modificado hasta 1970.

Para Franco, el acuerdo también fue un triunfo, especialmente al no exigírsele liberalización política. El régimen del dictador ganó respetabilidad internacional, especialmente en el terreno multilateral (España entró en las Naciones Unidas en 1955), e, internamente, la dictadura se sintió más segura con las tropas de EEUU en su suelo, aunque por entonces la amenaza de la oposición política, débil y dividida, era insignificante. Como un analista de la época puso de manifiesto, España había pasado de “país marginado de la Naciones Unidas a socio de EEUU”.[5] España estuvo considerada poco más que como una pieza de una propiedad inmobiliaria estratégicamente situada. Para defender a Occidente del comunismo, EEUU consideró necesario aceptar un mal menor. “Los valores de la libertad y de los derechos humanos que EEUU predicaba en la dura lucha contra el comunismo podrían quedar en suspenso cuando dictadores de pacotilla controlaran zonas geográficas que podrían ser usadas para defender la libertad global”, señalaba Ángel Viñas, destacado historiador español sobre el tema.[6] Una de las consecuencias del acuerdo fue que propició las visitas de los presidentes Eisenhower, Nixon y Ford (resulta llamativo que ningún jefe de Estado o de Gobierno europeo se reuniese con Franco mientras éste permaneció en el poder, a excepción del dictador portugués Oliveira Salazar).

En vez de liberar a los españoles de un yugo autoritario, los soldados estadounidenses consolidaron la dictadura y le confirieron un amplio sentimiento de seguridad. Esto provocó una curiosa situación en la que los franquistas eran considerados proestadounidenses, cuando en realidad odiaban la forma democrática de gobierno de EEUU y sus valores liberales. Los demócratas españoles se sintieron abandonados, y esto terminaría generando un profundo antiamericanismo, especialmente entre la “generación del 68” en el Partido Socialista, que tuvo un destacado papel en la transición española hacia la democracia tras la muerte de Franco y gobernó el país entre 1983 y 1996. Por ejemplo, Javier Solana, ministro de Cultura, de Educación y de Asuntos Exteriores durante la época socialista, secretario general de la OTAN (de 1995 a 1999) y desde entonces principal representante de la UE en materia de política exterior, fue un activista en contra de la OTAN (de joven escribió un folleto titulado “50 razones para decir No a la OTAN”). El derrocamiento, con el respaldo de la CIA, de Salvador Allende en Chile en 1973, un personaje venerado entre la izquierda española, y el apoyo mostrado al General Augusto Pinochet (un declarado admirador de Franco) no hizo sino reforzar el sentimiento antiamericanista.

Son reveladoras las palabras de Wells Stabler, Embajador de EEUU en España desde 1975 (año de la muerte de Franco) a 1978, cuando comenta que EEUU “no hizo en realidad gran cosa” por promover algún tipo de cambio político en la España posfranquista.[7] La principal preocupación, algunos dirían que la única, eran las bases, cuya importancia aumentó en 1970, cuando EEUU fue forzado a salir de Libia. Temerosos de un enfrentamiento con el régimen, que veía con extremo recelo cualquier contacto entre la embajada americana y la oposición, por insignificante que éste fuera, los diplomáticos de EEUU no tuvieron prácticamente relaciones con la oposición. En mayo de 1975, seis meses antes de que Franco muriera y con estado de excepción en dos de las provincias vascas, el presidente Gerald Ford visitó España, un viaje del que Stabler señala que no sirvió “absolutamente para nada, excepto, nuevamente desde el punto de vista de Franco, para indicar que el gran amigo de España seguía prestando su apoyo”.[8] Stabler persuadió a Ford y a Kissinger para que se entrevistaran con algunos miembros “poco relevantes” de la oposición, todos ellos en tiempos anteriores “violentamente franquistas”. Pero el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, se quedó “paralizado” al ver la lista y solicitó la cancelación de la reunión, tal como efectivamente se hizo. Stabler pensaba que Washington debía haber impuesto su voluntad. “Esto habría sido una señal –aunque menor– de que teníamos alguna opinión sobre las relaciones con la oposición”. El Embajador, posteriormente y por propia iniciativa, comenzó a entrevistarse con miembros de la oposición, incluido Felipe González, líder de los socialistas y presidente del Gobierno de 1983 a 1996. Hasta tal punto estaba enraizado entonces entre los socialistas el sentimiento antiamericano, por esta y otras razones, que pasaron tres meses, tras recibir la invitación, decidiendo si convenía que alguno de sus miembros se reuniera con funcionarios de EEUU.

El acuerdo de las bases comenzó su cuarta y última renovación bajo el régimen de Franco en los últimos meses del dictador. Lo que más interesaba a EEUU en ese momento no era ayudar activamente al advenimiento de la democracia, sino garantizar su acceso a las bases y asegurar en todo lo posible que no iban a tener restricciones. Era evidente el fuerte contraste con los países de Europa Occidental, que estaban construyendo puentes con la oposición. Cuando Ford expresó su preocupación al canciller alemán Helmut Schmidt sobre la posibilidad de perder las bases, éste le dijo que “para asegurar sus bases y sus lazos estratégicos con España el día de mañana, debería hablar de ello también con quienes vayan a estar en el poder en el futuro”.[9]

Al final, y de forma fortuita, las negociaciones no habían terminado aun cuando Franco murió, el 20 de noviembre de 1975 (y EEUU, al contrario que Europa, envió una representación de muy alto rango –el vicepresidente Nelson Rockefeller– tanto al funeral de Franco como a la proclamación de Juan Carlos I como rey). La prolongación de las conversaciones dio una oportunidad a Washington de apoyar, aunque tímidamente, el establecimiento de la democracia. A principios de 1976, José María de Areilza, ministro de Asuntos Exteriores, logró convencer a Kissinger de la necesidad de aprovechar el nuevo acuerdo sobre las bases para dar una señal decidida de apoyo al Rey Juan Carlos y a las fuerzas políticas emergentes. El pacto, basado en sucesivos acuerdos ejecutivos (lo que significaba que no tuviera que ser aprobado por el Senado de EEUU), fue elevado a la forma, más digna, de tratado. También se acordó la retirada de Rota de los submarinos nucleares Poseidón a consecuencia del incidente de Palomares de 1966.

El primer Gobierno posfranquista respaldó la entrada en la OTAN, para gran satisfacción de Washington, que durante largo tiempo había presionado en tal sentido; aunque en los días del dictador no se atrevió a pasar por encima de los deseos de sus aliados europeos, como lo hiciera con el acuerdo de las bases. Pero fue un asunto controvertido para la izquierda española, que vio la entrada en la OTAN como un agravamiento del contexto de la guerra fría. Al mismo tiempo, elementos de la línea dura del franquismo dentro de las fuerzas armadas no veían con buenos ojos la dirección hacia la democracia en que se estaba moviendo el país y, el 23 de febrero de 1981, miembros de la Guardia Civil, a las órdenes del teniente coronel Antonio Tejero, irrumpieron en el Parlamento como parte de un golpe fallido. En lugar de acudir en apoyo del asediado Gobierno centrista de Leopoldo Calvo-Sotelo, el secretario de Estado de EEUU, Alexander Haig, dijo que el golpe era “una cuestión interna española”. Este desafortunado comentario indignó a los demócratas españoles pues confirmaba su creencia de que la Administración americana daba poca importancia a la suerte que pudiera correr la democracia española y que todavía anhelaba la cómoda relación de que disfrutó durante el régimen de Franco (el comentario sigue siendo recordado en España 25 años después). La izquierda estaba igualmente irritada por la intervención de EEUU en América Central durante los primeros años de la década de 1980, que siguió a la revolución sandinista en Nicaragua de 1978 contra el brutal y corrupto régimen de Anastasio Somoza, respaldado por EEUU, el apoyo encubierto de Washington a la contra que combatía a los sandinistas y la invasión de Panamá en 1989. Sucesivas Administraciones estadounidenses mostraron su apoyo a los dictadores latinoamericanos en general, ya que se les consideraba un baluarte contra el comunismo en el patio traserode EEUU. Los españoles de buena memoria recuerdan que uno de los motivos de que EEUU respaldase el régimen de Franco fue su acérrimo anticomunismo. Durante la década de 1980, los sondeos mostraban regularmente que más españoles consideraban a EEUU una amenaza para la paz mundial que a la Unión Soviética.

España ingresó en la OTAN en mayo de 1982. No obstante, las elecciones generales celebradas cinco meses más tarde las ganaron los socialistas, contrarios a la pertenencia a la alianza y decididos a someter la cuestión a referéndum. También estaban decididos a negociar un acuerdo de bases menos sumiso. Dando un giro de 180 grados en su política y para gran alivio de EEUU, el PSOE hizo campaña a favor del “sí” en el referéndum sobre la OTAN en 1986 y lo ganó por un estrecho margen. Pero, para irritación de Washington, pusieron tres condiciones: España no se integraría en la estructura militar; continuaría la prohibición de almacenar armas nucleares en España; y, lo más importante, habría una reducción gradual de la presencia militar de EEUU en España, incluyendo los aviones de combate F-16. Para los socialistas, la superación del origen franquista de los acuerdos bilaterales sólo se lograría mediante la reducción de la presencia militar americana, no solo con el ingreso en la OTAN.

Felipe González marcó la pauta para las negociaciones en un importante discurso en Washington en septiembre de 1985: “No deberíamos sorprendernos de que quienes fueron vencidos en la Guerra Civil y la oposición democrática en general hayan visto los tratados como un apoyo americano a la dictadura y un golpe a las esperanzas de una rápida restauración de la democracia en España”.Los socialistas adoptaron una dura posición en la ronda de negociaciones de 1986-1988. Presionaron a favor de una relación más equilibrada y dejaron claro desde el principio que si no se alcanzaba un acuerdo antes de que expirara el anterior (en mayo de 1988), EEUU tendría que recoger y marcharse a casa. La advertencia causó escalofríos en los medios militares de EEUU ante el temor de que la salida de España desencadenara un efecto dominó en otros países europeos.

La parte española persiguió cinco objetivos:

  • Una reducción más que cosmética de la presencia militar.
  • Un nuevo escenario, basado en el respeto mutuo, soberanía compartida sobre las bases y distribución equitativa del esfuerzo defensivo.
  • Una reestructuración de los procedimientos y sistemas de control de las autorizaciones para utilizar las instalaciones de apoyo por parte de las fuerzas americanas. La izquierda española estaba especialmente descontenta por el hecho de que la base aérea de Torrejón hubiera servido para suministrar combustible a los aviones americanos que abastecían a Israel durante la guerra de Yom Kippur en 1973, lo cual supuso violar la estricta neutralidad declarada por el Gobierno español (asunto sobre el que ambas partes echaron tierra). En 1986, González negó a Washington el permiso de utilizar las bases para bombardear Libia.
  • Separar las relaciones de seguridad y defensa de cualquier otro tipo de relación.
  • Actualizar las disposiciones relacionadas con el personal y sus privilegios. El ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, dejó clara la posición española cuando comentó al secretario de Estado George Shultz: “Lo que queremos es una relación equilibrada, no una subordinación. Queremos una relación entre aliados, queremos una relación entre iguales, no queremos un sobredespliegue militar”.

Las negociaciones se alargaron durante dos años. El Gobierno se mantuvo firme y no aceptó el argumento de EEUU de que si España no podía asumir las responsabilidades en las misiones de la OTAN desarrolladas en España por las fuerzas americanas, debería permitirles quedarse. Al final, Washington transigió y se recuperó el orgullo nacional con un acuerdo de ocho años, mayoritariamente aprobado por el Parlamento español, que puso las bases de una relación más equilibrada y España salió de su posición vasallática frente a EEUU. La presencia americana se redujo aproximadamente en un 40% (4.500 militares y 500 civiles) y quedó concentrada en Rota y Morón.

Una vez cerrados el acuerdo de las bases y el tema de la OTAN, las relaciones políticas de España con EEUU entraron en una fase más estable. A los ojos de Washington, España pasó de ser un aliado impredecible (referéndum sobre la OTAN) a ser un amigo fiable cuando más falta hacía (las bases españolas y las fábricas de armamento jugaron un papel clave en la Guerra del Golfo de 1990). En 1996, tras 13 años en el poder, los socialistas perdieron las elecciones de 1996, pasando el poder al Partido Popular (PP), partido de centro-derecha de José María Aznar. Aznar heredó una buena relación con EEUU y le faltó tiempo para acercar más la política exterior de España a los intereses de Washington. Uno de sus primeros pasos fue suspender la cooperación oficial con el Gobierno cubano, excepto la ayuda humanitaria, y apoyar a la oposición a Fidel Castro radicada en Miami de forma más decidida que los socialistas. Sin embargo, se vio limitado en su grado de acercamiento a Washington por el hecho de no disponer de mayoría absoluta y tener que depender del apoyo de los partidos regionales en el parlamento. En las elecciones generales de 2000 Aznar obtuvo la mayoría absoluta y cuando George W. Bush llegó a la Casa Blanca en enero de 2001, decidió insistir en lograr un equivalente español de la relación “especial” del Reino Unido con Washington. Este significativo cambio en la política exterior española rompió con la política esencialmente europea del período posfranquista, donde había jugado un papel primordial la integración en la Unión Europea, aunque existía también un fuerte componente atlantista. Aznar se había ido desilusionando cada vez más con las políticas de los Gobiernos alemán y francés y su papel predominante en la UE. Una relación más estrecha con Washington era también una forma de escapar del tutelaje franco-alemán y de reforzar la posición de España en Europa. Aznar no heredó las buenas relaciones que Felipe González había establecido con Helmut Kohl y encontró muy difícil entenderse con Jacques Chirac. Más tarde, la negativa francesa a utilizar su influencia para resolver la crisis entre España y Marruecos, tras la ocupación por tropas marroquíes de la minúscula isla de Perejil, en julio de 2002, no contribuyó nada a que Chirac se granjease la confianza de Aznar. Éste tomó nota de que fue EEUU quien desactivó la crisis (telefoneando el secretario de Estado de EEUU, Colin Powell, al rey de Marruecos).Una relación más estrecha con Washington era también una forma de escapar de la tutela de éstos, pero la sociedad española no estaba preparada para un cambio tan profundo y repentino, aunque el enorme avance del país en materia de riqueza per cápita en los últimos treinta años ha hecho que muchas más personas pasen a pertenecer a lo que se denominan “clases con aspiraciones” (personas de movilidad social ascendente o a quienes les gustaría ser y tienden a ser proamericanos).[10]

Los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York galvanizaron la conexión americana. Aznar –que por muy poco sobrevivió a un intento de asesinato por parte de ETA en 1995– había hablado largamente con Bush sobre terrorismo durante su visita a España (la primera parada en su primera visita a Europa y la primera vez que un Presidente estadounidense concedía a España semejante privilegio), y sus palabras quedaron grabadas en la mente de Bush. Aznar fue rápido en ofrecer apoyo inmediato e incondicional para el derrocamiento del régimen taliban de Afganistán por las tropas americanas y británicas. Además de compartir el mismo sentimiento de horror con respecto al terrorismo (y la esperanza de que una conexión más estrecha con EEUU produciría una mayor involucración de los servicios de inteligencia de Washington en la lucha contra ETA), existían muchos motivos para el compromiso atlantista de Aznar.[11]

Entre éstos se incluían los siguientes:

  • Una relación más estrecha con EEUU y sus más cercanos aliados europeos (el Reino Unido y Portugal), como una forma de contrapeso de la expansión de la UE hacia el Este (a partir de 2004) y de contrarrestar la situación de España en la periferia de Europa.
  • La seguridad a lo largo del flanco sur del Mediterráneo, el punto débil de las alianzas defensivas de España.
  • Las importantes inversiones españolas en América Latina.La amplia y creciente presencia hispana en EEUU, ya mayor que la población de España (44 millones).
  • El potencial para mayores relaciones comerciales y nuevos proyectos de inversión.

El Gobierno de Aznar pensó que una relación política más profunda ayudaría a las relaciones económicas en dos direcciones: los intereses económicos españoles, tanto en el sector público como en el privado, se beneficiarían de la creciente colaboración política y las empresas americanas se verían más atraídas.El comercio con EEUU y las inversiones españolas en aquel país están significativamente por debajo, en términos relativos, tanto de la posición de España como país exportador e inversor neto en el mundo, como en comparación con las relaciones económicas que sus socios europeos tienen con EEUU. Las exportaciones españolas a EEUU representan sólo un 4% del total. El comercio del Reino Unido, Alemania, Italia y Francia con EEUU es muy superior con respecto a su comercio total (el 15% en el caso del Reino Unido). Mientras que las exportaciones españolas han alcanzado una cuota en el comercio mundial por encima del 2%, su cuota en EEUU es de sólo el 0,5% –la décima parte de la de Alemania, la sexta parte de la del Reino Unido, la cuarta parte de la de Francia y la cuarta parte de la de Italia–. La IED de España en EEUU es también escasa, mínima comparada con la del Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Francia e incluso Irlanda. Con todo, la política de relaciones más estrechas apenas supuso diferencia alguna para las inversiones y el comercio de España durante la era Aznar, bien porque no hubo tiempo suficiente para que la mejora de las relaciones tuviese algún efecto, bien –más probablemente– porque estos aspectos, en una economía globalizada, apenas se ven afectados por los cambios en las relaciones políticas. De hecho, se han venido produciendo más inversiones directas españolas en EEUU desde que los socialistas alcanzaran el poder en 2004 que bajo los ocho años del Gobierno del PP. El Santander, el mayor banco de España, adquirió el 20% de Sovereign Bancorp por 2.000 millones de euros y Ferrovial, el mayor grupo constructor, compró Webber Group en Texas por 646 millones de euros, entre otras inversiones.

Aznar también aspiraba a situar la economía española más en el bando del “modelo anglosajón” y fomentar un cambio de rumbo similar en el seno de la UE. Él y el primer ministro británico Tony Blair (con quien forjó una relación muy amistosa, a pesar de sus diferentes antecedentes políticos) colaboraron estrechamente en la Agenda de Lisboa para hacer la economía de la UE más competitiva.[12] Aznar tenía la vista puesta en que España se convirtiese en un miembro del G-8, la mesa presidencial de los países desarrollados (EEUU, el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Canadá y Japón) más Rusia.[13] España fue invitada a la cumbre del G-8 de 2002 en Canadá y un radiante Aznar fue fotografiado con los pies encima de la mesa, fumando un puro con George W. Bush. Parecía que Aznar había alcanzado su cénit.

Los ya de por sí estrechos lazos con Washington se fortalecieron sobremanera en los preparativos que precedieron a la invasión de Irak en marzo de 2003. En aquel momento, España era miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU (lo cual resaltó el perfil del país) y emergió como el más sólido aliado de EEUU, junto con el Reino Unido. Aznar fue el principal inductor del artículo publicado en The Wall Street Journal (el 29 de enero de 2003), firmado por los primeros ministros de Portugal, Italia, el Reino Unido, Polonia, Hungría, Dinamarca y la República Checa, donde decía que “la relación transatlántica no debe caer víctima de los continuos atentados del régimen iraquí para amenazar la seguridad mundial”. Aznar trató sin éxito de persuadir a México y Chile, también miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, para que respaldaran una resolución de la ONU autorizando el uso de la fuerza en Irak. La resolución nunca se aprobó. Cuando visitó México para intentar embarcar en la iniciativa al presidente Vicente Fox, en España fue considerado por muchos un “perrito faldero” de Washington. En esos momentos de máxima cooperación con EEUU, se lanzó una campaña de marketing con el eslogan de “Su amigo en Europa”.

España se unió a la llamada “Coalición de los Dispuestos” escenificada en la foto de Bush, Blair y Aznar en su reunión de las Azores.[14] “No podemos permanecer por más tiempo en el mismo rincón que los países que no cuentan, que no sirven y que no deciden”, declaró Aznar poco antes de la invasión de Irak. “Para situar a nuestro país entre los más importantes del mundo, cuando el mundo está amenazado debemos asumir responsabilidades y debemos hacerlo con decisión, determinación y liderazgo”. Sin embargo, España no contribuyó al envío de tropas de combate, aunque Aznar consideró seriamente hacerlo. Pero esto ya hubiera sido demasiado, incluso para su propio partido.[15]

El alineamiento con Washington se hizo en contra de los deseos de la inmensa mayoría de la población española (en torno al 90% expresó su oposición a la guerra con Irak en las encuestas, el más alto porcentaje de Europa).La postura de Aznar se consideró arrogante: hizo muy poco por tratar de ganarse a la opinión pública, algo necesario en un país como España, con una historia tan larga de antagonismo hacia EEUU, y no sometió al parlamento la decisión de enviar tropas de mantenimiento de paz. Los comentaristas españoles no tardaron en señalar el fuerte contraste entre esta actitud y la de George W. Bush y Tony Blair, que consiguieron el apoyo de sus respectivos órganos legislativos al envío de tropas de combate. La política exterior con respecto a EEUU se convirtió en un campo de batalla entre el Partido Popular (PP) de Aznar y los socialistas, por primera vez, y el 14 de marzo de 2004, tras los atentados de al-Qaeda en los trenes de Madrid, el PP (sin Aznar, ya que había prometido no presentarse a un tercer mandato) perdió unas elecciones generales con un índice de asistencia a las urnas casi récord (77%, no muy lejos del máximo histórico del 80% alcanzado en 1982, cuando los socialistas accedieron al poder por primera vez como alternativa de “cambio”). La asistencia a las urnas fue casi 10 puntos porcentuales superior a la de 2000. En conjunto, aproximadamente tres millones y medio de votantes bien abandonaron al PP, bien sumaron su voto al socialismo en relación con las elecciones de 1996.

Muchos comentaristas estadounidenses y algunos legisladores, incluyendo a Dennis Hastert, el republicano de mayor cargo en el Congreso estadounidense, y Richard Myers, el jefe del Estado Mayor Conjunto, acusaron al pueblo español, de forma directa o indirecta, de haber claudicado ante los terroristas por haber cedido a sus amenazas expulsando del poder a un partido cuyo líder había trabajado estrechamente con la Administración Bush en su lucha contra el terrorismo mundial. Esto fue una interpretación muy simplista de lo sucedido en los tres días transcurridos entre los atentados y las elecciones, y ofendió profundamente a muchos españoles, que conocen el terrorismo de cerca.[16] Los Gobiernos españoles de toda tendencia política llevan tiempo luchando –con el respaldo de la gran mayoría de los españoles– contra la banda terrorista ETA, que ha asesinado a más de 850 personas en casi 30 años. No obstante, no cabe duda de que los atentados influyeron de manera determinante a favor de los socialistas en el resultado de las elecciones generales españolas. Pero existieron también otros factores, como la aparente determinación del Gobierno del PP, justo después de los atentados, a atribuirlos a ETA, aun cuando apenas existían pruebas que respaldasen tal afirmación. El que ETA hubiese sido responsable de los atentados habría decantado el voto a favor del PP, que había venido adoptando una posición de firmeza contra la banda. Los españoles, al igual que sintieron que el PP les había inducido a error al aceptar la creencia de la Administración Bush de que Sadam Husein representaba un peligro inmediato por poseer armas de destrucción masiva (ADM) y que por lo tanto una guerra era la única opción posible, sintieron en esta ocasión que se les había engañado con respecto a la autoría de los atentados de Madrid.

El líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, había dejado claro un año antes de las elecciones que si ganaba retiraría las tropas de la “guerra ilegal” en Irak. No se trató de una reacción visceral ante los atentados, sino de una convicción firmemente mantenida. En el desfile de las Fuerzas Armadas celebrado el 12 de octubre de 2003 (Día de la Hispanidad), Zapatero, en aquel entonces líder del principal partido de la oposición, se negó a levantarse cuando el contingente y la bandera estadounidenses pasaron ante el lugar donde se encontraban los dignatarios. Cuando accedió al poder y se apresuró a cumplir su promesa, la Casa Blanca puso el grito en el cielo. El New York Times llevó la noticia a su primera página con un título de seis columnas, convirtiéndose en el despliegue más impactante sobre España desde la Guerra Civil de 1936-1939. En España –una sociedad fuertemente pacifista, probablemente debido al trauma de su Guerra Civil, arraigada en la memoria colectiva–, la retirada de tropas fue una medida enormemente popular. Mientras que Aznar consideraba que debía dirigir a la opinión pública en materia de política exterior, Zapatero consideraba que debía seguir sus dictados.

También es importante recordar que España es la nación con mayores tendencias izquierdistas de Europa, de acuerdo con una escala de autoubicación. Sobre una escala de 1 a 10 de izquierda a derecha –donde el centro sería 5,5– la media de España se ha mantenido en torno a 4,7 desde 1980. El pacifismo de España fue registrado en la encuesta del German Marshall Fund de 2004, realizada en EEUU y en países europeos. A la pregunta (más bien aserto) “En algunas circunstancias, la guerra es necesaria para conseguir la justicia”, el 82% de los americanos respondió “sí”, mientras sólo respondió afirmativamente el 25% de los españoles (el porcentaje más bajo de todos los países encuestados). La pregunta no se refería a ninguna guerra en particular, como la Guerra de Irak o la Guerra de Vietnam, sino a la guerra en general. “Dejando a un lado quién tenga razón y quién no, nos enfrentamos a un enorme vacío en perspectiva, que transciende a los políticos como individuos y del que tenemos que ocuparnos”, decía Robert Kagan, un columnista y asociado senior del Carnegie Endowment for International Peace en una conferencia en Madrid.[17] Una mayoría (74%) apoyaba la decisión del Gobierno español de retirar las tropas de Irak y el 66% apoyaba el despliegue de tropas en Irak si las Naciones Unidas aprobaban una fuerza multinacional para asistir en la seguridad y la reconstrucción. El apoyo español, sin embargo, caía (al 43%) si tal fuerza multinacional estaba bajo el mando de EEUU.Quizá debido a su propia experiencia amarga, España tiene más predisposición a enviar tropas al extranjero para frenar una guerra civil (media aprobada por un 70%, frente a sólo un 38% en EEUU y un 56% de media en Europa, según la misma encuesta).

Los socialistas se convirtieron en el chivo expiatorio de las frustraciones de la Casa Blanca con “la vieja Europa”, como el secretario de Defensa de EEUU Donald Rumsfeld etiquetó una vez a Alemania y Francia (que también se oponían a la guerra con Irak).La derrota del PP en las elecciones había eliminado a uno de los principales miembros del grupo de países de la “Nueva Europa” que compartían la opinión de la Administración Bush con respecto a la guerra contra el terrorismo internacional. Pagando con la misma moneda, George Argyros, el Embajador saliente de EEUU en Madrid, no acudió a la conmemoración oficial el 12 de octubre de 2004 (el Columbus Day en EEUU) porque, en la ceremonia de 2003, Zapatero (antes de convertirse en presidente del Gobierno) había permanecido sentado al paso de la bandera americana. El ministro de Defensa José Bono exacerbó las pasiones cuando dijo que España “ya no estaba sometida” ni se iba a “arrodillar” ante EEUU.Y en un claro desplante a Zapatero, ya presidente del Gobierno, Aznar fue el primer dignatario extranjero invitado a la Casa Blanca tras las elecciones estadounidenses de noviembre de 2004, mientras que Bush nunca devolvió la llamada de felicitación de Zapatero. Todos estos acontecimientos fueron de una gran importancia simbólica para los españoles, y sirvieron tan sólo para reforzar su sentimiento de antiamericanismo.

Zapatero buscaba la clase de relación flexible con Washington que el anterior presidente de Gobierno Felipe González tuvo entre 1983 y 1996. Cuando llegó al poder, Felipe González tuvo también que superar un período inicial de tensiones (con la Administración Reagan), cuando cumplió su promesa de someter a referéndum la continuidad de la pertenencia a la OTAN. No era nada seguro que venciera el “sí”, pero venció, y González pasó entonces a disfrutar de una buena relación con las Administraciones Reagan, Bush (padre) y Clinton y fue capaz de disentir sin romper por ello las relaciones, por ejemplo, con respecto a la intervención estadounidense en América Central. La Administración de George W. Bush, sin embargo, es mucho más dura que los anteriores Gobiernos republicanos y su núcleo central es en muy alto grado un club cerrado. Mientras que Aznar hizo lo imposible por pertenecer al mismo, Zapatero, y España en general, no tiene ningún deseo de ser abrazado por el Tío Sam. Esto no se debe sólo a diferencias importantes e irreconciliables en materia de política exterior estadounidense (el principal motivo del antiamericanismo español) sino también a una creencia, entre la mayor parte de los españoles, de que lo que más le conviene a España es mantener las distancias y disponer de cierta libertad de acción con respecto a su política exterior. Los españoles se encuentran entre quienes más interés muestran en que la Unión Europea ejerza un mayor liderazgo en los asuntos mundiales.

Zapatero sacó las tropas de Irak, pero las mantuvo en el resto del mundo y reforzó su presencia en Afganistán.[18] La decisión española, tomada en febrero de 2005, de trasladar la mitad de sus 540 efectivos desde la zona relativamente tranquila de Kabul a la más conflictiva parte occidental de Afganistán, fue considerada positivamente por Washington, toda vez que posibilitaba a la OTAN llevar a cabo la segunda fase de su estancada misión de estabilización. Los efectivos españoles se encargaron de un equipo de reconstrucción provincial en Qala-i-Naw, la capital de la provincia de Badghis, cerca de la frontera con Turkmenistán. La presencia de España en esta fase fue la más numerosa entre los países de la OTAN. La retirada de tropas de Irak y la presencia más activa en Afganistán son las dos caras de la política de los socialistas frente al terrorismo. Por un lado, consideran la Guerra de Irak como contraproducente en la lucha contra el terrorismo y, por otro, no tienen reparos en involucrarse activamente en Afganistán, porque el país era una base de entrenamiento de redes terroristas y, en este caso, había un amplio consenso en la comunidad internacional sobre la necesidad de una acción firme[19]. Según la encuesta del 2004 Transatlantic Trends del German Marshall Fund,España fue el segundo país más reticente en creer que estaba justificado obviar a las Naciones Unidas cuando sus intereses vitales estuvieran en juego (véase la Tabla 2). Los españoles prefieren un tratamiento multilateral/multinacional, quizá por el consenso que fue necesario, y que logró superar las divisiones de la Guerra Civil, tras la muerte de Franco para restaurar la democracia.En la arena internacional, esta preferencia por un marco multilateral dentro del cual llevar a cabo acciones nacionales para combatir el terrorismo internacional sólo puede proceder de las Naciones Unidas, sean cuales sean sus defectos. España es uno de los países que más respalda la idea de que las Naciones Unidas deberían adquirir un poder significativamente mayor en los asuntos mundiales.[20]

Tabla 2. Cuando intereses vitales de su país están en juego, está justificado obviar a las Naciones Unidas

País

Porcentaje de acuerdo

Turquía

71

EEUU

59

Países Bajos

58

Eslovaquia

55

Reino Unido

51

Polonia

46

Francia

46

Portugal

45

Alemania

42

España

38

Italia

37

Fuente: German Marshall Fund, Transatlantic Trends, 2004.

Madrid y Washington han establecido un modus vivendi, pero persisten serias diferencias con EEUU sobre Cuba y Venezuela, dos países cercanos para los españoles por la afinidad lingüística y cultural y la emigración hacia ellos desde España. En enero de 2005, los socialistas encabezaron con éxito la restauración de relaciones diplomáticas normales por parte de la UE con Cuba, una decisión ratificada en junio a pesar de la ausencia de progresos en materia de derechos humanos.[21] La UE había reducido las visitas gubernamentales de alto nivel a Cuba y la participación en eventos culturales en 2003, tras la ejecución sumaria por un pelotón de fusilamiento de tres personas que habían secuestrado un barco con intención de escapar del país, y la detención de 75 disidentes. Los países de la UE decidieron igualmente invitar a los disidentes a las celebraciones oficiales en sus embajadas de La Habana, como signo de apoyo a los oponentes al régimen, hecho éste que produjo la llamada “guerra de los cócteles”. Castro respondió congelando los contactos oficiales con las embajadas. Los Embajadores de la UE en La Habana se convirtieron así en “los Embajadores Findus” –por el pescado congelado–, puesto que tenían poco que hacer. El Gobierno español llegó a la conclusión de que con la anterior política no se conseguía nada y, entretanto, el período post-Castro se acercaba de forma inevitable. España es el mayor inversor extranjero en Cuba y tiene estrechos lazos culturales y familiares –se estima que el 70% de los cubanos tienen un abuelo español (vivo o muerto)–.[22] Cada año visitan Cuba más de 150.000 turistas españoles. Los dos polos del exilio cubano se encuentran en Madrid, donde viven unos 60.000 cubanos, y Miami (con más de un millón). Los exiliados de Madrid son menos activistas contra Castro que los de Miami, entre otras razones por el mayor grado de simpatía que existe en España hacia el régimen cubano entre ciertos segmentos de la población, especialmente entre gente a la izquierda del Partido Socialista, para quienes Cuba es un tema emotivo. Cuba es también, en cierta medida, un asunto emotivo para la derecha española debido a la pérdida de esta colonia en 1898. Según el Barómetro del Real Instituto Elcano de junio de 2005, el 60% de los españoles encuestados respaldaba el levantamiento de las sanciones de la UE a Cuba. Madrid sostenía que el futuro de la isla se decidiría dentro del país y no en Miami o Washington, y que las líneas de comunicación debían mantenerse abiertas.

Por lo que respecta a Venezuela, la decisión de los socialistas en 2005 de vender diez aviones de transporte C-295, cuatro corbetas de patrulla costera y cuatro patrulleras guardacostas de menor tamaño al Gobierno de Hugo Chávez fue duramente criticada por Donald Rumsfeld. A Washington le preocupaba profundamente la acumulación de armas por parte de Chávez, que incluía la compra de armas y equipos a Rusia y Brasil. En sentido estricto, España no vendió armas, y Zapatero defendió esta decisión alegando que la finalidad del acuerdo era luchar contra el terrorismo y el tráfico de drogas. Además, las críticas estadounidenses a esta decisión sonaron bastante falsas al revelar el ministro de Defensa José Bono al parlamento español que el anterior Gobierno del PP había vendido pistolas, granadas y equipo antidisturbios a Chávez entre 2000 y 2003 y que el Gobierno de Washington no había expresado entonces preocupación alguna. Este es un ejemplo del distinto rasero aplicado por Washington a amigos y enemigos.

Como hemos visto, el principal factor que enoja a España es la política exterior de Washington, y la diferencia entre los valores democráticos que se predican en casa y lo que se hace en el extranjero. El área de política exterior que más hostilidad ha suscitado tradicionalmente ha sido América Latina. Y, hoy en día, la guerra en Irak y el conflicto palestino-israelí.[23] El bando propalestino tiene fuerza entre la prensa española y con frecuencia provoca respuestas por parte del embajador israelí en Madrid.

La reelección de George W. Bush en noviembre de 2004 intensificó el sentimiento negativo de los españoles hacia la política exterior estadounidense. Según el Barómetro del Real Instituto Elcano de marzo de 2005, el 68% de las respuestas consideraban la reelección “negativa para la paz y la seguridad en el mundo”, 10 por encima de la media global. La encuesta Transatlantic Trends 2005 mostró que el 81% de los españoles estaba en desacuerdo con el modo en que George W. Bush manejaba la política exterior. Y cuando se les preguntó en la encuesta del Pew Global Attitudes cuál era el principal problema con EEUU, el 76% de los españoles respondió que ante todo el presidente Bush, con mucho el mayor porcentaje de todos los países encuestados, mientras que solo el 14% respondió que “América en general” (véase la Tabla 3).La desfavorable visión de EEUU está mucho más influida por una baja consideración de Bush que por ninguna otra actitud u opinión verificada en la encuesta. La encuesta no reveló el motivo por el cual a los españoles les desagrada mucho más Bush que a, digamos, los alemanes o los franceses, de forma que sólo podemos tratar de adivinarlo, pero la lista de factores sin duda incluiría su falta de cultura y elocuencia (un motivo por el que Clinton suscitaba grandes simpatías entre los españoles), su negativa a suscribir el Protocolo de Kioto para combatir el calentamiento global (España está haciéndose cada vez más ecologista) y el hecho de que muestre abiertamente su religión (el secularismo está muy al alza en España).

Tabla 3. ¿Cuál es el problema con EEUU? (%)

País

Sobre todo Bush

América en general

Ambos

No sabe/no contesta

España

76(50)

14(37)

7(12)

3(2)

Alemania

65(74)

29(22)

5(3)

1(1)

Países Bajos

63

30

6

1

Francia

63(74)

32(21)

5(4)

1(1)

Pakistán

51(62)

29(31)

10(2)

10(5)

Reino Unido

56(59)

35(31)

8(8)

1(3)

Canadá

54(60)

37(32)

9(6)

0(2)

Lìbano

47(51)

32(32)

19(16)

1(1)

Turquía

41(52)

36(33)

17(12)

6(3)

Indonesia

43(69)

42(20)

0(7)

15(4)

India

35

35

14

16

Jordania

22(42)

37(28)

41(30)

1(*)

China

16

34

42

8

Polonia

27

49

14

10

Rusia

30(43)

58(32)

9(15)

3(10)

(*) Datos de las opiniones desfavorables sobre EEUU.

Entre paréntesis, el dato de 2003.

Fuente: Pew Global Attitudes Project, 2005.

Los españoles, no obstante, tienen una visión mucho más favorable del pueblo estadounidense que del Gobierno de dicho país, si bien asocian a los estadounidenses, más que otros países, con rasgos peyorativos como “codiciosos” y “violentos” y menos con características positivas como “honestos,” “inventivos” y “trabajadores” (ver Cuadro 4).En conjunto, más de la mitad (55%) expresó una opinión positiva de los estadounidenses en la encuesta del Pew Global Attitudes Project de 2005, frente a un 47% en 2003.

Tabla 4. Cómo ve a los americanos el público occidental (%)

Trabajadores

Inventivos

Honestos

Codiciosos

Violentos

Rudos

Inmorales

Canadá

77

76

42

62

64

53

34

Francia

89

76

57

31

63

36

37

Alemania

67

76

52

49

49

12

31

Países Bajos

84

69

46

67

60

26

38

Polonia

64

73

44

55

33

21

33

Rusia

72

56

32

60

54

48

42

España

74

53

45

58

60

39

36

Reino Unido

76

64

57

64

53

29

26

EEUU

85

81

63

70

49

35

39

Fuente: Pew Global Attitudes Project, 2005.

A pesar de la penetración cada vez mayor en España de películas y series de televisión estadounidenses, los españoles no plantean el tipo de objeciones que plantean los franceses contra lo que se percibe como imperialismo cultural estadounidense. Quizá esto se deba a que los españoles, a diferencia de los franceses, no están a la defensiva porque el idioma español está bastante al alza en todo el mundo (el número total de personas que lo estudian en instituciones estadounidenses de enseñanza superior supera al total de que individuos que estudian todas las demás lenguas) y por lo tanto no existe un sentimiento tan profundo como existe en Francia de que la cultura española se encuentra amenazada. Las películas estadounidenses siempre han sido muy populares en España (muchos spaghetti westerns se filmaron en este país durante la época de Franco), y los españoles son adictos al cine. Según la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de España, en 2004 el cine americano tuvo en España 121,7 millones de espectadores (115,7 millones en 2003), frente a los 18,7 millones que vieron películas españolas (21,7 millones en 2003). La cuota de películas y series de EEUU en las televisiones españolas también es elevada: cerca del 70% y del 49%, respectivamente, en 2003 (último año disponible) frente al 11,5% y el 18,6% de las películas y series españolas, respectivamente.También existen relaciones significativas en materia de educación y cultura entre España y EEUU. El programa Fulbright para España, iniciado en este país en 1958, es actualmente el tercero más grande del mundo, por presupuesto y número de estudiantes españoles que van a EEUU y de americanos que van a España cada año, tras Alemania y Japón.[24]

Los factores históricos que han determinado el antiamericanismo de España, sobre todo el acuerdo de bases de 1953, básicamente afectan a los españoles que crecieron durante los 20 últimos años del régimen de Franco, fundamentalmente a la generación que dirigió el país hacia una democracia a partir de 1975. Este apoyo a Franco por parte de Administraciones estadounidenses sucesivas puede parecer una cosa del pasado, pero la España de hoy está embarcada en un gran redescubrimiento de su Guerra Civil y el periodo franquista (lo que se conoce como “memoria histórica”). La publicación de una plétora de libros con nuevo material ha resucitado el papel de Washington en la dictadura entre el público general. El antiamericanismo aún trasciende las ideologías políticas, si bien hoy en día procede principalmente de la izquierda. Esto quedó de manifiesto en una encuesta celebrada en 1997 por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), una institución estatal. La encuesta no se ha repetido desde entonces, pero probablemente las opiniones hayan cambiado muy poco. En conjunto, el 54% de los encuestados afirmó que EEUU era democrático y el 30% que era autoritario. Desglosando estas opiniones según a qué partido político habían votado los encuestados por última vez, el 60% de quienes afirmaron que era democrático eran de derechas y el 41% de izquierdas. De quienes afirmaron que era autoritario, el 48% era de izquierdas y el 22% de derechas. Una división similar se observó en la pregunta acerca de si EEUU era un país solidario o egoísta. Tan sólo el 30% de los encuestados consideraba que era solidario, y el 40% de ellos eran de derechas y el 21% de izquierdas, mientras que del 44% que lo consideraba egoísta el 62% eran de izquierdas y el 25% de derechas. España, en general, se ha convertido en una sociedad muy solidaria en los últimos treinta años. Esto puede apreciarse en la respuesta, siempre generosa, de la población española a cualquier gran catástrofe natural internacional y en el hecho de que el país haya aceptado alrededor de 4 millones de inmigrantes en menos de diez años (haciendo que aumente su población en un 10%) sin, hasta la fecha, ningún problema de racismo realmente serio.

La oposición entre los distintos partidos a la guerra en Irak se vio subrayada por las manifestaciones en toda España a principios de 2003, cuando 8 millones de personas (aproximadamente uno de cada cinco españoles) manifestaron su protesta. La izquierda salió a la calle con un discurso antiimperialista, antiguerra y antiglobalización, mientras que la derecha se vio mucho más influenciada por la condena de la guerra realizada por el Papa Juan Pablo II. Si bien la Iglesia católica no es ni mucho menos tan poderosa en España como lo era durante el régimen de Franco, cuando se la recompensó con privilegios por respaldar su “Cruzada” durante la Guerra Civil, sobre todo en materia de educación y respaldo económico, sigue siendo aún muy influyente. Desde la Constitución de 1978, que consagró la democracia y reconoce y garantiza la libertad religiosa, España ha venido siendo un Estado aconfesional, más que un Estado verdaderamente laico al estilo francés. El catolicismo ya no es la religión “oficial”, pero la Iglesia sigue disfrutando de privilegios, especialmente en materia de educación, a pesar del brusquísimo descenso de la asistencia a la Iglesia y del número de curas (hoy en día aproximadamente una cuarta parte de lo que era hace cincuenta años) y el notable aumento del número de personas que profesan otra fe, sobre todo musulmanes, como resultado de la llegada de aproximadamente 750.000 inmigrantes del norte de África desde finales de la década de 1990.

La sociedad española ha cambiado enormemente en los últimos treinta años y a una velocidad mucho mayor que cualquier otro país, según distinguidos sociólogos como Emilio Lamo de Espinosa.[25] Tanto Europa como EEUU avanzan hacia valores posmaterialistas más liberales, pero a diferentes velocidades y con diferentes puntos de partida. Europa avanza a mucha más velocidad que EEUU y, dentro de la Europa católica, España, sobre todo, se ha convertido en uno de los países más liberales y tolerantes del mundo.[26] Asuntos como la pena de muerte en EEUU y la intolerancia con respecto a la homosexualidad y el aborto de los fundamentalistas forman ya parte del discurso antiamericano de España.[27] Las mujeres, cuyo papel ha cambiado de tal forma que resulta casi irreconocible, se muestran especialmente vociferantes en estos temas. En España acuden en la actualidad más mujeres que hombres a la universidad, el Gobierno actual tiene igual número de ministros que de ministras y la proporción de madres trabajadoras ha aumentado vertiginosamente.

Una victoria del PP en las próximas elecciones generales, que tendrán lugar en 2008, podría significar el retorno a una política exterior más atlantista aunque, dada la profunda oposición a la Guerra de Irak y el contratiempo electoral del PP en 2004 (en gran medida debido a su apoyo a la Guerra), un futuro Gobierno del PP no llegaría, probablemente, tan lejos como llegó el anterior, ante la eventualidad de nuevas aventuras militares. Con una mayor aproximación a EEUU, el PP estaba luchando por un estatus de “mayor protagonismo” de España, pero las encuestas de opinión apuntan a que la mayoría de los españoles no desean ir en esa dirección. Ello significa que, aunque haya un buen entendimiento entre los Gobiernos de España y de EEUU, en la medida en que éste entendimiento sea rechazado por la mayoría de los españoles, Madrid se hallará siempre en una posición de debilidad frente a Washington y no será, tras la brevedad de la última luna de miel, enteramente fiable.

(*) Ésta Documento de Trabajo fue proporcionado en una conferencia sobre el antiamericanismo en Europa en la Universidad de Princeton el 18 de noviembre de 2005. Forma parte de un libro sobre la materia que será publicado por Princeton University Press en 2006. Elcano y Ariel publicaron recientemente el libro de Chislett España y los EEUU: en busca del redescubrimiento mutuo.

NOTAS:

[1] Utilizo el término “antiamericanismo” de una manera genérica y bastante abierta, a sabiendas de que tiene significados distintos para gentes distintas, donde pueden incluirse conceptos como “antiglobalización”, “antihegemomía/antiunilateralismo” de EEUU en el mundo e incluso la mera envidia del éxito de EEUU. En el caso de España, habría que distinguir entre el antiamericanismo conservador del régimen de Franco, que rechazaba los valores democráticos, de tolerancia y de libre mercado de EEUU, un antiamericanismo nacionalista al margen de las clases y de los partidos políticos, como resultado de los acuerdos de 1953, y el antiamericanismo de izquierda, proveniente del apoyo de EEUU a los dictadores de América Latina, de la Guerra de Vietnam y de otros elementos. Habría que hacer tal vez también una distinción entre “antiamericanismo” y “antiBushismo”.

[2] En un arranque de chovinismo, y como parte de la suscripción nacional de 1898 destinada a recaudar fondos para la guerra, se celebró en Madrid una corrida donde torearon dos famosos toreros, Guerrita y Luis Mazzantini. Cuando llegó el momento de saludar al presidente de la plaza, Guerrita se quitó la montera y dijo a los espectadores: “no quisiera mas que se me volviera un yanqui el toro” para poder atravesarle el corazón con el estoque. Mazzantini dijo: “que el importe integro de esta corrida se destine a dinamita para hacer saltar en mil pedazos a ese país de aventureros que se llama Norteamérica”.

[3] Véase el New York Times, citando un informe de la misión económica de EEUU (28/X/1951).

[4] Véase el New York Times (28/IX/1983).

[5] Véase “Franco’s Foreign Policy: From UN Outcast to US Partner “, en World Today (vol. 9, nº 12, diciembre de 1953).

[6] Véasela p. de Negotiating the US-Spanish Agreements, 1955-88, Jean Monnet/Robert Schuman Paper Series, vol. 3, nº 7, septiembre de 2003.

[7] Véase Wells Stabler, “The View from the Embassy”, Authoritarian Regimes in Transition, edit. por Hans Binnendijk, Centre for the Study of Foreign Affairs, US Department of State, 1987.

[8] Ibid.

[9] Véanse las pp. 167-68 de Men and Powers: A Political Retrospective, Helmut Schmidt, Random House, 1989.

[10] Véase Anne Applebaum, “In Search of Pro-Americanism”, Foreign Policy, julio/agosto de 2005.

[11] Dos excelentes explicaciones se encuentran en La vocación atlantista de España, de Emilio Lamo de Espinosa, Real Instituto Elcano, www.realinstitutoelcano.org/analisis/307.asp, y en Las relaciones económicas España-EEUU: ¿Qué importancia tienen los vaivenes Aznar-Zapatero?, de Paul Isbell, Real Instituto Elcano, www.realinstitutoelcano.org/analisis/663.asp.

[12] El ministro de Economía, Rodrigo Rato, dijo en una conferencia el 12 de enero de 2004 que España debería abandonar –y que ya había empezado a hacerlo– la larga práctica de servil imitación a Francia y a Alemania. El éxito económico de España durante la era Aznar –déficit cero, rebajas fiscales, 4 millones de nuevos empleos e integración en la zona euro– hizo posible que el país tuviera una voz más independiente. Rato pasó a ser director gerente del Fondo Monetario Internacional.

[13] En 2004, el PIB español (991.442 millones de dólares) superó al de Canadá (979.764 millones de dólares), según el Banco Mundial.

[14] En su libro Retratos y Perfiles (Planeta, 2005, pp. 265-274), Aznar dice que “España estuvo en las Azores porque no pudo participar en el desembarco de Normandía, que es donde deberíamos haber estado”. Oficialmente, España fue “no-beligerante” y después neutral en la II Guerra Mundial, pero Franco ayudó a Hitler y a Mussolini.

[15] Una voz discrepante en el Gobierno del PP, aunque no de forma pública, fue la de Rodrigo Rato, vicepresidente de Asuntos Económicos. Según el ex ministro de Defensa Federico Trillo, en una reunión del gabinete de crisis del Gobierno Aznar en vísperas de la guerra de Irak, Rato se opuso de forma contundente a la participación militar española y propuso como alternativa participar con ayuda humanitaria. Véase Memoria de entreguerras. Mis años en el Ministerio de Defensa, de Federico Trillo, Planeta, 2005.

[16] Véase el testimonio, mucho más ecuánime, de Robin Niblett, vicepresidente ejecutivo y miembro principal del Programa Europa, Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, ante la Comisión de Asuntos Exteriores, Subcomisión de Asuntos Europeos, el 31 de marzo de 2004 (http://foreign.senate.gov/testimony/2004/NiblettTestimony040331.pdf).

[17] Véase www.realinstitutoelcano.org/publicaciones/libros/seminario_usa.pdf. Cuando Kagan, considerado un neoconservador, presentó la versión española de su libro Poder y debilidad. Europa y EEUU en el Nuevo Orden Mundial en Madrid en 2003 fue abucheado y el acto casi tuvo que ser suspendido.

[18] El alcance global de la contribución española a la seguridad occidental mediante operaciones de mantenimiento de paz no se aprecia generalmente. España ha participado en 60 de estas operaciones y ha enviado más de 50.000 soldados al extranjero. En el momento de redactarse este documento, España tenía tropas en Bosnia, Afganistán, Haití, Indonesia y Kosovo. Según un informe del Pentágono para el Congreso estadounidense, España es el sexto país en la aportación de fuerzas navales en el exterior y el tercero en fuerzas de tierra.

[19] Véase “Madrid Seeks a National Consensus on Foreign Policy”, de Miguel Ángel Moratinos, European Affairs, otoño de 2004.

[20] Véase 23-Country Poll Finds Support for Dramatic Changes at UN, llevada a cabo para la BBC por Globescan y el Programa sobre Actitudes de Política Internacional (PIPA) de la Universidad de Maryland. La idea fue aceptada por una media del 64% y por un 78% en España, la cifra más alta después de Alemania (87%). Según el 2005 Global Issues Monitor de GlobeScan, el 36,1% de los encuestados en España estaban “fuertemente en desacuerdo” con la afirmación de que EEUU “ejerce una influencia esencialmente positiva en el mundo” Se trata del segundo porcentaje mayor en Europa después de Francia (39,2%).

[21] Las relaciones de España con Cuba han sido durante largo tiempo causa de discordia con las Administraciones de EEUU. Incluso el acérrimamente anticomunista General Franco mantuvo relaciones diplomáticas plenas con el país, al igual que relaciones comerciales. La Administración de Lyndon B. Johnson (1963-1969) fue particularmente crítica por las compras españolas de azúcar cubano. En mayo de 2005, el hermano de Castro, Raúl, “número dos” del régimen, fue calurosamente recibido en Galicia, donde nacieron sus padres, por Manuel Fraga, entonces presidente de la región y antiguo ministro de Información y Turismo con Franco.

[22] Véase los tres artículos sobre Cuba de Juan Jesús Aznárez en El País, 23-24-25/V/2005.

[23] A los españoles no se les olvida que el polémico campo de prisioneros estadounidense para supuestos terroristas en la Bahía de Guantánamo, en Cuba, fue territorio español cedido a EEUU al final de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

[24] Un informe interno de EEUU, elaborado en 1956, declaraba como propósito del Programa “hacer que los españoles confiaran en la capacidad de EEUU para liderar y defender al mundo de la amenaza comunista, a través de un mayor conocimiento de su historia, cultura, economía y técnicas científicas”.

[25] Véase Una Diferencia que Marca la Diferencia? Valores y Cultura en Europa y los EEUU, por Emilio Lamo de Espinosa, Real Instituto Elcano, www.realinstitutoelcano.org/documentos/190.asp. El autor cuenta que cuando se trasladó de la España franquista a la Universidad de California en 1970 pasó “de la Contrarreforma a la Contracultura, de Trento a Marcuse y el movimiento hippy. No era un viaje en el espacio sino casi un viaje en el tiempo: del pasado al futuro. Hoy en día esto es completamente distinto y España es uno de los países más liberales y tolerantes de Europa y del mundo”.

[26] En 2005 España se convirtió en el cuarto país del mundo, tras Bélgica, Países Bajos y Canadá, en permitir que parejas del mismo sexo se casaran y adoptaran niños.

[27] Los condenados a muerte durante el régimen franquista bien fueron ajusticiados por el cruel método del “garrote vil” (una abrazadera de metal que rodeaba el cuello del reo y que iba apretándose hasta el estrangulamiento), bien fusilados.