El anticuado código penal de la India

Una serie de controversias en la India, que aparentemente no están relacionadas entre sí, en realidad tienen un elemento importante en común: todas se vinculan con ofensas penales codificadas por los gobernantes británicos imperiales de la India a mediados del siglo XIX, que el país no ha querido o no ha sido capaz de dejar atrás.

Las características problemáticas del Código Penal de la India redactado por los británicos incluyen la prohibición de la «sedición», definida en forma laxa como dichos o acciones que promueven la «desafección contra el gobierno establecido por la ley»; la criminalización de los actos homosexuales y la desigualdad en los juicios por adulterio. Últimamente, las primeras dos en especial, han dado origen a una considerable indignación pública (con razón). Esas disposiciones —como sostuve al presentar enmiendas en la cámara baja del Parlamento, de la cual soy miembro— pueden fácilmente ser mal utilizadas por las autoridades de una manera que transgrede los derechos constitucionales de los indios.

Consideremos la sedición, contra la cual se estableció una ley draconiana en 1870 para suprimir cualquier crítica a las políticas británicas (incluso aquellas que, como dijo cándidamente algún británico, no implicaban «una absoluta ruptura de la paz»). El resultado fue la Sección 124A del código penal, según la cual toda persona que usara «palabras, signos o representaciones visibles [...] para estimular la desafección contra el gobierno» podía ser acusado de sedición y llegar a quedar encarcelada de por vida. En otras palabras, nada de libre expresión para los indios.

Pero incluso eso no fue suficiente para los líderes británicos, quienes ajustaron aún más la ley en 1898, endureciéndola aún más que la ley de sedición en Inglaterra. Los británicos habían concluido, en palabras del vicegobernador de Bengala, que «una ley de sedición adecuada para un pueblo con un gobierno de su propia nacionalidad y fe puede resultar inadecuada, o en ciertos aspectos inapropiada, para un país bajo dominio extranjero».

La sedición se estableció entonces explícitamente como un instrumento para aterrorizar a los nacionalistas indios (en efecto, Mahatma Gandhi estuvo entre sus víctimas más prominentes, aunque distó de ser el último). De hecho, el mes pasado, alumnos de la Universidad Jawaharlal Nehru en Nueva Delhi fueron arrestados bajo cargos de sedición por usar eslóganes antiindios en sus protestas contra la ejecución del terrorista condenado Afzal Guru. Esos arrestos, que horrorizaron a muchos indios, no hubiesen sido posibles si la ley no hubiera estado redactada de manera tan poco precisa.

Mi enmienda hubiera limitado las acusaciones de sedición a situaciones en que las palabras o acciones de una persona condujeran directamente al uso de la violencia o a la incitación a la violencia, o cuando constituyen un delito —como el asesinato o la violación— que, de acuerdo con el código penal indio, es punible con prisión perpetua. Al aclarar que la simple crítica de las acciones gubernamentales no constituye sedición, esa enmienda reforzaría la libertad de expresión —fundamental para cualquier democracia—protegiendo al mismo tiempo contra aquellos discursos que verdaderamente incitan a la violencia.

Luego tenemos la Sección 377 del código penal, que fue aprobada en 1860 y penaliza las «relaciones carnales que atentan contra el orden natural» (una redacción tan arcaica que invita a la burla en la mayoría de las sociedades modernas). Incluso en el pasado, no había ningún tabú contra la homosexualidad en la cultura y las prácticas sociales indias; fueron los británicos victorianos quienes lo introdujeron.

Al criminalizar los actos sexuales privados entre adultos con mutuo consentimiento, la Sección 377 viola los derechos fundamentales garantizados por el Artículo 21 (vida y libertad, incluidas la privacidad y la dignidad), el Artículo 14 (igualdad ante la ley) y el Artículo 15 (prohibición de la discriminación) de la Constitución de la India. Sus consecuencias en el mundo real son discordantes: en los últimos años, 58 indios han sido arrestados bajo la Sección 377 por actos llevados a cabo en la privacidad de sus hogares.

Mi enmienda a la Sección 377 hubiera descriminalizado el sexo entre adultos con mutuo consentimiento de cualquier género u orientación. Desafortunadamente, los miembros conservadores del Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party, BJP), el partido gobernante, votaron contra la discusión de la ley en el Parlamento, citando un dictamen de 2013 de la Corte Suprema que respaldó la ley. De todas formas, aún hay motivos para mantener la esperanza: la Corte Suprema ha aceptado recibir una solicitud de revisión de rectificación contra su dictamen anterior.

El Código Penal Indio no es mucho más flexible con las mujeres heterosexuales que con los homosexuales. Según la Sección 497, el marido puede enjuiciar a su esposa adúltera y al hombre con quien esta tuvo relaciones sexuales, pero una mujer no puede enjuiciar a su marido adúltero, a menos que su pareja sea menor de edad o esté casado. Se trata de una atroz y desactualizada duplicidad de criterios.

Es hora de que el gobierno de la India salga de los dormitorios de sus ciudadanos y reconozca además que no hay lugar para una perniciosa ley de sedición en una democracia vital y que permita la discusión. De hecho, los británicos, quienes crearon esos problemáticos delitos, los han eliminado desde entonces en su propio país para reflejar que los tiempos han cambiado (uno de los peores legados del colonialismo es que sus efectos perjudiciales persistieron más allá del imperio, en la India, los territorios palestinos, el Caribe y otros lugares).

El presidente Pranab Mukherjee, entre otros, siente que es momento de llevar el Código Penal de la India al siglo XXI y resaltó el mes pasado, en el 155.° aniversario del código, que es necesario revisarlo a conciencia. La legislación penal india, declaró, fue en gran medida «implementada por los británicos para atender a sus necesidades coloniales» y debe ser revisada para reflejar nuestra «conciencia social contemporánea». Solo entonces podrá ser un «fiel reflejo de una civilización que resalta los valores fundamentales sobre los que descansa».

Con ese discurso, Mukherjee lanzó el guante al gobierno de derecha del BJP. Esperemos que sus líderes respondan, aunque su afición a las medidas autocráticas y la indulgencia frente a las declaraciones intransigentes e intolerantes de sus partidarios —un comportamiento que ha despertado intensas preocupaciones en todo el espectro político— plantea serias dudas de que lo hagan.

Mientras existan leyes que puedan ser mal utilizadas, serán mal utilizadas. Para evitar esto y crear un marco legal liberal adecuado para un país democrático moderno, la homosexualidad y el adulterio deben ser descriminalizados y la sedición se debe encarar desde una perspectiva más liberal. Los recurrentes debates que consumen al país dejan en claro que, evidentemente, es hora de cambiar.

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary-general and former Indian Minister of State for Human Resource Development and Minister of State for External Affairs, is currently an MP for the Indian National Congress and Chairman of the Parliamentary Standing Committee on External Affairs. He is the author of Pax Indica: India and the World of the 21st Century. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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