El arte de empobrecerse

El presidente argentino Javier Milei está de enhorabuena. Acaba de inaugurar en el norte de su país la mayor planta de extracción y procesamiento de litio del mundo. La empresa es francesa, pero se calcula que su producción beneficiará a unas 50.000 personas de una región especialmente pobre en la frontera con Bolivia. ¿Tendrá el litio el mismo papel en el futuro de Argentina que tuvieron en otro tiempo el trigo y la carne, y ahora la soja? Este nuevo El Dorado está destinado a alimentar las baterías indispensables para los coches eléctricos. No obstante, no debemos hacernos ilusiones; el litio no bastará para sacar al país de la pobreza, sobre todo porque todo el litio que se extraiga acabará en baterías chinas para coches que se reexportarán a la Unión Europea. Lamentablemente, el litio no salvará a Argentina. Es más, ninguna materia prima en el mundo puede servir de motor mágico para el desarrollo económico. Los economistas llaman a este fenómeno «la tragedia de los recursos naturales, que permite imaginarse que pueden sustituir al trabajo y a la innovación». Una tragedia todavía más preocupante porque el declive se acelera: desde que el nuevo presidente, cuya ideología es supuestamente «anarcocapitalista», asumió el poder, la producción nacional ha caído un 5%, sumiendo a la nación un poco más en la desesperación.

Argentina es sin duda el ejemplo más interesante de lo que podría denominarse con un neologismo: la 'inmergencia'. Existen innumerables estudios económicos (confieso haber formado parte de ese rebaño de expertos) que señalizan el camino hacia el progreso. Estas recomendaciones han contribuido al fenómeno clave de los últimos 50 años: la emergencia de naciones enormes que han salido de la pobreza y adquirido un nivel de vida decente, entre las que podemos citar a China, India, Indonesia, Vietnam, Brasil y Chile. Pero en la literatura económica encontramos pocas explicaciones sobre el fenómeno opuesto, el de la 'inmergencia'. Y, sin embargo, la 'inmergencia' también afecta a poblaciones considerables, y por ello merece un intento de explicación. Vamos a probar.

Tomaré como ejemplo cinco países (citados por el economista francés Rémy Prud'homme) que, en la década de 1950, parecían los más prometedores, los más aptos para unirse al pelotón de cabeza de las naciones desarrolladas: Argentina, Birmania, Cuba, Zimbabue y Venezuela. En aquel entonces, Argentina gozaba de un nivel de vida muy superior al de España o Italia, y era un país al que la gente emigraba en masa. ¿Birmania? En el momento de su independencia, en 1947, se la consideraba la «perla del Imperio Británico». Tenía una administración fuerte y un sistema de derecho. Atraía a muchos inmigrantes, sobre todo indios, y era el primer exportador mundial de arroz. En 1950, Cuba era el país más próspero de la región en cuanto a riqueza per cápita, muy por delante de México y Brasil. En África, al sur del Sahara, Zimbabue también se consideraba el país con más posibilidades de despegar. Por último, hasta la llegada de la dictadura de Chávez, Venezuela era más rica que México o Brasil. Pero estos cinco países han pasado de la prosperidad, o de la promesa de prosperidad, a la pobreza, o incluso a la miseria. Zimbabue, por ejemplo, antes de su independencia tenía una renta media que superaba en un 40 por ciento a la del resto del África subsahariana; hoy esa renta es un 45 por ciento inferior a la media. Se dice que la gente vota con los pies. La prueba de ello la tenemos en todos los países inmergentes: desde la dictadura castrista, el 20 por ciento de los cubanos se han marchado a Estados Unidos; el 15 por ciento de los birmanos se han ido a Tailandia; el 30 por ciento de los venezolanos a Colombia o Chile; y el 8 por ciento de los zimbabuenses a Sudáfrica. Estos cinco ejemplos de 'inmergencia' han seguido el mismo recorrido, ofreciendo al mundo una receta infalible para el empobrecimiento, una especie de antieconomía para idiotas.

Cada situación es obviamente compleja, pero el conjunto 'inmergente' puede resumirse en tres causas: autocracia, socialismo y autarquía. ¿Autocracia? Detrás de cada caso de inmergencia está el nombre de un dictador: Perón en Argentina, Castro en Cuba, Ne Win en Birmania, Mugabe en Zimbabue y Chávez en Venezuela. Como ha demostrado el economista indio Amyarta Sen, la principal causa de hambruna en el mundo es la dictadura; nuestros cinco ejemplos confirman el teorema de Sen. Segunda causa de la inmergencia: el socialismo. En nuestros cinco casos de estudio, los empresarios privados fueron expulsados, expoliados y desmoralizados. Fueron sustituidos por la propiedad estatal o la socialización de los medios de producción, una receta absolutamente infalible para la inmergencia. La tercera causa es la autarquía, el rechazo del comercio y la globalización. Mientras que en los últimos cincuenta años la globalización ha sido un motor de desarrollo para todas las naciones que la han abrazado, el rechazo de esta globalización se ha confirmado como un método infalible de decadencia.

¿Bastaría con comprender el mecanismo de la 'inmergencia' para retomar el camino del desarrollo? Evidentemente, el conocimiento es un requisito previo que exigiría que los autócratas se convirtieran al Estado de Derecho y a la economía de mercado. Estamos muy lejos de ello. Además, no basta con comprender; también deberíamos explicar. Lo que, por ejemplo, nos hace dudar sobre el futuro de Argentina, ya que el residente Milei es una especie de ultraliberal autoritario. ¿Cómo puede uno llamarse liberal si desprecia toda crítica? Es una contradicción en sí misma que no puede resolverse con litio.

Guy Sorman

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