El arte de gobernar en coalición

Por Jordi Matas y Josep M. Reniu, Universitat de Barcelona (LA VANGUARDIA, 17/09/06):

Mientras en Catalunya aparecen muchas opiniones que destacan los aspectos negativos que conllevan los gobiernos de coalición, el panorama gubernamental mundial muestra que los países más desarrollados y la mayoría de los europeos llevan más de medio siglo gobernados bajo estas fórmulas. En esta ocasión, como ocurría antaño, parece que Catalunya no quiera mirar a Europa, a países como Alemania, Holanda, Bélgica, Austria, Suiza, Suecia, Noruega o Dinamarca. Es cierto que nuestra transición democrática, a pesar del consenso que la guiaba, no culminó con la formación de gobiernos de coalición y que España es uno de los pocos países europeos que en el último cuarto de siglo no han formado ningún gobierno de coalición estatal, pero ello no debería empujarnos a considerar este tipo de gobierno como una anormalidad democrática o como un experimento político circunscrito al ámbito local o autonómico.

Nosotros opinamos todo lo contrario: los gobiernos de coalición permiten que afloren con mayor fuerza los valores democráticos y contribuyen al desarrollo de una actuación política más acorde con éstos. Efectivamente, gobernar en coalición y compartir responsabilidades de gobierno con otras formaciones políticas significa ampliar la base social del gobierno y apostar por el pluralismo político, acercar el gobierno al Parlamento, favorecer un mayor control de la acción de gobierno, promover y enriquecer el debate político, potenciar la negociación entre formaciones políticas, trabajar en equipo sin imponer el criterio de la mayoría y gobernar de forma corresponsable y más transparente. Por otro lado, las sociedades gobernadas por coaliciones obtienen más explicaciones sobre la acción de gobierno, perciben mayor sensibilidad gubernamental hacia sus reivindicaciones, se interesan más por la política y gozan de mayor salud democrática. Gobernar en coalición permite hacer más pedagogía democrática.

Los factores que rodean y condicionan la formación de gobiernos de coalición se encuentran íntimamente vinculados con el fortalecimiento del sistema democrático. Por un lado, la necesidad de crear mayorías parlamentarias sitúa al Parlamento en el centro de la actividad política y otorga una importancia central al diálogo político, lo que da paso al coprotagonismo de las fuerzas políticas minoritarias. Por otro lado, la negociación para la formación de gobiernos de coalición pone de relieve la definición de objetivos partidistas que hagan compatible la más alta expresión de los valores democráticos con la lógica voluntad de influir en el gobierno de la res publica; así como influyen en la consolidación de una opinión pública favorable al respeto por la diversidad, la tolerancia, la solidaridad, el consenso, la integración, la confianza y el gobierno compartido. Finalmente, este proceso descansa asimismo en la interacción de los actores políticos en múltiples escenarios, con lo que la negociación de un gobierno de coalición incluye también la construcción de vínculos sólidos con el resto de los ejecutivos, sean estatales, autonómicos o locales.

Pero también es cierto que gobernar en coalición exige más pericia política, un mayor dominio del arte de la política y, sobre todo, el establecimiento de pautas de comportamiento interno en el seno de la coalición. Un gobierno de coalición debe saber incrementar la comunicación entre gobernantes ygobernados teniendo en cuenta la presencia de una opinión pública progubernamental con criterios dispares, debe exigir a los miembros del gobierno que sigan protocolos muypautados para la comunicación de políticas, debe diseñar criterios para gestionar crisis de gobierno, debe crear órganos plurales de coordinación de la acción de gobierno, debe clarificar las relaciones entre el gobierno ylos grupos parlamentarios que lo apoyan, debe evitar una inflación de departamentos yde cargos de sottogoverno ydebe compatibilizar el impulso de una acción de gobierno compartido con las identidades partidistas respectivas.

Buena muestra de la normalidad política del ejercicio del poder compartido es la proliferación de los gobiernos de coalición en el contexto europeo así como en nuestro entorno inmediato. Más de dos tercios de los gobiernos europeos desde 1945 han sido protagonizados por más de un partido (72,3%), entre los que destacan los casos de Alemania, Austria, Bélgica, Finlandia, Holanda o Italia. En el contexto español, si bien en el ámbito estatal no se ha formalizado ningún gobierno de coalición a pesar de la existencia de situaciones minoritarias que lo hubieran hecho altamente recomendable (el último gobierno González, el primero de Aznar o el actual de Rodríguez Zapatero), lo cierto es que el ámbito autonómico sí presenta un número considerable de gobiernos de coalición.

Hasta en trece de las diecisiete comunidades autónomas ha habido, desde su formación, alguna experiencia coalicional (en todas menos Madrid, Extremadura, Castilla-La Mancha yMurcia), con lo que en su conjunto suponen casi la mitad del total de gobiernos autonómicos (48,4%). Además, los gobiernos de coalición han sido el tipo de gobierno más empleado en País Vasco, Canarias yCantabria, así como en Catalunya (Convergència i Unió). Esta cotidianidad en la práctica de la política de las coaliciones en Catalunya se ve reforzada además por el hecho de que más del 75% de los municipios de más de 10.000 habitantes ycapitales de comarca estan ahora liderados por gobiernos de coalición (77,4%).

Ala vista de estos datos, no parece demasiado razonable calificar a los gobiernos de coalición como inestables, ineficientes o ilegítimos, sino todo lo contrario. La cultura coalicional se fundamenta en el establecimiento de acuerdos, en la suma de diversos puntos de vista yopciones políticas que redundan en una mayor legitimación de la acción de gobierno. Además, la generalización del poder compartido, aunque precisa de mayores esfuerzos en la corresponsabilización política de los socios, redunda al final en el afianzamiento de los valores democráticos, la cultura política yel progreso social.