El arte y las guerras

La noticia que acaba de aparecer sobre el descubrimiento de miles de cuadros que los nazis sustrajeron durante la Segunda Guerra Mundial, es una de las historias más antiguas del mundo. Dondequiera que los europeos han emprendido la guerra, han robado y destruido arte. Entre los primeros en hacerlo fueron los españoles, que destruyeron casi en su totalidad la obra de los incas. Volveremos en un momento al caso de España, ya que la noticia ahora son las 1.500 obras de arte confiscadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque este hecho ya se había descubierto hace dos años en Munich, la información solo llegó a la prensa la semana pasada.

Se ha calculado que durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes robaron cerca de 16.000 obras de arte de los países que ocupaban. Hitler y Goering fueron los mayores coleccionistas. Goering «coleccionó» una galería privada de miles de obras de arte robadas, expuestas en un pabellón de caza fuera de Berlín que era un santuario dedicado a su esposa fallecida, mientras que Hitler ordenó arte robado tanto para su disfrute personal como para llenar su planeado supermuseo que esperaba construir en su ciudad natal de Linz. Dondequiera que el ejército alemán iba, tomaba parte en el robo del patrimonio histórico de otros países. La totalidad del contenido de la Uffizi y otros museos famosos de Europa, por no hablar de las catedrales y colecciones privadas, fueron despojados por los nazis. Los alemanes escondieron miles de obras para usar después de la guerra, muchas se almacenaron en depósitos subterráneos secretos. Los objetos descubiertos recientemente, que se cree incluyen obras de Matisse, Picasso y Chagall, se encuentran en una categoría especial. Algunas, si no la mayoría, de las pinturas robadas pueden haber sido programadas para su destrucción, ya que de acuerdo con criterios artísticos nazis incluían obras de pintores considerados como «degenerados», es decir, que no se aprobaba su estilo (Picasso), o bien porque el pintor era judío (Chagall). Los que tenían los cuadros de Munich decidieron esconderlas en lugar de destruirlas.

Los alemanes, por supuesto, no fueron los únicos ladrones. Hay buena evidencia de cómo los rusos robaron obras de arte en el territorio que ocupaban, y los japoneses también hicieron lo mismo. Los españoles pudieron haber iniciado el proceso de destrucción de cultura mediante los saqueos, pero otras naciones pronto les aventajaron en eficacia. Poderes imperiales, como los británicos acumularon algunas de las mejores colecciones artísticas y arqueológicas de todos los tiempos, simplemente llevándose artefactos. Incluso hoy en día, el mejor lugar para estudiar arte indio es en Londres, no en la India.

Uno de los problemas del botín de guerra es cómo devolver las obras a sus verdaderos propietarios tras el final de la guerra. La identificación de los propietarios originales de las pinturas es una tarea que sigue preocupando a los abogados de todo el mundo. Una vez que una pintura se retira de su sitio, es casi imposible devolverla. He mencionado que los españoles se encontraban entre los mayores saqueadores de todos los tiempos (como podemos ver por el contenido de muchos museos de Madrid, que acogen arte originalmente perteneciente a las civilizaciones nativas americanas), pero ellos también se encontraban entre las víctimas. Dondequiera que había guerra, había un robo de arte.

Cuando los ejércitos franceses bajo Napoleón ocuparon la península, se quedaron maravillados con la riqueza del botín artístico. Napoleón se apropió de la mitad de los archivos del Estado (que fueron devueltos un siglo después, mucho mejor catalogados de lo que estaban cuando salieron de España) y sus generales robaron obras de arte de los palacios de la Corona española. El comandante en jefe de las tropas francesas, el mariscal Soult, dio orden en Sevilla de que se reuniesen en un almacén central los tesoros artísticos de la ciudad para poder escogerlos a conveniencia. Muchas obras de arte de esta manera fueron robadas para siempre y salieron a través de los Pirineos, en el equipaje de los generales franceses.

Hubo una ventaja derivada de este saqueo de arte. Por primera vez en la historia, franceses, alemanes e ingleses empezaron a apreciar la variedad y el exotismo de la creatividad hispana. Con los robos de arte, se originó una tendencia de apertura de la Península a la mirada extranjera. Los británicos estaban fascinados con el pasado árabe de España, sus tropas no dudaron en intervenir para frenar la ocupación francesa y sus parlamentarios fueron conscientes de las posibilidades comerciales de las colonias americanas. Francia no fue una excepción a esta pasión por lo exótico de España. Hasta finalizar el siglo, París se convirtió en el centro de la creatividad hispánica. Uno de los pintores más influyentes del siglo, Manet, viajó a Madrid en 1865 y declaro a Velázquez el artista más grande de todos los tiempos.

Otros europeos tenían su experiencia de robo de arte durante la Segunda Guerra Mundial, pero los españoles ya habían pasado por esa experiencia. Las tropas francesas durante el período napoleónico eran nada en comparación con la destrucción causada por los republicanos y los franquistas durante la Guerra Civil española. Primero ocurrió la extensa destrucción de una parte del patrimonio cultural de España por las turbas republicanas que asolaron iglesias, archivos y palacios, así como las bibliotecas privadas. Fue uno de los ataques más atroces que jamás se haya hecho a la cultura española y el Gobierno fue impotente para impedirlo. Por extraño que parezca, ni siquiera hoy en día se ha hecho un cálculo adecuado de la medida en que la República destruyó sectores de la cultura española.

La siguiente fase fue la utilización de aviones por las fuerzas rebeldes. Ya en noviembre de 1936 las bombas cayeron sobre el Museo del Prado en Madrid. Las pinturas en consecuencia, se trasladaron al sótano, o bien a otros edificios más seguros de la ciudad. Finalmente, el Gobierno tomó medidas a comienzos de 1939, cuando parecía inevitable que los rebeldes iban ganando y sus bombardeos podrían amenazar a los museos de arte. Se formó un comité de varias personas para supervisar la retirada de las obras de arte del Museo del Prado, el Palacio Real, y otros museos, palacios e iglesias. Más de 70 camiones cargados con pinturas tomaron el camino de Valencia para salvarlas de los bombardeos aéreos. En sus memorias, Rafael Alberti describe cómo tuvo que viajar con un montón de Goyas. Las pinturas finalmente emprendieron camino hacia el norte de Cataluña, y después de extensas negociaciones con un comité internacional se trasladaron a través de la frontera francesa a Ginebra, donde se hizo un recuento de casi 2.000 cajas de cuadros.

Una de las primeras cosas que hizo Franco después de la guerra fue reclamar la devolución de las pinturas (la tarea era urgente, porque la Segunda Guerra Mundial acababa de empezar, y habría sido imposible mover tantos cuadros). Con la ayuda de dos catalanes, Eugeni d’ Ors y Josep Maria Sert, el nuevo gobierno negoció la devolución de las valiosas obras. Todos, tanto los republicanos como franquistas, que participaron en los largos meses de la operación, merecen un lugar en la historia por la protección de una parte del patrimonio histórico de España.

La guerra continúa aún hoy en día destruyendo el arte y la cultura de las naciones, como sabemos por lo que pasó en los museos de Irak. Pero el rescate de las pinturas que podrían haber sido víctimas de la Guerra Civil en España, muestra por otra parte cómo las personas civilizadas pueden hacer triunfar el arte sobre el desastre de la guerra.

Henry Kamen es historiador.

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