El ascenso de Zuma

La preocupación por la elección de Jacob Zuma como presidente de Sudáfrica desdibuja un importante hito: por primera vez en decenios, una nación subsahariana tiene al timón a un adalid de las personas comunes y corrientes.

La política africana ha sido durante mucho tiempo dominio exclusivo de aristócratas, soldados y tecnócratas. Incluso con la propagación de las elecciones democráticas, los dirigentes de la región suelen proceder de las filas de los soldados (Uganda, Ruanda, Zimbabue), de las dinastías familiares (Togo, Kenia...) o de entre los profesores universitarios, abogados y economistas (Ghana, Malaui, Liberia). Ahora Sudáfrica, motor económico de la región y sede de sus universidades, grandes empresas y medios de comunicación más avanzados, tiene al timón un antiguo pastor de cabras, un dirigente africano con don de gentes.

Zuma ha llegado a ser legendario por su capacidad para conectar con las personas comunes y corrientes. Se siente lo suficientemente seguro para bailar y cantar en público. Usa el lenguaje del populismo e infunde esperanzas a la inmensa mayoría de los sudafricanos que a diario soportan el sufrimiento que entrañan viviendas, escuelas y asistencia sanitaria deficientes.

En contraste con sus dos predecesores - el santo Nelson Mandela, que hizo hincapié en la curación racial, y el aristocrático Thabo Mbeki, que tranquilizó a los financieros con su profundo dominio de la macroeconomía-,Zuma reconoce la necesidad acumulada de mejora material de la vida de las decenas de millones de pobres del país. "Hemos aprendido de los errores de los quince últimos años, en particular que podemos haber desatendido, hasta cierto punto, el movimiento popular", dijo.

Resulta alentador que Zuma, quien pasó su juventud haciendo de pastor y no obtuvo una formación escolar hasta que estuvo en la tristemente famosa cárcel de la isla de Robben con Mandela, sea consciente de que el mayor problema de Áfricason sus desigualdades, no su marginación mundial. En la nación más rica de África- pero también aquella en la que la riqueza está peor repartida-,ahora un populista audaz tiene el poder máximo para formular la política del Gobierno.

La turbulenta vida de Zuma - muchas esposas y la embarazosa afirmación durante un juicio por violación de que evitaba la infección por el VIH tomando una ducha-lo ha expuesto al ridículo. En un plano más serio, persisten las dudas sobre su compromiso con la democracia y los críticos sostienen que es un "pez gordo" al antiguo estilo africano, dispuesto a intimidar a sus oponentes y hacer estragos en las arcas públicas con sus amiguetes.

Para desechar las quejas, Zuma insiste: "No hay motivos para sospechar de mí". Sus defensores señalan dos beneficios que ya ha aportado: el fin de la postura ambivalente de Mbeki en la lucha contra el sida, la mayor amenaza a la salud pública del país, y una alentadora disposición a oponerse al dictador de Zimbabue, Mugabe, al que Mbeki mimó con desacertado sentido de la lealtad por su apoyo durante la lucha contra el apartheid. En un Áfricacarente de políticos populistas logrados, los modelos de Zuma pueden proceder de América Latina. Zuma el populista, con una enorme presión de las personas comunes y corrientes para que les brinde beneficios tangibles, no tardará en afrontar una prueba importante: ¿emulará a Lula de Brasil, que ha logrado un admirable equilibrio entre una buena gestión económica y redistribución de la riqueza para los pobres? ¿O seguirá la vía de Hugo Chávez, autócrata popular que parece preferir la creación de un culto a la personalidad a aumentar los niveles de vida de los pobres?

Sudáfrica tiene la mayor economía del continente y hasta que llegó la crisis financiera mundial contó con diez años de continuo crecimiento económico. En un momento de grave desaceleración económica, el gran problema de la delincuencia que padece el país sólo podría empeorar, como también el desempleo, que ya supera el 20% en el sector estructurado de la economía.

Zuma advierte la urgencia de la situación. Al fin y al cabo, tiene 67 años y es probable que sólo ocupe el cargo durante un mandato. Sin embargo, según el experto en economía política Moeletsi Mbeki, en el fondo "Zuma es un conservador". A este respecto, Zuma representa la Sudáfrica del pasado. Forma parte de la generación orgullosa de haber derrotado al régimen del apartheid... y después haber organizado pacíficamente una transición a un gobierno duradero de mayoría negra. Su logro sigue siendo uno de los mayores de la historia reciente.

Tres de cada diez sudafricanos tienen menos de quince años, lo que significa que no han vivido nunca bajo el apartheid. Zuma debe encontrar de algún modo una vía para honrar el compromiso de su generación con la justicia racial y la liberación nacional sin por ello dejar de atender mejor las necesidades de las masas que sufren diariamente la quemazón de las diferencias de clase y anhelan beneficios materiales.

G. Pascal Zachary, autor de Married to Africa.