El asesino pasea por la ciudad

El asesino pasea por San Sebastián y dos ertzainas velan para que pueda efectuar sus compras sin sobresaltos. Llamarle asesino sería, por ejemplo, un sobresalto. Nada, pues, de sobresaltos. Además de alimentarse de noticias de asesinatos y celebrarlas con gambas y champán, cuando ya terminaba de cumplir su condena escribió desde la cárcel varios artículos en ese periódico de las declaraciones oficiales de ETA y de los avisos de bomba y de las designaciones de ciudadanos para ser abatidos por los terroristas. En los artículos de ese periódico clamaba él por proseguir el terrorismo que llama acción armada, y daba nombres de jueces y empleados de prisión. Nombres para ser borrados y no se nombren más. Así pues el asesino se disponía a salir de prisión tras haber anunciado nombres-esquela en esa prensa para hombres encapuchados. La libertad de expresarse, ya se sabe. Además de haber borrado 25 nombres, el asesino que hoy se pasea sin sobresaltos dejó en el camino a bastantes tullidos que no pueden salir de compras ni pasearse por su ciudad.

Era un lunes, el último de julio de 1985, agosto comenzaba al día siguiente. La gente se había echado ya a las carreteras en busca de descanso y felicidad. Paco había pasado el fin de semana retocando su carro-tienda y soñando con estrenarlo en breve para irse con su mujer de vacaciones. Siempre habían hecho camping, era ya hora de pasar a la modesta caravana. Paco había trabajado de asalariado en el taxi durante quince años y sacó unas oposiciones para chófer, en el Ministerio de Gobernación. Le habían asignado el coche del general de división Fausto Escrigas.

Y el asesino que hoy se pasea por nuestra ciudad paseaba también en ese último día de julio de 1985 por Madrid donde también solía efectuar compras con Belén Peñalva pero ahora tenían ambos una metralleta en la mano y aguardaban al Mirafiori verde, casi nuevo, del general Escrigas. Además de saber pasear, hacer compras y darle uso a la metralleta, la pareja de asesinos sabe también que se trata de tirar primero contra el chófer y luego contra el objetivo a abatir. Lo saben desde que el general Rosón, abatido por otros conmilitones de Euskalerria, fue llevado por su chófer al Clínico y así salvó la vida, y fracasó el plan. Desde entonces todos los paseantes de metralleta en mano con objetivo a abatir saben que hay que tirar primero contra el chófer. No vaya a ser que el chófer haga fracasar el plan. Y no es plan. Ellos no quieren mal al chófer, claro está, pero Euskalerria obliga a mirar hacia el objetivo y, si hay algo colateral que se vea, pues cae también. Y tiran contra Paco.

Paco Marañón García había prometido esa mañana a su mujer, mira que eres golosa, mujer, venir prontito a comer el pastel que haría ella para festejar el sexto aniversario de su nieto. Paco nunca probó de aquel pastel. Seis tiros, y los de la metralleta lo dieron por muerto. Escrigas yacía muerto detrás. Paco sobrevivió a las dos balas que le dañaron el cerebro tras muchos meses en la UCI, y los médicos pronosticaron que quedaría tonto y ciego. Paco ve pero no anda, lo levanta Betty de la cama una vez al día, salvo los domingos, que los pasa solo esperando la visita de su hermana y su cuñado. Betty acompaña a Paco por las mañanas. Paco aprendió a hablar pese a los intensos dolores en la cabeza que le produce la metralla que tiene en el cerebro.

La mujer de Paco murió de cáncer a los dos años de aquello. «Aquello» es la circunstancia vasca que produjo a este Paco de hoy, que te dice «estoy deseando salir con los pies para adelante... ¡Ojalá me hubieran matado!... Para estar así sufriendo... a los caballos de carreras cuando se parten una pata los matan, pues a nosotros igual, ¡a ver qué hago yo en esta vida! Sufrir. Si me pica muchas veces la espalda no puedo rascarme...»

Paco tiene 75 años y te contesta sin tardar a las dos últimas preguntas. No hay ya odio en lo que te dice, antes sí, antes lo corroyó el resentimiento pero ahora sólo quiere desaparecer. ¿Qué habría que hacer con estos asesinos, Paco? «Lo que ellos han hecho que se lo hagan a ellos. ¿Pero si los matas sabes lo que pasa?, que no sufren. Lo que hacen ellos, hay que dejarlos igual a ellos». ¿Qué te gustaría que se dijera de ti? «No sé, pues decid: ahí tenéis un trozo de carne con ojos, porque yo soy un trozo de carne con ojos». Esa carne está en una cama y cerca tiene una silla de ruedas, y sus ojos ya no quieren ver la televisión.

A Paco Marañón nadie le ha pedido perdón. Ibarretxe ¿a qué esperas? ¿Cuándo le vas a exigir al paseante donostiarra que lo pida, en lugar de comprometerte a cuidarle con cariño? Las víctimas no están todas muertas y, además de monumentos y actos, aguardan a que te vuelvas humano.

Este domingo, 22 de abril, el Gobierno vasco tratará de poner en acto de manera harto vergonzante la proposición no de ley parlamentaria del 25 de junio del 2003 respecto a las víctimas del terrorismo. Todavía nunca les ha hecho un reconocimiento público, incondicional e institucional pero lo que vaya a hacer este domingo tampoco es del calado que requiere la justicia para con las víctimas vascas del terrorismo vasco, porque es un amaño para pedir una paz sin reconocer la injusticia absoluta del verdugo. Y las víctimas han asegurado que no estarán en ese acto porque el gobierno de Ibarretxe sigue atacando el Pacto por las Libertades y contra el terrorismo, la ley de Partidos, las reformas legislativas del Código penal y cuantas medidas antiterroristas se han adoptado en Europa. Las víctimas no aceptan que se hagan concesiones al proyecto de sus asesinos y, menos aún, que el Gobierno vasco no reconozca que ninguna de las ideas del nacionalismo vasco justificó una sola muerte o un solo tullido o una sola extorsión de los derechos individuales. El proyecto autonómico se ha mostrado como absolutamente injusto y atenta a los derechos del hombre mientras no afirme desde su Gobierno que no existe correspondencia alguna entre los atentados terroristas y las reclamaciones nacionalistas. Mientras no obre así, sabremos que el Gobierno vasco saca partido de la violencia y que las elecciones no son justas.

Paco Marañón García no espera nada. Su desesperanza es el síntoma de que el asesino que se pasea por San Sebastián y va de compras protegido de cualquier sobresalto está siendo considerado un vencedor. La ciudadanía constitucionalista que hemos sido víctimas de sus conmilitones no aceptamos la fachada de respetabilidad que trata de darse Ibarretxe este próximo domingo.

Mikel Azurmendi, profesor y escritor.