El ataque a la austeridad

Europa parece obsesionada con la austeridad. Uno tras otro, los países se ven obligados por los mercados financieros o por la Unión Europea a recortar sus déficits públicos. Y, como si esto fuera poco, 25 de los 27 estados miembro de la UE han acordado un nuevo tratado (llamado «compacto fiscal») que les obligará a no incurrir jamás en déficits presupuestarios de más del 0.5% de sus PBI por ajustes cíclicos. (Como referencia, el déficit de los Estados Unidos en 2011 fue cercano al 8% de su PBI).

Pero, como la economía europea está en riesgo de caer en recesión, muchos observadores se preguntan si la «austeridad» no será contraproducente. ¿Es posible que una reducción de los gastos gubernamentales (o un aumento de los impuestos) lleve a una caída tan pronunciada en la actividad económica que los ingresos caigan y la posición fiscal se deteriore aún más?

Esto es muy improbable, dada la forma en que funcionan nuestras economías. Además, si así fuese, los recortes impositivos reducirían los déficits presupuestarios, porque un crecimiento económico más rápido generaría mayores ingresos, incluso con menores tasas impositivas. Esta afirmación se ha contrastado varias veces en los EE. UU., donde a los recortes fiscales siguieron invariablemente mayores déficits.

En Europa, la preocupación aún se centra en la proporción deuda/PBI. La inquietud se debe a que la caída del PBI por la «austeridad» pueda ser tal que la proporción de deuda aumente. Esto es importante, porque los inversores a menudo usan la proporción de deuda como un indicador de sostenibilidad financiera. Por lo tanto, un menor déficit podría en realidad a aumentar las tensiones en los mercados financieros.

Sin embargo, un déficit menor debe conducir eventualmente a una menor proporción de deuda, incluso si ésta empeora en el corto plazo. Después de todo, la mayoría de los modelos utilizados para evaluar el impacto económico de la política fiscal implican que un recorte en el gasto, por ejemplo, disminuye la demanda en el corto plazo, pero que la economía se recupera luego de un tiempo para retornar a su nivel anterior. Por lo tanto, en el largo plazo, la política fiscal no tiene impactos duraderos (o estos son muy pequeños) sobre el producto. Esto implica que los impactos negativos en el corto plazo que pueda producir la menor demanda sobre la proporción de deuda deberían verse contrarrestados luego (en el mediano o largo plazo) por un rebote de la demanda que devuelva la economía a su nivel anterior de producto.

Más aún, incluso si suponemos que el impacto de un recorte permanente en el gasto público sobre la demanda y el producto también será permanente, la reducción del PBI será un evento único, mientras que la reducción del déficit continuará generando impactos positivos sobre el nivel de deuda año tras año.

Es importante notar que esta conclusión se alcanza sin recurrir a lo que Paul Krugman y otros han ridiculizado como el «hada de la confianza». En los EE. UU., puede ser poco razonable esperar que un menor déficit se traduzca en una reducción de las primas de riesgo –por el sencillo motivo de que las tasas de interés que paga el gobierno estadounidense ya son extremadamente bajas.

Pero, incluso sin efectos confianza, la Oficina bipartidaria de Presupuesto del Congreso ha llegado a la conclusión de que, si bien recortar el déficit estadounidense reduce la demanda, de todas maneras conduce en forma confiable a una menor proporción de deuda. Esto debiera ser aún más claro en los países de la eurozona, como Italia o España, que están pagando primas de riesgo de más del 3-4%. Para estos países, el hada de la confianza se ha convertido en un monstruo.

La pregunta decisiva es entonces: ¿Qué es más importante, el impacto del recorte del déficit sobre la relación entre deuda y PBI en el corto o en el largo plazo?

Los potenciales compradores de los bonos italianos a 10 años deben considerar el impacto de largo plazo del recorte presupuestario sobre el nivel de deuda, que muy seguramente será positivo. Por supuesto, algunos participantes del mercado pueden ser irracionales y exigir una mayor prima de riesgo luego de un deterioro de la proporción de deuda en el corto plazo. Pero quienes se concentran en el corto plazo se arriesga a perder dinero, porque la prima de riesgo eventualmente disminuirá cuando la proporción de deuda cambie.

Abandonar la austeridad por miedo a que los mercados financieros se comportan en forma miope solo pospondrá la hora de la verdad, porque las proporciones de deuda aumentarán en el largo plazo. Además, sería altamente improbable que Italia, por ejemplo, pagara una menor prima de riesgo si tuviese mayores déficits.

Sería peligroso para los países con elevados niveles de deuda de la eurozona abandonar ahora la austeridad. Cualquier país que ingrese en un período de aversión al riesgo aumentada con grandes niveles de deuda solo enfrenta opciones desagradables. Implementar planes creíbles de austeridad es el menor de los males, incluso si agrava la caída cíclica en el corto plazo.

Por Daniel Gros, director del Centro de Estudios de Políticas Europeas. Traducido al español por Leopoldo Gurman.

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