El avance iliberal en América Latina

Anne Applebaum, en su último libro, llama la atención sobre la difusión global de un ethos autoritario. Con un ensamblaje que reúne la centenaria tecnología política del partido leninista y las novísimas tendencias a la polarización social, las fake news y las políticas extremistas de la identidad. El revival abarca ambos extremos del espectro político. Europa del Este y Estados Unidos sufren el nativismo de la extrema derecha populista. Las naciones latinas -de Europa y América- son, además, escenario privilegiado de su oponente de izquierda. Coincidentes ambas en el rechazo al pluralismo político y el multiculturalismo de las sociedades abiertas, en sus versiones liberal y progresista.

El ámbito de la producción y difusión de ideas, imágenes e informaciones revela semejante avance iliberal. En América Latina -y otras partes de Occidente- las universidades e instituciones culturales están crecientemente pobladas por un tipo hegemonía de izquierda, en sus múltiples tribus, acompañada por un centro amorfo y pasivo, que deja a los segmentos fundamentalistas de aquella imponer léxico y agenda. Ciertos rasgos -el antiamericanismo obsesivo, el igualitarismo dogmático, la sobrerrepresentación ideológica y la propensión iliberal- delinean, en el ámbito latinoamericano, la identidad y proyección de buena parte de ese campo intelectual.

Por su parte, en la región existe un sector sociopolítico conservador cuyas ideas se encuentran sobrerrepresentadas en centros privados, grupos religiosos, conglomerados mediáticos y algunos entes públicos de gobiernos de derecha. Pero las redes políticas, mediática y socialcivilistas de los conservadores latinoamericanos -sean trumpistasbolsonaristasuribistas y otros afines- no muestran un músculo intelectual afín a sus gemelos enemigos. En el momento actual quienes parecen gozar de mayor articulación regional, presencia reforzada en la opinión pública y hasta apoyo financiero e intelectual proveniente de EEUU y Europa son los antiliberales de izquierda.

El capitalismo aquí tiene un rol controversial, porque la Guerra Fría enfrentaba dos modelos políticos y económicos diferentes. Pero en la actualidad, el leninismo 2.0 adoptó el capitalismo como estructura económica y utiliza su potencia a favor del programa antiliberal y autoritario. Daniel Ortega o Nayib Bukele, pese a ubicarse en las antípodas, combinan un modelo de gobernanza donde el personalismo autoritario, ensamblado con estructuras partidistas leales, es capaz de coexistir con las élites empresariales de una economía de mercado.

Para colmo, China y Rusia han comenzado a expandirse en instituciones educativas, científicas y culturales de la región, para también avanzar sobre la opinión pública de los países en un sentido más amplio. A través de la creciente influencia de estas autocracias globales, los individuos y grupos antiliberales latinoamericanos encuentran modelos y aliados que coinciden con ellos en la visión jerárquica y autoritaria para la sociedad. Al mismo tiempo, esta nueva alianza los provee de más recursos, legitimidad y acceso al entorno global.

Mientras que los cultores de las ideas antiliberales -sus representantes y agendas en el mundo científico, académico y cultural- parecen crecer sin oposición, quienes se oponen a ellos se encuentran disgregados, fragmentados, aislados y, en muchas ocasiones, sin apoyos institucionales. Pero lo más importante, carentes de estrategias comunes, privados de símbolos y discursos, escasos de articulación colectiva. El mundo académico y cultural adolece tener espacios cooptados por defensores del modelo autoritario, ya sea por convencimiento militante o porque reproducen las bases de un sentido común para interpretar la realidad.

La contradicción políticamente más relevante -por su impacto en la vida pública- en el seno de las sociedades, clases políticas y academias latinoamericanas es aquella que toma actualmente partido ante dos formas contrapuestas de concebir el poder, respectivamente fundadas en el reconocimiento o la negación de la soberanía popular y los derechos humanos: democracia versus autocracia. La distinción entre izquierdas y derechas democráticas, definidas por sus respectivos sistemas de valores y prioridades de política pública, pueden ser procesadas de modo contingente pero razonable en las instituciones y formalidades diversas de nuestras imperfectas democracias. Pero la actitud antidemocrática -abierta o velada- no deja espacio a la existencia misma de una academia comprometida con el pluralismo de ideas y el pensamiento crítico

Como mencionamos en un texto reciente, coescrito con Fernando Pedrosa, mientras que las ideas, valores y prácticas del consenso republicano, liberal y progresista no se extiendan de forma decisiva a una mayoría sólida y activa de la sociedad civil e intelectualidad regionales, la existencia misma de la democracia estará en entredicho.

Armando Chaguaceda, politólogo por la Universidad de La Habana (Cuba) e historiador por la Universidad Veracruzana. Investigador de Gobierno y Análisis Político y experto-país del proyecto V-Dem. Especializado en el estudio de los procesos de democratización y 'autocratización' en Latinoamérica y Rusia.

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