El balance final de Li Keqiang

Todo el mundo habla del desaceleramiento económico chino. El año pasado, el crecimiento del PBI chino llegó a su valor mínimo en los últimos 13 años y no hay repuntes a la vista. Pero, como parece reconocerlo el primer ministro Li Keqiang, esta tendencia en realidad podría ser beneficiosa para impulsar las reformas estructurales que China necesita para alcanzar su meta de largo plazo de un crecimiento equilibrado y estable del PBI.

Las evaluaciones recientes brindan un panorama deprimente para la segunda mayor economía del mundo. En su último informe de Perspectivas económicas mundiales, el Banco Mundial redujo la tasa de crecimiento económico pronosticada para China, del 8,4 % al 7,7 %. Además, datos recientemente dados a conocer por el banco central muestran que los bancos chinos aumentaron sus créditos en solo ¥667 mil millones ($108 mil millones) en mayo –una disminución de aproximadamente ¥125 mil millones respecto del mismo período para el año pasado.

Pero no alcanza con prestar más para mejorar la situación. Dado que los créditos pendientes ya casi significan el doble del PBI chino –como resultado del masivo estímulo del país desde 2008– los nuevos créditos se usan en gran parte para pagar viejas deudas, no para invertir en la economía real. La preocupación más relevante, entonces, es que el saldo de créditos pendientes no ha aumentado.

En los últimos años, la política monetaria restrictiva y los controles cada vez más estrictos sobre el sector de bienes raíces han llevado a una caída de la tasa de crecimiento de la inversión en activos fijos, desde más del 25 % anual antes de 2008, hasta aproximadamente el 20 % hoy. Además, la tasa de crecimiento en las regiones menos desarrolladas del este chino son de menos de la mitad que el promedio nacional. En consecuencia, el crecimiento del valor agregado industrial –que constituye casi la mitad del PBI chino– está desacelerándose aún más rápidamente. Pasó de una tasa anual del 20 % durante los años del boom chino a menos del 10 % en 2010-2012 y a tan solo el 7,8 % en el primer trimestre de este año.

La clave para recuperar el crecimiento del PBI de China es, por lo tanto, devolver el crecimiento de la inversión en activos fijos al menos al 25 %. Con una nueva ronda de estímulo, la capacidad productiva excedente china y las inversiones subutilizadas (por ejemplo, los activos inmobiliarios acumulados) podrían movilizarse inmediatamente para recuperar el crecimiento del PBI al 9 %.

Pero la disposición de los nuevos líderes chinos a iniciar otra ronda de estímulo que garantice el crecimiento depende de la tasa de aumento del PBI que Li pueda tolerar. Los líderes chinos no han indicado en absoluto cambios en la política monetaria actual, por lo que algunos economistas han estimado que Li no actuará hasta que el crecimiento del PBI caiga por debajo del 7 %.

El motivo de la inacción de Li surgió a principios de junio, cuando el presidente chino, Xi Jinping, informó a su contraparte estadounidense, Barack Obama, que China había reducido deliberadamente su objetivo de crecimiento al 7,5 % para implementar reformas estructurales orientadas a apoyar un desarrollo económico estable y sostenido. Dado que China avanzaba hacia esas reformas antes de que la crisis económica mundial de 2008 indujera al ex primer ministro Wen Jiabao a lanzar su plan de estímulo de ¥4 billones, la declaración de Xi sugiere que el nuevo gobierno buscará recuperar los aspectos centrales de la economía previos a 2008.

En 2005 China experimentaba una apreciación de su moneda que, como han demostrado otras economías con alto crecimiento en el este asiático, puede estimular al gobierno y a las empresas a buscar reformas estructurales y modernización industrial. Pero el subsiguiente aumento de la inversión oficial en activos fijos –que aumentó el 32 % tan solo en 2009– retrasó las reformas estructurales, al tiempo que el exceso de capacidad y una burbuja inmobiliaria aumentaron aún más, y afianzaron más profundamente, los problemas.

El gobierno debe ahora disipar los vestigios restantes de la sobreinversión alimentada por los estímulos de 2008-2010, sin importar lo doloroso que eso resulte. Esto implica permitir que la economía continúe perdiendo velocidad al tiempo que se mantienen políticas macroeconómicas relativamente restrictivas que obliguen a los gobiernos locales y al sector empresarial a buscar nuevas fuentes de crecimiento.

La combinación de shocks externos y presión interna por los aumentos salariales puede constituir un poderoso incentivo para que los gobiernos y las empresas adopten reformas estructurales. Por ejemplo, las empresas en las regiones costeras chinas, que dependen de las exportaciones, se han visto perjudicadas por la apreciación del yuan desde 2004. Cuando la desaceleración económica aceleró la reubicación de muchos fabricantes en las provincias del interior o países vecinos, quienes estaban en las regiones costeras comenzaron a solicitar una mayor apertura, reformas estructurales más profundas y modernización industrial.

Quienes sostienen que Li tolerará un crecimiento más lento solo por encima de un cierto umbral se basan en la idea de que un crecimiento del PBI menor al 8 % causaría más daño que ayuda y conduciría a la inestabilidad social. Y, de hecho, si la presión del desempleo se hubiese tornado tan aguda en la actualidad como lo fue en la década de 1990, la prolongada desaceleración económica indudablemente hubiera precipitado una intervención gubernamental.

Pero, durante la última década, los cambios estructurales en la economía china han causado que la presión del desempleo disminuya significativamente –una tendencia que puede ser corroborada por los aumentos salariales en toda la economía. Ahora, la situación es muy favorable para construir la economía más estable que Li desea –y que China necesita.

Zhang Jun is Professor of Economics and Director of the China Center for Economic Studies at Fudan University, Shanghai. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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