El Banco Central argentino como telenovela

En una entrevista concedida hace unas semanas, el ex futbolista Guillermo Barros Schelotto sostuvo que la principal falla que ve en los jóvenes jugadores pasa por la «responsabilidad»: «Juegan contra Boca y lo primero que piensan es tirar un caño; hay más preocupación por el lucimiento personal que por lo beneficioso para el equipo». Gran parte de los problemas que padece la sociedad argentina reflejan una extensión de este comportamiento. El actual conflicto en torno al Banco Central de la República Argentina (BCRA) es, en ese sentido, paradigmático.

Todo surge cuando el Gobierno, consciente de su debilitamiento fiscal, decreta la transferencia de reservas del Banco Central a un pomposo Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad. Así, mediante un muy cuestionable Decreto de Necesidad y Urgencia engrosa las arcas del Tesoro Nacional por un monto de 6.500 millones de dólares, al tiempo que modifica un artículo de la carta Orgánica del BCRA para asegurarse márgenes de financiamiento que casi triplican dicho monto. Nadie en su sano juicio rechazaría el uso circunstancial de una parte de las reservas si ello evitara un default o convalidar tasas astronómicas que son transitorias. Pero no es el caso: a la actual situación financiera se ha llegado porque, en sus dos etapas, la Administración kirchnerista no ha aceptado nunca corregir el rumbo. Ni siquiera al comienzo de la Administración de Cristina Fernández, cuando la oportunidad era clara. En lugar de rever su concepción económica, el Gobierno busca en nuevos y más complejos paliativos los recursos para frenar su deterioro político. Y en ese recorrido desesperado suele actuar de acuerdo a la máxima del ex gobernador peronista Julio Romero: «Poder que no se abusa poder que no sirve», eludiendo toda otra alternativa, saltándose los procedimientos legales adecuados y obviando mínimas normas de cortesía política.

Lamentablemente gran parte de la oposición pareciera responder con otro axioma, menos brutal pero igualmente triste: Hay que transformar en héroe mediático a todo aquél que se oponga circunstancialmente a Kirchner. El accionar de ambas partes es la única manera de entender cómo el poder Ejecutivo termina ensañándose con un presidente del BCRA que le fue absolutamente funcional durante cinco años, y cómo éste súbitamente se rebela para hacer su propio juego político y termina contando con el respaldo unánime del resto del arco político. Como si nadie hubiera percibido la subordinación previa en materia de política monetaria y cambiaria, el silencio y la inacción ante las tasas crecientes de inflación, y la prescindencia ante los cambios anteriores llevados a cabo en la Carta Orgánica de la entidad. Tan sólo durante 2009 el Banco Central transfirió al Tesoro casi 9.000 millones de dólares, equivalentes al 12% del gasto primario central, y una cifra que resulta seis veces mayor a la de 2008.

La argentina se está transformando con mayor celeridad en una sociedad viciosa, entendida como aquélla que prefiere recompensas moderadas inmediatas, aun a cambio de elevados costos a futuro, en vez de un esfuerzo moderado hoy para obtener una compensación mayor en el largo plazo. Así, lo que debiera ser estratégico se está volviendo táctico; y temas que resultan de trascendencia para definir el perfil de sociedad que habremos de ser en un futuro no tan lejano son discutidos con poco tiempo y liviandad en la televisión para ser luego tratados en un par de sesiones del Congreso. Así ha ocurrido ya con la estatización de los fondos de pensión, la ley de medios, la reforma política y la asignación universal por hijo. La actual controversia constituye sólo un paso más: la calidad de autonomía que debe tener el Banco Central, con lo que implica en términos de política antiinflacionaria en un país que ha sufrido y sufre ese flagelo, se está reduciendo a una telenovela desquiciada.

La salida a este embrollo deberá provenir de la política y no de la judicialización en curso. Independientemente de su resultado final, los enredos procesales y los tiempos de la Justicia sólo aportarán ruido a un tema de gran sensibilidad y que repercute en los mercados financieros con inmediatez. Pero la solución no es sencilla. En su excepcional Silla del Águila Carlos Fuentes narra cómo tienen lugar las conspiraciones para la sucesión presidencial en un futuro donde, a raíz de un conflicto con los Estados Unidos, México se queda sin plataforma de comunicaciones de ninguna especie. Si Argentina atravesara una situación similar -es decir, sin contar con televisión o internet- no tendrían relevancia muchos de los actores políticos actuales, ya que abundan los líderes mediáticos, con escasa preparación y nula ideología, sin equipos y faltos de estructuras partidarias. No son ellos quienes podrán sacarnos del laberinto. O, como diría Barros Schelotto, no son los novatos que tiran caños, sino los que piensan cómo ganar el encuentro los que son necesarios. El Parlamento y, más precisamente, el peronismo y el Radicalismo con sus años de práctica política pero en sus versiones actuales deberán articular una respuesta que saque al Gobierno del incómodo lugar en el que se ha puesto, al tiempo que le marque los límites que deberá aprender a respetar hacia delante.

Martín Losteau, ex ministro de Economía de Argentina.