El BCE necesita un nuevo mandato

La decisión del Banco Central Europeo en septiembre de aplicar un mayor alivio de la política monetaria fue polémica, y un representante de la junta, de Alemania, hasta renunció ante la medida. Pero una de las características más destacables de la posición del BCE no ha recibido suficiente atención: la admisión de que las expectativas de inflación se han vuelto desancladas y que, sin un respaldo de política fiscal, el banco central probablemente no pueda cumplir con su mandato de estabilidad de precios en el futuro previsible.

De hecho, muchos observadores, y hasta varios miembros del Consejo de Gobierno del BCE, ahora sostienen que el banco necesita adaptar su mandato con una nueva definición de estabilidad de precios en mente. Tienen razón, pero hay una salvedad crucial.

Desde que se fortaleció la independencia del banco central en los años 1990, se ha vuelto claro que, en tiempos normales, el mandato específico no importa demasiado. La Reserva Federal de Estados Unidos logró guiar las expectativas y alcanzar una estabilidad de precios con su mandato dual (estabilidad de precios y máximo empleo) de la misma manera que el Banco de Inglaterra o el BCE, con sus mandatos de estabilidad de precios más limitados.

Sin embargo, después de la crisis financiera global, el mandato tradicional resultó inadecuado para hacer frente a la inestabilidad financiera de gran escala, a la confianza voluble del mercado y a la parálisis política. Los bancos centrales de los países desarrollados tuvieron que diseñar políticas sobre la marcha, sin un marco que sirviera de guía. Cada uno a su manera aplicó un alivio monetario sin precedentes, expandiendo masivamente su balance, para ofrecer el respaldo que tanto necesitaba la economía.

En muchos sentidos, estas medidas fueron exitosas: la expansión monetaria desempeñó un papel importante a la hora de alejar a la economía del abismo. Pero, con el tiempo, la capacidad de los bancos centrales de afectar la economía real disminuyó. Hoy –y en el futuro previsible- la inflación doméstica está cada vez más afectada por desenlaces globales más que locales, mientras que la inestabilidad financiera y la política fiscal son mucho más influyentes que la política monetaria.

Para el BCE, esto genera un desafío particularmente serio. Después de todo, a diferencia de otros bancos centrales, debe responder por las preferencias de 19 gobiernos nacionales soberanos, con poca o ninguna coordinación estructural o de política fiscal. La eurozona también está sumamente fragmentada financieramente, y carece de un mercado de capital común, un activo seguro unificador o herramientas de estabilización macroeconómica.

El BCE necesita un mandato más realista y flexible. Dada la naturaleza fragmentada de la eurozona, ese mandato probablemente debería seguir estando centrado en la estabilidad de precios. Pero también debería reconocer que la definición actual de estabilidad de precios –“una inflación por debajo, pero cercana al 2% en el mediano plazo”- es demasiado estrecha.

Hace falta una definición más amplia, según la cual el BCE persiga una meta de inflación simétrica del 2%, dentro de una banda de 1,5-2,5%, en un horizonte de tiempo más largo. Algunos defienden una meta aún más alta: por ejemplo, Olivier Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, ha propuesto volver a anclar las expectativas en el 4%. Una propuesta diferente, del presidente de la Reserva Federal de Nueva York, John Williams, es tener una meta para el nivel de precios, no para la tasa de inflación.

Un compromiso con una estabilidad de precios definida en términos más amplios en el largo plazo le daría al BCE más margen de maniobra durante los tiempos de crisis, permitiéndole así responder mejor a los riesgos para la estabilidad financiera y la economía real. Esto lo ayudaría a estabilizar los precios más rápidamente, impulsando su credibilidad.

Por el contrario, cuando el BCE constantemente incumple su objetivo de estabilidad de precios –como lo ha hecho en los últimos cinco años-, pierde credibilidad. Y, por cierto, el BCE ha enfrentado duras críticas –a veces justificadas, muchas veces no- por su implementación de políticas monetarias expansionistas no testeadas desde 2008, en parte porque las medidas muchas veces no fueron bien entendidas por la población. La pérdida de credibilidad ha minado la capacidad del BCE de cumplir con sus objetivos, creando un círculo vicioso que amenaza su independencia de facto.

Es por eso que el momento de realizar cualquier cambio de mandato debe elegirse muy cuidadosamente. Si el BCE intenta mover el arco antes de errar el tiro, el golpe a corto plazo a su credibilidad ya dañada podría ser serio. En vistas de esto, el BCE debe trabajar para fortalecer su postura antes de ajustar su mandato, intentando inclusive alcanzar el objetivo existente de la estabilidad de precios después de años de fracasos.

Al mismo tiempo, el BCE debe comunicar mejor cuáles son sus capacidades. Algunos han instado al BCE a intentar resolver los problemas de solvencia de los bancos o los gobiernos durante la crisis. A otros les gustaría que el BCE disciplinara a los gobiernos para hacer lo “correcto” y consolidar el gasto. Un banco central no debe hacer ninguna de las dos cosas y fracasaría por completo si lo intentara. Pero estos intentos han herido la postura del BCE, particularmente en Alemania, y han disminuido su credibilidad.

Aclarar los contenidos de la caja de herramientas políticas del BCE –incluidas las compras de bonos soberanos y otras medidas no convencionales- serviría de mucho para proteger al BCE de estos ataques en el futuro. Y cuando llegue el momento de cambiar sus objetivos, el BCE debe comunicar el cambio –que, sin duda, puede no ser tan grande como muchos creen- de manera clara y a fondo.

El presidente norteamericano John F. Kennedy tenía razón: el momento de reparar el techo es cuando hay sol. El BCE no puede revisar su mandato hasta que haya pasado la tormenta. Pero, si ya está lloviendo torrencialmente, no puede esperar mucho tiempo. Cuanto antes el BCE haga lo que hace falta para restablecer su credibilidad, antes puede hacer lo que es necesario para protegerse de futuras tormentas.

Marcel Fratzscher, a former senior manager at the European Central Bank, is President of the think tank DIW Berlin and Professor of Macroeconomics and Finance at Humboldt University of Berlin.

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