El bloqueo que nunca existió

Cuba no está bloqueada. Aunque lo pregonen los comunistas cubanos y los podemitas españoles; aunque alguien lo deduzca de las palabras del Alto Representante para la política exterior de la UE, Josep Borrell; aunque lo dijera ex catedra el Papa de Roma: en Cuba no hay bloqueo. Y ahora, poseído de esta verdad, me vengo arriba y blasfemo: los españoles, tras 36 años de franquismo, tenían mucha mayor libertad y muchísimo mayor bienestar económico que los cubanos después de 62 de castrismo.

Me explico. EEUU mangoneó a Cuba cuando la isla consiguió la independencia, rompió relaciones poco después de la llegada de Castro al poder, fracasó con una invasión artera, intentó asesinar a Castro en un par de ocasiones... pero no tiene bloqueada la isla como se nos vende. La tiene embargada, algo distinto.

Hubo un corto bloqueo en 1963. La URSS había instalado clandestinamente misiles de medio alcance en la isla. El 16 de octubre, el presidente Kennedy se desayunó literalmente con fotografías tomadas por un avión de la CIA que mostraban inequívocamente que los rusos montaban rampas de lanzamiento y misiles en Cuba. El gabinete de crisis estadounidense consideró tres posibles reacciones: bloqueo, bombardeo o invasión. Kennedy pronto escogió la primera. El 18 se reunió con Gromyko, sin enseñarle las fotos, y le expuso la gravedad de la situación. El ruso echó el balón fuera sin admitir la existencia de los misiles. El americano envió a Acheson a Londres y París para explicar que implantaría el bloqueo (De Gaulle, al ver las fotos, preguntó irónicamente si se le informaba o se le consultaba, pero aprobó la decisión).

El día 22, en hora punta, Kennedy lo anunció en la tele. Los estadounidenses tiritaban pero lo apoyaron. El 24 de octubre empezó el bloqueo. Ni barcos ni aviones podían entrar en Cuba. Siguieron los días más amenazadores de la Guerra Fría, los dos gigantes tenían armamento nuclear para destruirse mutuamente; en Cuba, se sabría más tarde, había ya 162 cabezas nucleares. Finalmente, como es sabido, tras negociaciones y semanas de infarto, el 20 de noviembre EEUU levantó el bloqueo marítimo de la isla y dos días después el primer ministro soviético visitó La Habana para informar a Castro de que la presencia militar de su país continuaría en Cuba pero solo dotada de armas convencionales, retirando todo su armamento nuclear. Fidel y los cubanos agarraron un monumental cabreo. A Kruschev le acabarían pasando factura sus colegas del Politburó, aunque probablemente ellos habrían hecho los mismo.

El cacareado bloqueo duró unas cuatro semanas. No parece mucho para asfixiar un país. Los que utilizan sesgadamente o como zoquetes el término bloqueo parecen estar viviendo en Marte. Si hubiera bloqueo, ni ellos ni yo podríamos ir de turismo a la isla. Nadie podría ir en busca de las playas de Varadero; España no podría comprar al régimen cantidades ingentes de tabaco; Canadá importar zinc; Rusia en el pasado mediato y Venezuela en el cercano enviarle petróleo... Con el bloqueo, los cubanos en España, México o Estados Unidos no podrían enviar remesas a sus parientes para que puedan vivir sin enormes apuros.

EEUU impuso un embargo a Cuba con el que ha cortado sensiblemente sus relaciones con la isla, no nos las impide. El propio Fidel Castro admitió que se trataba de un embargo en 1978 cuando, durante la visita de Suárez, soltó aunque no venía a cuento: «Yo y el pueblo cubano no olvidamos que cuando el imperialismo yanqui presionaba, el anterior jefe del Estado español no cedió y siguió teniendo relaciones de todo tipo con Cuba». Yo estaba allí a dos metros y lo oí. Fidel se estaba refiriendo a Franco y le agradecía que hubiera mantenido los vuelos de Iberia y comprado azúcar y tabaco.

El embargo, además, tiene muchos agujeros. En la época de Bush, se habló en un momento del bloqueo. Resulta que con el progre Clinton Estados Unidos vendía a Cuba productos por unas decenas de millones de dólares, en 2004, con Bush, la cifra saltó a 404 millones (Washington era el mayor vendedor de productos alimenticios a Cuba).

No hay duda de que el embargo, con el apretón que le dio Trump, tiene efectos sobre la economía cubana. Ahora bien, es la coartada perfecta del castrismo para justificar que no funciona después de 62 años. No ha sabido posible encontrar salida por razones ideológicas A veces uno piensa que si el embargo no existiera el régimen tendría que inventarlo.

¿Puede alguien imaginarse que si Alemania nos hubiera boicoteado hace 60 años, sin comprarnos o vendernos nada, sin enviar turistas, sin contactos bancarios... en España faltarían alimentos o medicamentos esenciales, con colas de horas para comprar jabón, pasta dentífrica o compresas (si las hay); que habría seis horas diarias de apagón, supresión continua del acceso a internet...? No, habríamos trompicado hace 60 años pero encontrado salidas con el resto de Europa y el mundo. El embargo de un gigante incomoda pero no asfixia; el régimen, sí. Rusia o Venezuela cortan los regalos de petróleo, llega la pandemia y en Cuba bastante gente se echa a la calle parodiando el eslogan bélico de Fidel que se transforma en patria o vida.

Retorno a la blasfemia. Siendo aquello un paraíso bloqueado y la España de Franco un erial sofocante, ¿qué poder adquisitivo tenía un español en 1975 y cuál tiene un cubano en 2021? No hay color. Y la prueba del nueve: ¿cuántos cubanos habían emigrado a España en 1975 y cuantos españoles hoy a Cuba? Y la definitiva, hablando de libertad y de paraísos igualitarios: si abrieran las puertas, ¿cuántos cubanos querrían trasladarse a España, Estados Unidos o Chile ahora en 2021? ¿Millones...?

Digamos por último que, aunque el Gobierno español se pusiera agresivo con Cuba, la situación no iba a cambiar y hay muchos intereses en juego. Pero el pudor en reconocer que aquello es una dictadura es un poquito excesivo. No existiría con un régimen de derechas.

Y en el puñadito de españoles que querrían hoy emigrar hoy a Cuba -¿40?- no estarían, pienso, ni la ministra Yolanda Díaz ni el secretario general del PCE, Enrique Santiago.

Inocencio Arias es diplomático y escritor.

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