El bocadillo y los 40 euros que cambiaron el mundo

Algunas historias mayúsculas aparecen en todas partes y en grandes titulares. La de Novak Djokovic es una de las últimas de ellas. El excepcional tenista serbio ha puesto patas arriba el mundo estos días, y lo ha dejado tiritando en medio de una sexta ola contra la que él prefiere no vacunarse. Quién sabe, a lo mejor aquí termina su carrera, limitado, en su estrambótica disidencia de las medidas sanitarias, a Belgrado y a Marbella.

También ha terminado estos días la historia del presidente del Parlamento Europeo, que falleció hace pocos días. David Sassoli, desde el periodismo y la política, luchó al máximo por fortalecer esta Europa que en ocasiones parece correr el riesgo de desintegrarse. El italiano le dijo a su mujer hace unas semanas que se sentía demasiado joven (65 años) para morir. Pero nunca sabes (hasta que, a veces, te lo dicen), cuándo acaba todo.

Otras historias, también mayúsculas, se encuentran escondidas, flotando en el espacio que nos separa de los demás, y hay que rescatarlas, a tientas, del aire mismo. Una vez halladas, son las que menos defraudan, e incluso se miden en tamaño a la del exnúmero uno del Parlamento, o a la del vigente número uno del tenis.

Una de las grandes ventajas de tutelar una editorial es que tienes la oportunidad de leer textos que no han visto la luz. Muchos de ellos, tristemente, nunca lo harán. No importa cuánto talento o esfuerzo haya derrochado quien se ha enfrentado a sus propios demonios para arrastrarlos al papel. Otros textos sólo conseguirán la luz que ambicionan si tú se la das. A veces, no hay nada mejor.

Como cuando lees las memorias que está preparando el pediatra Juan Casado, uno de los más notables del país. Y te das cuenta de que, después de cinco décadas asomado al mundo de la medicina, este Casado sí tiene la clave que todos buscamos: hacer felices a los demás. Así que deja de escudriñar lugares insólitos, de lanzarte a experiencias tenaces, de provocar a personas extrañas. Déjalo ya. Eso, sólo eso, lo que propugna el doctor Casado, es lo que te va a hacer verdaderamente feliz.

Escribe el médico que a una guardia nocturna llegó Elena, una joven con un niño de cinco años que se quejaba de dolores abdominales mientras esperaba en posición fetal en una camilla del hospital. Tras el reconocimiento, quedó claro que a Alberto sólo le sucedía una cosa: tenía hambre. Igual que su madre. Pero esta familia apenas disponía de recursos para comer cada día por la escasez que rodeaba su vida.

Casado aseguró a Elena que a su hijo no le pasaba nada y que se fuera a casa, y le entregó una bolsa de plástico con un bocadillo que había sobrado de la cena de los médicos y 40 euros. Y le susurró: “Estoy otra vez de guardia el jueves, puedes volver si quieres”.

La joven, que se había quedado embarazada cuando aún era adolescente y había sido después abandonada por el padre del niño, volvió ese jueves y algunos más. Poco después, el médico habló con Administración, y solicitó que la contrataran para fregar el suelo, planchar los uniformes o lo que fuera, que la tuvieran en cuenta para cualquier sustitución.

La joven realizó un trabajo que superaba cualquier expectativa un día tras otro, y se ganó la confianza del centro. Acabó completando un curso y convirtiéndose en auxiliar de enfermería, y también casándose con un empleado del hospital.

Casado escribe en su libro que cuando vio, un par de años después, a la joven desnutrida que apenas podía dar de comer a su hijo vestida impecablemente con su uniforme de auxiliar y además prometida, “mi corazón se desbordó de alegría”. Y recuerda la vigencia del viejo concepto de que “la felicidad consiste en hacer felices a los demás”.

Aquel encuentro fortuito con Juan Casado permitió a Elena abordar su vida con una perspectiva muy diferente. Probablemente, aquello le salvó la vida. Pero la mayoría de las veces las jóvenes pobres con hijos desnutridos no acuden a Urgencias. Y, si lo hacen, no se encuentran con tipos que ejercen de hados de cuentos infantiles.

Ángel F. Fermoselle es escritor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *