El Brexit y los laboristas

Oh, Jeremy Corbyn!’. Así cantaban miles de jóvenes seguidores cuando el líder del Partido Laborista apareció en el escenario en un festival de rock en Glastonbury hace algunos meses. Era una imagen extraordinaria, casi sin precedentes. El veterano socialista de 67 años disfrutó de un baño de masas con unos rockeros tan jóvenes que la mayoría podrían haber sido sus nietos. Sin embargo, la escena capturó a la perfección el fenómeno Corbyn.

Pocos políticos (ni siquiera él) esperaban su elección como máximo dirigente del Partido Laborista en 2015, pero Corbyn tomó más que nadie el pulso a un sector importante de la sociedad británica. Hartos de la austeridad del Gobierno conservador, mucha gente —en concreto gente joven como los de Glastonbury— exigía un cambio radical. Corbyn, de la vieja guardia del socialismo, sabía transmitir un mensaje con mucha resonancia entre una nueva generación y, al igual que Bernie Sanders en EE UU, el veterano laborista se ha convertido en un punto de referencia para la izquierda internacional.

La turbulencia en la actual política británica sobre el Brexit debe ser una oportunidad excelente para que Corbyn realice el giro tan añorado. El Parlamento en Westminster está completamente estancado. El Gobierno conservador de Theresa May está contra las cuerdas. A casi nadie le gusta un acuerdo con la UE que no cumpla de ninguna manera lo prometido durante la campaña en el referéndum de 2016. La división dentro del grupo conservador ya es profundísima y, posiblemente, permanente. Con el partido tory en un desorden total, Corbyn debería tener una victoria histórica a su alcance.

Por desgracia no es así. En el tema del Brexit, tan crucial para el futuro de Reino Unido y la UE —por no hablar del Partido Laborista—, parece que haya un defecto en la sincronización entre Corbyn y sus propios militantes.

A lo largo de su larga carrera política, Corbyn nunca ha ocultado su euroescepticismo y da la sensación que, para él, Bruselas es el centro de una conspiración capitalista en contra de los intereses de la clase obrera. Hizo campaña contra la entrada de Reino Unido en 1975 y como diputado ha votado en contra de casi todas las medidas para mejorar la integración de los Estados miembros de la UE desde entonces. En el referéndum de 2016 Corbyn frecuentemente brilló por su ausencia en la campaña a favor de la permanencia y sus pocas intervenciones fueron muy tibias.

Así que la crisis actual del Brexit no solo ha puesto al descubierto las divisiones en el partido tory sino que ha abierto una brecha entre el líder del Partido Laborista y muchos de sus militantes también. El liderazgo ambiguo de Corbyn contra el Brexit está atrayendo comentarios críticos cada vez más fuertes, en concreto de sus propios seguidores, y más en concreto de la gente joven. La postura oficial del Partido Laborista, acordada en su congreso hace unos meses, no puede ser más clara y tiene dos pasos. Primero, si Theresa May no puede salir adelante con su plan, el Partido Laborista debe exigir convocar unas elecciones generales. Y, en segundo lugar, si no hay elecciones generales, los socialistas insistirán en un voto popular —es decir, en otro referéndum— para devolver la pelota al electorado británico. Para convocar generales hace falta una mayoría de dos tercios de los diputados, un resultado poco probable puesto que muchos diputados tories tienen miedo de perder sus escaños: como se dice, los pavos no votan a favor de la Navidad.

Así que la campaña a favor de una votación popular, para ofrecer al pueblo británico la oportunidad de dar un paso atrás del Brexit, está cobrando fuerza. Según las encuestas, casi tres cuartos de los militantes laboristas quieren otro referéndum. Y si se convoca, un número aún mayor, nueve de cada diez, votarían para que Reino Unido permanezca en la Unión. Las mismas encuestas sugieren que si el Partido Laborista incluye una propuesta para seguir con el Brexit en una plataforma electoral, su voto caerá a alrededor del 25%.

Al estilo de Pedro Sánchez, Corbyn ha insistido siempre en la importancia de la democracia interna del Partido Laborista. “Siempre hay que escuchar y respetar a los militantes en la toma de decisiones en el partido”, dijo en 2016. Ahora, algunos de sus partidarios más fieles insisten en que es él mismo quien debe escuchar la voz de los militantes y no la del Morning Star (el órgano del Partido Comunista que está a favor del Brexit). Desde el principio, la carrera de Corbyn ha estado marcada por su independencia y cuando han surgido conflictos con los dirigentes del Partido Laborista, nunca le ha temblado la mano para obedecer a su conciencia. Ahora puede que su conciencia esté en conflicto con las opiniones de la mayoría de los militantes laboristas. Sería una tragedia histórica si Corbyn intentara desafiarlos a ellos también.

David Mathieson es investigador asociado de FRIDE y exasesor del ministro de Asuntos Exteriores británico, Robin Cook, entre 1996-2002.

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