El camino a un mundo sin tuberculosis

El camino a un mundo sin tuberculosis

Cuando Mabruka tenía 18 años, un día llegó a su casa de la escuela y empezó a toser sangre. Se venía sintiendo mal desde hacía unos dos meses, y cuando fue a una clínica de salud, describió síntomas como pérdida de peso, fatiga, dificultad para respirar, fiebre, sudores nocturnos, escalofríos, pérdida de apetito y dolor al respirar y toser. A Mabruka le diagnosticaron tuberculosis (TB) y le prescribieron un régimen diario de 9-10 píldoras. El tratamiento duró seis meses y, durante ese tiempo, no pudo asistir a la escuela.

Increíblemente, la experiencia de Mabruka fue casi la misma que la de cualquiera que contraía TB en los años 1950, cuando se descubrieron los primeros tratamientos. Debido a una falta de innovación terapéutica desde entonces, las malas condiciones de vida y la pobreza generalizada, millones de personas en todo el mundo siguen privadas de su derecho a vivir sin TB.

Más de diez millones de personas contraen la enfermedad cada año. A pesar de ser prevenible y curable, es la principal causa de muerte entre la gente que vive con VIH, y la causa de muerte más común generada por un agente infeccioso en los tiempos modernos.

El tratamiento estándar para la TB es inaceptablemente anticuado. El proceso es tan largo, y los efectos colaterales tan desagradables, que a falta de programas de tratamiento comunitarios, mucha gente con TB deja de tomar su medicina en la mitad del tratamiento. Una consecuencia ha sido un aumento en la resistencia a los antimicrobianos (RAM), que hoy es una importante amenaza para la salud global.

En 2016, la TB resistente a múltiples drogas terminó con la vida de 240.000 personas. Más de la mitad de las personas con TB resistente a múltiples drogas (MDR-TB por su sigla en inglés) no tiene acceso a un tratamiento efectivo. Y, para los que sí lo tienen, el tratamiento suele durar por lo menos dos años, suponiendo que se encuentre una droga que combata las bacterias resistentes.

La Agenda de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas apunta a eliminar la TB en 2030. Sin embargo, el liderazgo global y la inversión que hacen falta para alcanzar ese objetivo han sido muy escasos. Con el ritmo del progreso actual, recién en 2180 podremos poner fin a las amenazas más antiguas del mundo para la salud pública.

La comunidad internacional necesita emprender cinco acciones específicas para eliminar el flagelo de la TB de una vez por todas. Por empezar, se deben cerrar las brechas en los sistemas de salud existentes, para que toda la gente tenga acceso a servicios para prevenir, diagnosticar y tratar la TB. Los líderes políticos y de la sociedad civil tienen que hacer más para defender la salud como un derecho humano. Y deberían centrarse especialmente en la RAM, que plantea una amenaza para las generaciones actuales y futuras por igual.

Segundo, los responsables de las políticas y los prestadores de atención médica deben transformar la respuesta estándar a la tuberculosis para hacerla más equitativa, basada en derechos, no-discriminatoria y centrada en la gente, no sólo en los entornos médicos sino también en los lugares de trabajo, las escuelas y las cárceles. Esto es especialmente importante para las poblaciones vulnerables, como los niños y la gente que tiene VIH. Pero, en términos más generales, el objetivo máximo debería ser una cobertura de salud universal, para proteger a la gente de gastos de salud potencialmente catastróficos asociados con la TB y la MDR TB.

Tercero, debemos comprometernos a hacer las inversiones necesarias para terminar con la TB, reconociendo que hacer lo correcto también tiene un sentido financiero. Las Naciones Unidas estiman que, en el largo plazo, "Cada dólar que se gasta en TB genera hasta 30 dólares a través de una mejor salud y una mayor productividad".

La cuarta prioridad es apalancar al sector privado. Para fomentar la innovación y los nuevos descubrimientos, necesitamos con urgencia más alianzas entre gobiernos, empresas (particularmente compañías farmacéuticas) y organizaciones de la sociedad civil. El objetivo debería ser desarrollar regímenes de tratamiento mejores y menos tóxicos que respondan más rápido de los que existen actualmente.

Finalmente, la comunidad internacional debe comprometerse a un liderazgo global más decisivo y transparente. Sin responsabilidad, los objetivos y los compromisos tienen poco sentido. Es necesario presionar a los gobiernos para que mejoren los niveles de vida. Eso implica garantizar el acceso a una alimentación nutritiva, un medio ambiente limpio y educación, y fomentar condiciones económicas saludables. Si se alcanzan estos objetivos, podremos hacer un gran progreso a la hora de reducir la incidencia de la TB.

Las principales organizaciones de salud global como el Fondo Mundial para la Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA y otros está respaldando a los países en esta agenda. Pero con una brecha de financiamiento global de 2.300 millones de dólares por año, el esfuerzo por terminar con la TB no se puede dejar en manos sólo de unas pocas organizaciones.

En los últimos 15 años, los países que han hecho un progreso significativo en la lucha contra la TB son la excepción. Para hacer que el progreso sea la norma global, tendremos que crear una masa crítica de países que hayan encarado los factores determinantes estructurales de la TB y, al mismo tiempo, el financiamiento adecuado que resulte apropiado para los tratamientos. Específicamente, eso implica identificar el 40% de los casos de TB -60% de los cuales se producen en personas que tienen con VIH- que no se detectan cada año.

El 26 de septiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas llevará a cabo su primera reunión de Alto Nivel sobre la TB, y los estados miembro emitirán una declaración política de intención para enfrentar esta cuestión. Les solicitaríamos que reflexionen sobre los cinco puntos de acción mencionados más arriba. El camino a un mundo sin tuberculosis empieza allí.

Michel Sidibé is Executive Director of UNAIDS. Lucica Ditiu is Executive Director of the Stop TB Partnership.

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