El camino a una Unión de Transferencias en Europa

Diez años después de que la Gran Recesión sondeó profundidades económicas nunca vistas desde la Gran Depresión, es necesario alejarse de la política del día a día para tener una visión más amplia. Los europeos necesitan preguntarse dónde han estado y hacia dónde van ahora en su viaje.

Hace veinte años, en 1998, los tipos de cambio entre muchos países de la Unión Europea pasaron a ser irrevocablemente fijos como preparación para la introducción del euro. De repente, países casi quebrados del sur de Europa ya no tenían que pagar enormes primas de interés de aproximadamente 5-20 puntos porcentuales en relación a Alemania. De modo que, con una abundancia de créditos baratos, el sur de Europa experimentó un boom económico financiado con deuda que hizo subir los salarios y los precios por las nubes. Finalmente, ese boom se convirtió en una burbuja.

Luego, hace diez años, estalló la burbuja que se había estado gestando simultáneamente en el mercado de hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos, lo que derivó en la crisis financiera global y, luego, en el colapso de la burbuja en el sur de Europa. En su momento de necesidad, los países del sur de Europa sacudidos por la crisis acumularon sobregiros gigantescos en el sistema de pagos europeo, para reemplazar los préstamos privados que habían desaparecido.

Es más, en un intento por contener esos sobregiros, los países del norte de Europa otorgaron a sus vecinos del sur enormes rescates fiscales. Pero estos fondos resultaron insuficientes, lo que llevó al Banco Central Europeo a interceder con garantías ilimitadas para los acreedores del sur de Europa, todo a expensas de los contribuyentes de la eurozona.

Naturalmente, las garantías del BCE incentivaron a los acreedores a otorgarles más crédito a los países afectados por la crisis, rescatando las inversiones de los acreedores anteriores. Los acreedores protegidos provenían de todas partes del mundo, inclusive del norte de Europa. Los bancos franceses tenían por lejos la mayor exposición a los países endeudados del sur de Europa y, así, fueron los más beneficiados con el rescate.

Pero los acreedores también tuvieron que sangrar. Prácticamente no recibieron ningún interés sobre sus activos y sus pérdidas de intereses sobre los préstamos al sur de Europa se acumularon hasta alcanzar varios cientos de miles de millones de euros.

Las iniciativas de rescate del BCE alcanzaron un clímax con la introducción del alivio cuantitativo (QE por su sigla en inglés), por el cual los bancos centrales del Eurosistema compraron 2,3 billones de euros (2,8 billones de dólares) en títulos en euros recién impresos -inclusive bonos gubernamentales por un valor de 1,8 billones de euros- entre 2015 y 2017.

En realidad, el programa de QE fue una enorme operación de restructuración de deuda. Sus principales beneficiarios fueron los países del sur de Europa, que habían vendido un porcentaje desproporcionadamente alto de sus bonos gubernamentales a inversores extranjeros para financiar sus enormes déficits de cuenta corriente en la década previa a la crisis financiera global.

El programa de QE funcionó de manera implícita mediante acuerdos de tres vías. Los países del sur de Europa pudieron recuperar sus bonos gubernamentales securitizados porque los inversores globales sustituyeron esos bonos por activos en Alemania y, en alguna medida, en los Países Bajos y otros pocos países de la eurozona. Los vendedores de esos activos, a su vez, recibieron euros y, por ende, créditos sobre sus bancos centrales nacionales. Y los bancos centrales recibieron los llamados créditos de compensación de Target (sistema de liquidación bruta en tiempo real) sobre los bancos centrales del sur de Europa, garantizados por el Eurosistema.

Para fines de 2017, solamente los sobregiros de Target adeudados al Bundesbank totalizaban 907.000 millones de euros. Y, sin embargo, los créditos de Target del Bundesbank esencialmente no tienen ningún valor, porque no tienen vencimiento y son emitidos a una tasa de interés decidida por los deudores, que conforman la mayoría en el Consejo de Gobierno del BCE. Por el momento, han fijado la tasa de interés en cero.

Según el sistema de Bretton Woods, que hasta principios de los años 1970 ataba las monedas al precio del oro, Alemania habría recibido 19.000 toneladas de oro (en base a los precios a fines de 2017) por esos créditos. Esto equivale a casi cinco veces lo que efectivamente se había acumulado bajo ese sistema (4.000 toneladas). Los 907.000 millones de euros del Bundesbank en créditos de Target representa casi la mitad de la riqueza exterior neta que la República Federal de Alemania ha acumulado hasta la fecha a través de sus excedentes de exportaciones.

Para quienes den un vistazo hacia atrás en 2028, la década que empezó en 2018 será recordada como una era en la que los políticos europeos comenzaron a perdonar y reducir los créditos de Target a través de transferencias fiscales del norte al sur. Esas transferencias se llevarán a cabo a través de medidas que el presidente francés, Emmanuel Macron, ya ha solicitado a fin de fortalecer la retaguardia de su país en el sur, y que la flamante gran coalición provisional de Alemania ya ha respaldado (con modificaciones menores). En el plan propuesto por Macron, cada euro transferido de un país del norte de Europa a un país del sur de Europa reduciría los créditos de Target y los pasivos en un euro.

La próxima década será un momento particularmente oportuno para crear una unión de transferencias, debido a la crisis demográfica en ciernes que está amenazando a la mayoría de los países europeos, con excepción de Francia. Después de que se jubilen los "baby boomers" (la generación nacida durante la posguerra), las arcas estatales se habrán agotado entre 2028 y 2038. Eso significa que cualquiera que quiera echar mano a los recursos de los contribuyentes del norte de Europa tendrá que hacerlo pronto, antes de que sea demasiado tarde. Dépêchez-vous, Monsieur le President! (¡Apresúrese, señor presidente!)

Hans-Werner Sinn, Professor of Economics and Public Finance at the University of Munich, was President of the ifo Institute and serves on the German economy ministry’s Advisory Council. He is the author, most recently, of The Euro Trap: On Bursting Bubbles, Budgets, and Beliefs.

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