El camino hacia la nada

El PNV camina, de forma inexorable y segura, hacia su propio suicidio político. A propósito de las dos preguntas planteadas por el lehendakari se han oído todo tipo de argumentos, articulados en torno a distintos intereses. Unos están en contra, otros a favor. A algunos les parece que, con una respuesta favorable abrumadora, ETA vendría a las cuatro de la mañana a la Gran Vía de Bilbao y dejaría todas sus armas enfrente de la Diputación, antes de ir a arrodillarse ante la Virgen de Begoña. Otros piensan que lo haría en Bayona, o en la Plaza de la Virgen Blanca, y no faltan quienes estiman que no, que lo haría en La Concha. En cualquiera de los casos, Lokarri daría fe de ello en una notaría. No falta quien cree que el 'sí' no serviría de nada, porque lo que haría ETA es lo mismo que hace siempre que las soluciones se ponen a tiro (y esta expresión es adecuada en este contexto): asistir a la reunión, y decir con claridad que lo que ha dicho la ciudadanía, el 'sí' de la sociedad, es que se les haga caso. No faltan entusiasmados tertulianos, animados por aún más entusiasmados locutores, que ven en el referéndum la oportunidad definitiva para que baje el precio del barril de petróleo. Eximios catedráticos de universidad indican, con facilidad pasmosa y abundancia de argumentos contradictorios, basados en las mismas leyes que ellos estudian y enseñan, que los vericuetos jurídicos de lo que se propone nos pueden llevar a una meta y a la contraria, al mismo tiempo. Que el Estatuto permite hacer esto, y no hacerlo. Y que si no lo permite nuestro Estatuto, lo permite el catalán. Y en caso de que también éste nos acabe fallando, todo se puede explicar recurriendo al derecho internacional comparado, que abre el paso para hacer todo lo que no esté expresamente prohibido. Por ejemplo, el derecho internacional da cobertura a que el Gobierno vasco pueda comer pastas en sus reuniones, porque eso no está prohibido, ni regulado en ningún lado.

Muchos militantes nacionalistas han visto en estas dos preguntas y en el proceso (éste sí que ha sido un proceso) la culminación final de sus aspiraciones ideológicas, al menos de momento, porque se acaba convirtiendo en fin lo que no es sino medio: lo importante es plantear la consulta y preguntar lo que sea, el contenido da casi lo mismo. Ya era hora de que alguien pusiera el punto sobre la 'i'. Por cierto, no sé si el acento que le falta al 'sí' de la papeleta es sintomático de algo. Otros militantes están sumidos en la absoluta confusión, si no en el enfado más absoluto. ¿Y los votantes? Ay, los votantes...

He echado en falta, sin embargo, en todos los comentarios que he leído u oído, un argumento mucho más contundente y definitivo, que creo refleja de forma nítida lo que está sucediendo en la sociedad: la espesura del aburrimiento. Cansancio infinito con el tema. Eso es lo que le pasa a una gran parte de la masa social. A una gran parte de la masa social que votó nacionalista en 2001 y que ha visto cómo aquella acumulación de fuerzas, aquella reacción contra el entramado levantado por Mayor Oreja-Redondo, y arropado por foros de distinto pelaje, se ha ido diluyendo en medio de la nada. Aburrimiento, porque se ha perdido una oportunidad histórica para hacer algo que mereciese la pena y que importase a la sociedad. Aburrimiento y cansancio porque este monotema se percibe como algo lejano que engulle nuestras horas. Decepción, porque al final ni siquiera aborda cuestiones centrales: ¿Por qué no se ha preguntado, puestos a ello, si queremos ser independientes? ¿Por qué no se sale de la obviedad de una vez?

Cansancio, porque se sabe de antemano en qué va a acabar todo esto. Con un simple 'no' derivado de alguna instancia del Estado. Nunca dos letras pudieron tanto. Tedio, porque ha ocupado demasiado tiempo inútil que se debería haber dedicado a otros quehaceres un poco más productivos. Incredulidad, porque el mensaje del presidente del PNV es uno y el del lehendakari es otro. Y todos se quedan tan anchos. Sorpresa, porque el lehendakari se ha saltado en este tema puntos centrales del acuerdo de gobierno firmado por los tres socios, sin que el partido haya abierto la boca. Sorpresa también porque nuestro lehendakari se sienta de igual a igual con EA y EB en ese consejo político que carece de un representante del PNV. Porque el lehendakari lo es de todos, de usted y de mí, y debería estar por encima de los partidos. Bueno, pensándolo bien, es que a lo mejor sucede precisamente eso, que está por encima de todos los partidos, incluido el suyo. Sorpresa, también, porque se va a recurrir, en la tramitación de la ley, al artículo 119 del Reglamento del Parlamento vasco, que abre esta vía cuando se den «circunstancias de carácter extraordinario y razones de urgente necesidad». Me pregunto qué hay de nuevo hoy que no lo hubiera hace dos o tres años. Qué razones de urgencia verá la presidenta del Parlamento para permitir que la Mesa apoye semejante desatino.

Todo esto es muy peligroso, porque el aburrimiento y el cansancio hacen mella. De forma lenta y agónica, pero con más constancia que la gota china. Y tienen consecuencias más que previsibles. Tengo que manifestar esto por encima de mis simpatías personales hacia el lehendakari. Lo tengo que hacer por el enorme respeto que le profeso. Pero la prudencia desaconseja, aquí y siempre, cargarse al mensajero. Si alguien piensa que estamos como en 2001, si alguien estima que aquella situación coyuntural se va a repetir hoy día porque el Gobierno español vaya a prohibir la consulta, es que tiene una percepción de la realidad social muy alejada de lo que realmente ocurre. Los resultados se miden de forma relativamente simple: decenas de miles de votantes cambiarán su voto o se abstendrán. Es el camino a la nada, a ninguna parte: sorprende que el PNV no se dé cuenta de que en un cruce lo peor que le puede pasar a uno es darse de frente con los postes de las señales, en lugar de coger un camino u otro. ¿Qué va a pasar cuando venga el 'no' largamente anunciado? ¿Se van a plantear unas elecciones en forma de plebiscito, sin ninguna garantía? O, y no sé si esto es peor, ¿se va a mirar a otro lado como si aquí no pasara nada? ¿Como si no diésemos a esto mayor importancia que al cierre del paraguas cuando escampa? Yo no sé, de verdad, dónde están los estrategas de la política, si es que queda alguien por ahí.

Pello Salaburu