El campo agoniza

Yo nací en un singular palacio, en una familia que forma parte de la columna vertebral de España. He tenido el privilegio de tener unos padres ejemplares. Luis, tristemente fallecido en 1972, cuando yo sólo tenía 9 años. Supuso la tristeza y confusión de mi vida hasta hace unos años. Y Cayetana, una mujer histórica, cuya huella y recuerdo siguen intactos siete años después de su fallecimiento en la sociedad española. El gran patrimonio de ellos proviene principalmente del arte y la agricultura, y a este segundo punto me incliné yo desde muy joven siguiendo la trayectoria de mi padre, a diferencia del resto de mis hermanos. Les aseguro que yo nací en lo más alto, que bajé al barro mundano y por mi propio esfuerzo, sacrificio y trabajo volví a subir a lo largo de mi vida adonde estoy hoy en día.

La agricultura y la ganadería son esenciales en España, sobre todo en Andalucía, Extremadura y Castilla León, las regiones que conozco por experiencia personal. Una agricultura muy diversa: dehesas, campiña, olivar, etcétera. Es un sector en evolución continua, que trabaja intensamente en busca de la innovación, la calidad, la conquista de mercados exteriores y con excelentes resultados. El mundo del campo no tiene tiempo para manifestarse, si lo hace es por encontrarse por encima de sus límites. Se trata de lidiar con seres vivos que, como un bebé, necesitan del máximo cuidado, atención y mimo. No vale hacer las cosas si no es a tiempo, en el momento, en función de circunstancias ajenas y de cambiantes acontecimientos. El verdadero éxito está en asumir un riesgo calculado, basándose en la intuición combinada con los conocimientos y la experiencia. A todo esto, no se le puede añadir una situación de extrema necesidad por injustas circunstancias.

La situación actual nos ha llevado a desbordar los límites de la subsistencia. Las causas son múltiples: el precio del carburante, los abonos, los productos fitosanitarios, los tratamientos en general, el encarecimiento de los piensos para animales, la importación de productos de terceros países (naranjas, frutas, almendras...) con competencia desleal consentida, los precios fijados por las grandes distribuidoras y grandes almacenes, sumando la cantidad de intermediaciones e intermediadores por el camino.

La prueba es que todo esto ha llevado al mundo rural a manifestarse el pasado domingo 27 en Madrid de forma unida, contundente y clara, fruto de la desesperación. Estoy frontalmente en desacuerdo con la intervención de partidos políticos en esta y cualquier manifestación. De derechas, izquierdas o centro. Empaña y politiza la realidad y el sufrimiento de la gente del sector manifestante, como lo ha hecho también en la huelga de transportes, estrechamente ligada a los graves problemas del momento.

El momento actual plantea tres medidas urgentes. En primer lugar, hay que devolver los precios a la normalidad. En segundo lugar, se debe equilibrar la cadena alimentaria de forma que todo el mundo gane en su justa medida y no se manipulen los precios por nadie. No se puede aceptar, por ejemplo, que un agricultor venda su naranja a 0,12 euros el kilo y en el lineal se encuentre a 1,40. En tercer lugar, el Gobierno debe compensar económicamente esta situación de forma temporal, hasta que se vaya resolviendo por partes. Es cuestión de supervivencia para el sector y sus trabajadores en sus diferentes puestos de trabajo.

Un ejemplo. Se ha aceptado pasar de 50 regiones agronómicas a 20. No obstante, debería modificarse el diseño de las 20 regiones presentadas por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para la ayuda básica a la renta. Es fundamental corregir algunas zonas como la campiña de Sevilla, cuyo nivel de ayuda se vería disminuido un 24%, cifra que podría llegar al 40% para algunos perceptores. O de la Loma de Úbeda, en donde las pérdidas ascenderán a un 25%, cifra que puede llegar al 46% para algunos perceptores. Son dos casos entre muchos otros igual de flagrantes.

Se debería reconocer el valor medioambiental de nuestras explotaciones y que la definición de los tipos de superficies para los ecorregímenes responda a la estructura de nuestras explotaciones y su diversidad, de manera que compensen efectivamente a nuestros productores por el lucro cesante que les supondrá adaptarse a estas prácticas.

Si los ecoesquemas vienen a sustituir al «pago verde» actual, es de sentido común defender que haya semejanza en su cumplimiento. Se corre un alto riesgo de que los ecoesquemas muy probablemente no encuentren acogida entre nuestros agricultores y ganaderos. Está en juego un bien básico para la humanidad y además para nuestro país. Dichos ecoesquemas deben respetar ese modelo de diversidad agronómica y adaptar sus valores a la región donde opere el agricultor o ganadero que se incorpore a la labor.

Asimismo, se debería suprimir el tope de 200.000 euros en la ayuda básica a la renta. Este tope castiga a las explotaciones creadoras de riqueza, empleo y progreso. El límite debe poder superarse siempre que se justifique que se destina al pago de costes salariales, cotizaciones sociales y contrataciones de empresas de servicios agrícolas. Lo contrario deriva de la demagogia política.

Querido ministro: usted es un gran conocedor del sector, con amplia experiencia y altos conocimientos. Respetado presidente, usted está demostrando una evolución positiva a pesar de las enormes dificultades que le han tocado liderar, con ciertas inconveniencias internas, fruto de una demagogia obsoleta y caduca, que está controlando y enderezando como corresponde al líder de un gran país como es España. Les agradezco profundamente su atención y no dudo que lo tendrán seriamente en cuenta. Con respeto y esperanza.

Cayetano Martínez de Irujo es duque de Arjona, agricultor y deportista olímpico.

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